“Las presiones sociales y culturales sobre los hombres para mostrar fortaleza y evitar mostrar vulnerabilidad, pueden llevar a una falta de autocuidado y una negativa a buscar ayuda médica cuando la necesitamos.”
Horacio Cano Camacho
Reporte Minoritario
Días atrás, escuché un discurso de una amiga mía, feminista «radical» que trataba de convencernos -en una comida- de que los hombres somos unas ladillas, y en muchos de sus ejemplos creo que razón no le faltaba. En un momento de su argumentación, dijo: «y para acabarla, viven menos…», y esto lo presentó en sentido festivo, ya que, argumentó, tenemos que cuidarlos menos…
Esta última afirmación me llamó mucho la atención, y me puse a buscar evidencias. Todos (y todas) aceptamos que los hombres tenemos una menor esperanza de vida que las mujeres, prácticamente en todo el mundo. En México, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la esperanza de vida ha ido aumentando gradualmente en las últimas décadas gracias a mejoras en la atención médica, condiciones sanitarias y otros factores. Para 2020-2021, es de una media de 75.5 años, pero desagregada, los hombres tenemos una esperanza media de 71.2 años, mientras que las mujeres rondan ya los 80.0 años.
Podríamos pensar, de manera simplista e incluso temeraria, tratar de «contraargumentar» a mi amiga, que nosotros vivimos menos porque tendemos a realizarnos revisiones médicas de manera muy rara, lo que retrasa el diagnóstico de enfermedades graves y cuando ya nos «duele» algo, resulta muy tarde. Y es cierto, la diabetes, el cáncer de próstata o testicular, problemas cardíacos, entre otros, se detectan cuando ya están avanzados en una proporción mayor que en mujeres, que suelen ser más disciplinadas y quererse más y no le juegan al macho.
Además, tenemos más comportamientos de riesgo, como fumar, beber en exceso, consumir drogas, tener dietas menos saludables y participar en actividades peligrosas (conducción irresponsable, peleas absurdas, valentonadas) o deportes extremos… Las presiones sociales y culturales sobre los hombres para mostrar fortaleza y evitar mostrar vulnerabilidad, pueden llevar a una falta de autocuidado y una negativa a buscar ayuda médica cuando la necesitamos. Además, los roles de género tradicionales pueden influir en las ocupaciones y estilos de vida de los hombres, exponiéndolos a entornos laborales más peligrosos y estresantes.
Esto tiene todos los visos de influir; sin embargo, también hay razones biológicas, como un sistema inmunitario más débil en los hombres, capaz de someternos a riesgos de enfermedades cardiovasculares (y allí el estrógeno de las mujeres parece jugar un papel protector muy importante), susceptibilidad a infecciones, entre otras causas estudiadas.
Ahora le añadimos un factor, quizás más importante a nuestro ya menguado orgullo macho. Resulta que hay un fenómeno llamado pérdida del cromosoma Y o mosaic loss of Y chromosome (mLOY por sus siglas en inglés) que ocurre en las células sanguíneas y en el tejido hematopoyético, que genera las células sanguíneas y reside en la médula roja de los huesos.
Esta condición provoca que con la edad, el cromosoma Y vaya mostrando degradación y alteración de sus funciones. Y no, olvídese de que el cromosoma Y determina la condición masculina y por lo tanto, con la edad nos “volvamos menos hombres”. Aunque hay en él algunos genes vinculados a la espermatogénesis, los genes que sí determinan nuestra condición de hombres son autosómicos, es decir, están distribuidos en todos los demás cromosomas. Esto significa que las mujeres tienen todos los determinantes de la masculinidad en su genoma, mientras que los hombres, que poseemos un cromosoma X, tenemos, a su vez, los determinantes de la condición femenina.
Del cromosoma Y, siendo el más pequeño de nuestro genoma y teniendo unos pocos genes, se desconoce su función; sin embargo, se ha observado que la pérdida en mosaico de ciertas regiones de este cromosoma, que suelen ocurrir con la edad, está asociada al desarrollo de varias enfermedades muy serias, como fibrosis cardíaca, disminución de la función del corazón y un incremento de la mortalidad.
Estos efectos se observaron tanto en animales machos que presentaron la degradación del cromosoma Y, como en células en cultivo carentes del mismo. Esto puede significar que este cromosoma (que está presente en los hombres), pudiera contener la información para proteínas que regulan, en los hombres, funciones protectoras de la función cardíaca. Aunque se desconoce cómo funciona todo esto de manera completa, parece claro que la pérdida del cromosoma Y está detrás de que vivamos menos que las mujeres.
Además de viejos, de que se nos acortan los telómeros, que somos unas ladillas, ahora también se está perdiendo la marca del macho… gulp. Si quieren seguir fastidiando al mundo, hombres, cuidémonos más. Tal vez no podríamos evitar la perdida del Y, pero sí tener una mejor calidad de vida y si cambiamos nuestra masculinidad nociva, vivir mejor.
Ilustración portada: Pity