“Laidlaw es un personaje muy interesante, un policía culto que cree que la seguridad pública debería estar a cargo de filósofos y sociólogos para tratar de evitar el crimen, más que reprimirlo.”
Horacio Cano Camacho
Zona Oscura
William McIlvanney fue uno de los grandes escritores de novela policiaca escocesa, siendo uno de los más fuertes representantes del llamado «Tartan noir», un subgénero muy particular de Escocia que hace referencia a la tela característica de estos lares. Este estilo tiene fuertes raíces en la novela de línea dura o «hard-boiled» de los años 30 y 40, es decir, en los verdaderos padres de la novela negra clásica, como Dashiell Hammett y Raymond Chandler. En este enfoque, el detective cínico se presenta como un escudo absoluto contra la corrupción y la omnipresencia de lo urbano, caótico, duro y en vías de destrucción, todo ello sin descuidar la crítica social.
McIlvanney, un escritor, ensayista y poeta escocés que decidió adentrarse en la novela criminal, creó uno de los mejores personajes del subgénero: el inspector Jack Laidlaw, un universitario muy preparado, serio y reflexivo, pero solitario y de difícil trato. Está asignado a la Brigada de Homicidios de Glasgow, donde no es bien recibido debido a su tendencia a asumir investigaciones por libre y a utilizar métodos poco ortodoxos.
William McIlvanney escribió varios títulos sobre Laidlaw, entre ellos Laidlaw (1977), Los papeles de Tony Veitch (1983) y Extrañas lealtades (2001), todos editados por Salamandra Black en español; el primero de ellos fue publicado por primera vez por la editorial RBA.
Al morir en 2015, dejó inconclusa una precuela de su inspector Laidlaw. Este texto presenta el inicio del inspector en la brigada y define con mucha claridad el contexto y los personajes de su saga. Otro gran exponente del «Tartan noir», Ian Rankin, la finalizó. Hace unos días antes del fin de 2023, se publicó la novela titulada Sólo la oscuridad (Salamandra, 2023). Pueden leer esta novela como punto de entrada a la saga, realmente como si fuera el primero…
En Sólo la oscuridad, Laidlaw es asignado a la Brigada de Glasgow. Desde el primer momento, sus jefes lo encargan con Milligan, un tipo cínico y desagradable, y Bob Lilley, más racional y directo, como «compañeros», para que lo vigilen y lo lleven a la hermandad policial. Casualmente, les encargan la investigación de un cadáver que apareció en un callejón solitario detrás del Pub Parlour, regenteado por Conn Feeney, durante una celebración de una jubilación. Al acercarse al lugar, los policías descubren que el muerto es Bobby Carter, mano derecha y verdadero consejero de Cam Colvin, uno de los principales líderes de la mafia de la ciudad. Resulta que el Parlour está en el área de control de otra mafia, liderada por John Rhodes, lo que supone ya una guerra entre grupos y este muerto no es más que un mensaje.
Milligan, asumiéndose como jefe de Laidlaw, plantea la hipótesis de que la muerte es simplemente el resultado casual de peleas entre bandas callejeras de la ciudad, pero Laidlaw, a quien no le gusta trabajar en grupo, tiene otras ideas…
Laidlaw es un personaje muy interesante, un policía culto que cree que la seguridad pública debería estar a cargo de filósofos y sociólogos para tratar de evitar el crimen, más que reprimirlo. Este policía está más cerca de Kierkegaard, Camus y Unamuno que de la brigada y el policía al uso, lo que le granjea la antipatía de toda la oficina. Pero su proclividad al cigarrillo, el alcohol y las mujeres siempre gana (muy a su pesar). Es propenso a estallidos de violencia, pero esto le afecta profundamente, ya que él no quiere ser así.
Está casado con Ena y tiene tres hijos, a los que ve y trata muy poco, argumentando siempre el trabajo y la peculiar manera en que lo asume. Esto le duele mucho, pero no hace nada por repararlo. En estas andanzas se enfrentara a la realidad social de la ciudad, dividida entre grupos criminales y políticos cooptados por estos, lo que crea el espacio ideal para una historia muy adictiva.
Estamos ante una novela del más clásico «noir», con personajes muy sólidos y una ciudad (Glasgow) decadente, llena de gente que trabaja y vive siempre al borde, con una carga criminal y de corrupción en todos los niveles que solo se puede soportar mediante el cinismo. Si deseas adentrarte en el «hard-boiled» con elementos modernos, sin desprenderse del estilo que consagró a los padres fundadores de la novela negra, no te pierdas este libro, y de hecho, toda la obra de William McIlvanney e Ian Rankin. Comienza bien el año regalándote este librón.
Ilustración portada: Pity