Su caso es de los que se acumulan sin resolver por las instituciones del Estado, a los que el desdén y la incompetencia de las autoridades no sólo revictimiza, sino también deja en permanente riesgo a las víctimas
Patricia Monreal
Sofi se levantó la blusa para mostrar el pequeño círculo violáceo en su abdomen, ahí Ana distinguió en la piel de su hija huellas de dientes, atónita le preguntó qué había pasado, y la menor respondió que había sido su papá, Marco Antonio, mientras estaban recostados en la cama.
Era domingo de convivencia cuando Sofi –de seis años- llegó con su padre a un departamento en la gasolinera en que él trabaja, en el municipio de Uruapan. Acostados en la cama, ella estuvo a punto de caer y Marco Antonio la agarró, le levantó la playera y la mordió, la niña gritó pero nadie acudió a su llamado.
Ese capítulo fue uno de los muchos de violencia que Sofi sufrió por parte de su padre, incluidos abusos sexuales. Su testimonio quedó asentado en el acta de una audiencia para escuchar a la menor, celebrada el 29 de agosto de 2022 ante personal del Juzgado de Segunda Instancia Familiar en Uruapan.
El caso de Sofi es de los que se acumulan sin resolver por las instituciones del Estado, a los que el desdén y la incompetencia de las autoridades no sólo revictimiza, sino también deja en permanente riesgo a las víctimas.
La violencia contra niñas, niños y adolescentes es un fenómeno cotidiano en Michoacán. En 2021 esta entidad fue la novena en el país con mayor número de casos de menores atendidos en hospitales por violencia física, según datos de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim).
La violencia a las niñas es un hecho frecuente: en Michoacán el 42.2 por ciento de las mujeres mayores de 15 años experimentaron algún tipo de violencia en su infancia; el 36.1 por ciento vivió violencia física; 24.1 por ciento, violencia psicológica; y 10 por ciento, violencia sexual, según los datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021.
Violencia en el hogar
En enero de 2015 Ana se casó con Marco Antonio, su noviazgo no dio señales de alerta sobre el comportamiento de él, quien además, parecía aceptar de buen agrado que ella tuviera un hijo.
Lo conoció en la gasolinera en la que él trabaja como administrador; tras año y medio de noviazgo se casaron por lo civil.
“Ya cuando nos casamos sí regañaba a mi hijo, lo castigaba, le jalaba los oídos y yo me enojaba, le decía, ¿por qué le haces eso?, no le hubieras de hacer eso, y él decía, es que tú todo le tapas, y le digo, pues no es un niño malo, es un niño, y pues el niño estaba chiquito. Siempre quería que se lo dejara, pero nunca, nunca, nunca se lo dejé solo a él, nunca”.
Marco Antonio era afecto a las reuniones nocturnas en su casa con amigos; diariamente se reunía para tomar con cuatro o cinco hombres, algunos acudían armados. “Llegaban como a las seis de la tarde y se iban en la madrugada, yo la verdad, ya ni sabía a qué hora se iban; yo llegaba con mi niño, y ya cuando nació la niña llegaba, me metía y me encerraba en el cuarto.
“Después eran los pleitos porque él quería que yo dejara abierta la puerta del cuarto y yo le decía ¿pero por qué?, porque hasta se metían, en una ocasión un señor grande de más de 50 años, y otro hombre repartidor que les llevaba papel a la gasolinera”.
Ana notó en Marco Antonio comportamientos que le parecieron atípicos tanto en sus relaciones íntimas como en la manera en que trataba a sus amigos. Una noche escuchó gemidos en la azotea de su casa, al subir observó a su marido masturbándose mientras veía pornografía de mujeres jóvenes que asemejaban más ser niñas.
En otra ocasión que despertó entrada la noche, lo escuchó llorando, hablando con un amigo, confesándole estar enamorado de otro sujeto llamado Héctor. La situación colmó la paciencia de Ana y decidió que no quería seguir viviendo con él.
Los insultos y discusiones eran frecuentes, una noche él irrumpió en la recámara, se abalanzó sobre Ana y empezó a ahorcarla. Ella no se explica cómo logró quitárselo de encima y salir huyendo a casa de sus padres.
La violencia familiar es un fenómeno cotidiano en Michoacán, de enero de 2020 a noviembre de 2023, se presentaron ante la Fiscalía General del Estado cinco mil 221 denuncias por esta causa, es decir, un promedio de 3.6 denuncias al día.
Fue Marco Antonio quien le pidió a Ana divorciarse, por lo que aceptó de manera inmediata. Ella no previó la burocracia judicial y hasta el momento sigue casada, a la espera de que la separación legal se concrete; “hemos tenido una audiencia en estos tres años nada más, no nos han divorciado, no han hecho nada”.
Violencia y revictimización
Cada domingo Sofi se reunía con su padre, el acuerdo para las visitas de convivencia se dio durante el proceso de divorcio, Ana aceptó bajo la condición de que su hija no fuera llevada a la gasolinera en la que él trabaja para que no tuviera contacto con la mujer que ahí hace el aseo, pues es la madre de una expareja de Marco Antonio que nunca la miró con buenos ojos.
En febrero de 2022 iniciaron las visitas de convivencia y cuatro meses después Ana comenzó a notar un comportamiento raro de su hija, la veía agresiva, renuente a que se le acercaran su abuelo y hermano.
Para julio de ese año Sofi llegó de la visita de convivencia con su padre marcada en el cuello , “eran como huellas de manos”, refiere Ana al recordar que le telefoneó a Marco Antonio para preguntarle qué había pasado, él le contestó que seguramente la niña había masticado un chicle de fresa, y como es alérgica a esa fruta probablemente era una reacción.
Sofi no le dijo nada a su madre sobre las marcas, y Ana consultó qué hacer con un abogado del DIF Municipal que le daba asesoría en el proceso de divorcio. La recomendación fue que presentara una denuncia, pero a ella en ese momento le dio miedo que le pudieran quitar a su hija.
El día en que Sofi salió del kínder, Ana invitó a Marco Antonio a la fiesta de clausura, cuando él llegó, la menor le reclamó a su madre, “¿qué está haciendo ese ahí? yo no lo invité”, ella le respondió “ay Sofi, es tu papá y tiene que venir a acompañarte, ay mamá, dice, yo no lo invité”.
Tras una visita de convivencia con su padre el siete de agosto de 2022, Sofi llegó a su casa enojada, aventando las puertas, Ana le preguntó qué le pasaba y tras insistir, la menor le confesó que Marco Antonio la había mordido.
Acompañada de su madre, Ana acudió con Sofi a las oficinas de la Fiscalía Regional de Uruapan, pero como era domingo estaban cerradas. Ahí una policía las orientó para que fueran al Centro de Justicia Integral para las Mujeres (CJIM), por lo que al día siguiente acudieron a ese lugar para presentar la denuncia.
“Llegamos y mandaron llamar a la Ministerio Público, Karina Reyes Avalos, ella llegó bien prepotente, gritándonos, nos pasó a una oficina para interrogarnos, mi mamá se quedó afuera y yo entré con la niña y le platiqué a la licenciada cómo estuvieron las cosas y que la niña traía su mordida”, narra Ana.
Ese día la violencia y revictimización institucional contra Sofi inició.
La Ministerio Público amenazó a la menor con encarcelarla si no decía la verdad, su madre recuerda: “pidió que la niña se levantara la blusita mientras le decía, quiero que me digas la verdad, porque si no dices la verdad te vamos a meter aquí, te vamos a dejar, te vamos a meter a la cárcel, y yo así como que… ¿qué onda con esta licenciada o qué?; la niña le decía que le estaba diciendo la verdad y que le dolía el vientre.
“Entonces la licenciada dijo, vamos a revisarla, pasamos ahí a donde revisan, al médico forense y no hicieron nada, nada más le vieron ahí, pero ni la revisaron de sus partes, ni nada”.
Mientras su hija y nieta se encontraban con la Ministerio Público, la madre de Ana era entrevistada por la directora del CJIM quien, tras tomarle la declaración, le comentó que todo lo que había dicho se había borrado, “ay señora se me acaba de borrar todo, ¿me lo puede repetir nuevamente?, y mi mamá enojada le dijo, muchas gracias, se paró y se salió”, refiere Ana.
A más de un año de acudir por primera vez al Centro de Justicia Integral para las Mujeres, Ana sólo tiene constancia de la entrevista que le hicieron a ella y a Sofi en esa ocasión, “fue todo, no tengo nada del expediente de la Fiscalía, cada que voy nunca me quieren dar nada que porque está el expediente gigante, les dije que aunque llegue al cielo no me importa, que me lo den, que quiero copias, pero me lo niegan y me dicen que está en Morelia”.
Al siguiente día de su primera visita al CJIM, Sofi le dijo a su mamá que le dolía el vientre y al revisar Ana los calzoncitos que su hija había usado en la víspera, descubrió una mancha café oscuro en ellos. Llamó a la pediatra de la niña para consultarle qué debía hacer, y ella a su vez, le recomendó a una ginecóloga pediatra.
“La niña estaba toda irritada de sus partes y la doctora me dijo, ve a poner una demanda por abuso sexual, porque la niña traía lesiones, me dijo que sí fue abusada, no penetrada, pero sí abusada sexualmente con manos y boca”.
Ana y su madre soltaron en llanto y acudieron nuevamente al CJIM en donde, una vez más, fueron atendidas por Karina Reyes Ávalos.
“Fui y dije revísenla de nuevo, y ahí me dijeron que no, que porque ya había pasado el día y que ya no le salía nada. Dijo la licenciada Karina que no, que la irritación fue por el pañal de mi hija, le dije ¡mi hija no usa pañal!”.
En su casa, Sofi finalmente habló con su madre, le preguntó si era normal que su padre la tocara. Ana grabó el testimonio de su hija y retornó con la Ministerio Público para mostrárselo.
“Le dije a la licenciada, vea lo que dice la niña, y ella me contestó, no, es que no tiene que creerle a la niña, qué tal si es porque la ve a usted haciendo cosas, y le digo, yo no tengo pareja, yo duermo con mi hija, ¿cómo cree que va a estar viendo eso?, le dije ¡no!”.
La ginecóloga pediatra que revisó a Sofi, fue requerida por la Ministerio Público, Ana pensó que era para que rindiera testimonio, pero no fue así: “la amenazó, le dijo que no tenía que andar diciendo eso porque la niña no tenía nada”, señala indignada.
Papá ¡no!
En el juzgado de Segunda Instancia en Materia Familiar, se celebró en agosto de 2022, la audiencia para la escucha del menor. Ahí, Sofi habló y contó las cosas que había vivido con Marco Antonio.
Entre diversos hechos el documento consigna: “Que su papá se llama Marco, pero no la invita a salir, que él le hace cosas, que le hace cosas feas, le mete la mano señalando la vagina y sus pechos”, “Que él le mete la mano aquí (señalando su vagina), dice que ella cree que traía pantalón y en la blusa (sic), que ella le decía que no y él no le hacía caso, que ella gritó y nadie la escuchó, que ella gritaba «papá noo»”
Debido al maltrato sufrido y la revictimización, Ana promovió una queja ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos contra Karina Reyes, en agosto de 2023 se tuvo una audiencia de ofrecimiento, admisión y desahogo de pruebas en la que se buscó resolver el asunto vía conciliación, pero no fue posible debido a los agravios.
En noviembre pasado se tenía programada la audiencia para que se concretara el divorcio entre Ana y Marco Antonio, pero fue diferida y hasta el momento no se tiene una nueva fecha.
El temor sobre la integridad de su hija cala en el ánimo de Ana, pues se enteró que hay la posibilidad que -tras ser canceladas- sean restituidas las visitas de convivencia de Sofi con su padre.
“Yo lo único que pido, la verdad, es que ya no haya más convivencias de Marco Antonio con la niña, es lo que le digo a mi mamá, si no lo quieren meter a la cárcel o que se haga justicia por la niña, allá ellos, hay un Dios y una justicia divina, y uno paga porque paga”, remata Ana.
2 comentarios
[…] Para Sofi, abuso paternal y desdén institucionalCaso Janet, horror multiplicadoVidas apagadas en El […]
Valioso periodismo el que realizan, muchas gracias por informar con tanto profesionalismo