Aquel hecho que inauguró el movimiento emancipador de las mujeres en el país modificó para siempre el rol histórico que habían desempeñado
Ivonne Monreal
El feminismo saltó a la palestra pública y política en México con el Primer Congreso Feminista, celebrado en el teatro Peón Contreras de la ciudad de Mérida, Yucatán del 13 al 16 de enero de 1916, y en poco más de una centuria, aquel hecho que inauguró el movimiento emancipador de las mujeres en el país modificó para siempre el rol histórico que habían desempeñado.
A 108 años de la celebración de ese Primer Congreso, en el que participaron 617 mujeres bajo el auspicio del gobernador Salvador Alvarado, ese movimiento feminista que ha debido afrontar toda suerte de adversidades y resistencias del mundo circundante, hoy se enfrenta al reto de mirarse en el espejo, de realizar “un ejercicio de reflexividad autocrítica”, de acuerdo a Marta Lamas, una de las feministas más destacadas del país.
Originalmente, la intención era que el Congreso se celebrara en diciembre de 1915, pero los preparativos no estuvieron listos, por lo que se emitió una segunda convocatoria para que fuera en enero, en la que se suprimió el requisito de que las mujeres que participaran fueran “honradas” y reiteraba que debían poseer cuando menos conocimientos de educación primaria.
Leticia Bonifaz Alfonzo, como Directora General de Estudios, Promoción y Desarrollo de los Derechos Humanos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, publicó en 2016 un recuento titulado “Los derechos de las Mujeres y el Primer Congreso Feminista de Yucatán en 2016” da cuenta de las particularidades del evento.
Ahí se consigna que la organización del Congreso estuvo a cargo de Consuelo Zavala, Isolina Pérez, Adolfina Valencia, Dominga Canto, María Luisa Flota, Beatriz Peniche, Candelaria Villanueva, Lucrecia Vadillo y Amalia Gómez de Aguilar. También se refiere que el gobierno autorizó a las asistentes ocho pesos diarios de viáticos y pases libres en el tren a las asistentes y a quienes se iban a encargar de la propaganda.
En el texto de Leticia Bonifaz se consignan algunos de los acuerdos que se lograron, no sin un ríspido debate de por medio, entre ellos: gestionar ante el gobierno la modificación de la legislación civil vigente, otorgando a la mujer más libertad y más derechos para que pueda con esta libertad escalar la cumbre de nuevas aspiraciones; inculcar a la mujer elevados principios de moral, de humanidad y de solidaridad; que la mujer tenga una profesión, un oficio que le permita ganarse el sustento en caso necesario; que se eduque a la mujer intelectualmente para que puedan el hombre y la mujer completarse en cualquiera dificultad y el hombre encuentre siempre en la mujer un ser igual que él; así como abrir a la mujer las puertas de todos los campos de acción en que el hombre libra a diario la lucha por la vida.
Trascender
Marta Lamas considera que el principal desafío es trascender más allá de todas las formas de resistencia (manifestaciones, asambleas, etc.) y encontrar formas efectivas de organización que permitan cohesionar a un movimiento que se ha fragmentado y atomizado.
Durante su participación en el Coloquio Internacional “La transformación democrática en disputa”, organizado en octubre pasado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en el Auditorio Alfonso Caso en la capital del país, la destacada investigadora dijo que construir esas articulaciones es difícil debido a que en los grupos organizados de feministas prevalecen “las disputas políticas y personales” que hacen casi imposible debatir entre compañeras que tienen posturas contrarias.
Dicha fragmentación, explicó que no solo tiene que ver con ese contexto patriarcal, racista y neoliberal que han buscado erradicar, sino con el hecho de que carecen de una “disposición verdaderamente democrática” que les permita sentarse a dialogar, a escuchar a la adversaria y llegar a acuerdos para avanzar.
Destacó que una tarea fundamental de una organización política consiste en el esfuerzo y la disciplina de sentarse a debatir y eso es algo que según ella no se practica entre los grupos feministas.
Citando a Wendy Brown, influyente feminista de Estados Unidos y filósofa, Marta Lamas expuso que “lo que la política feminista necesita es cultivar disposiciones, construir espacios para discutir nuestras ideas y en especial para cuestionar lo que se han convertido las normas políticas del feminismo y construir otras más democráticas”.
Brown considera, continuó, “que desarrollar nuestro poco desarrollado interés por la deliberación podría ayudar a volvernos más responsables de lo que decimos y de lo que hacemos, y que el debate de ideas podría, es más, nos obligaría a realizar un ejercicio de reflexividad autocrítica”.
Si para todas las personas requiere un gran esfuerzo analizar de manera adecuada lo que está pasando y es una dificultad que comparten las feministas, dijo que más allá de hablar “del contexto neoliberal y de la ola ultraderechista que nos amenaza, es imperativo analizar lo que sucede al interior de estos grupos, porque hace tiempo que empezó a despuntar un problema que es el moralismo, un sustituto del debate político y, lamentablemente, el discurso moralizador se ha vuelto muy común entre las feministas”.
La discriminación, la incomprensión y el miedo a las nuevas formas de ser mujer que trajo consigo el siglo XXI, es otra de las problemáticas que afronta en su interior el movimiento feminista, así como esas políticas identitarias que prevalecen de grupo a grupo, mismas que “proporcionan una sensación de pertenencia, de comunidad, pero no exigen una comprensión profunda del mundo y de lo que está pasando.
“Un problema es que frecuentemente esas reivindicaciones identitarias resbalan hacia el esencialismo y generar sentimientos poco políticos como el resentimiento, así se alimenta el reproche moralista, en lugar de construir una visión alternativa de la vida colectiva”, señaló la investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM.
Lo que pasa con el resentimiento, argumentó, es que “impacta el sentido del juicio, y quienes anhelamos un orden social verdaderamente más justo, requerimos mantenernos a distancia de nuestro resentimiento para así impulsar el debate crítico y constante”.
Citando de nueva cuenta a Wendy Brown, mencionó que las feministas “deben ser precavidas, pues su proyecto político -por muy bien intencionado que sea- puede volver a trazar, sin darnos cuenta, las mismas configuraciones y efectos de poder que pretendemos derrotar”, es decir que “podemos ser sexistas al revés, discriminar a los hombres”.
El hecho de que en México la violencia se agudice y con ella “las tragedias personales produzcan enormes sufrimientos que nos confrontan con desgarramientos que exceden ampliamente las posibilidades de nuestro activismo, de nuestra resistencia”, no cancela la capacidad de reflexionar: “El objetivo de una feminista de izquierda democrática, es el de ir más lejos que la mera denuncia de las injusticias contingentes. Qué hacer, cómo unirnos a otras compañeras y grupos, cómo articular las diferencias” a fin de contribuir a ese horizonte emancipador común, destacó.