“De muchas maneras, hoy nuestra educación intelectual se concentra en los ojos, accionados por los pulgares para dejarnos atrapar por la seducción de las imágenes artificiales con que ignoramos nuestra más elemental capacidad de racionalizar lo que somos, o lo que podemos dejar de ser.”
Mario Torres López
Educación y Cultura
Gracias a los artificios de nuestra inteligencia hemos creado mundos de insólita belleza o terriblemente desolados. De estos mundos hemos derivado modos de interpretar nuestras acciones, ya sea en el plano de lo cotidiano, de lo posible y hasta de lo improbable.
En cualquiera de estas modalidades interpretativas, lo que siempre está presente es la peculiaridad de la razón y de los filtros emocionales que nos hacen darle mayor o menor sentido probatorio. La razón pura es una formalidad cuyo valor radica en su capacidad demostrativa, independientemente de las experiencias vivenciales, al menos ese es el supuesto del que partimos.
De los artificios de la inteligencia deriva también la Inteligencia Artificial (IA), a través de la cual pretendemos aproximarnos a nuevos paradigmas multiversales que fracturan aquella idea de un solo mundo, un solo ser racional, un solo sistema de control humano. Paradójicamente nos fascina y nos aterra la posibilidad de que las máquinas controlen nuestras vidas, en un futuro muy muy cercano, y, a la vez, somos prácticamente inconscientes de nuestra enfermiza dependencia de celulares y otros consumibles domésticos, ignorando también que estamos convirtiendo nuestro intelecto en un fenómeno nominativo, dejando de ser esa facultad activa y racionalmente creativa.
De muchas maneras, hoy nuestra educación intelectual se concentra en los ojos, accionados por los pulgares para dejarnos atrapar por la seducción de las imágenes artificiales con que ignoramos nuestra más elemental capacidad de racionalizar lo que somos, o lo que podemos dejar de ser.
Nuestra capacidad intelectual nos ha permitido desarrollar herramientas cada vez más sofisticadas para explorar y conocer la naturaleza, en todas sus facetas reconocidas, o adentrarnos en zonas desconocidas; dichas herramientas, en donde se incluye la IA, también tienen su lado oscuro o perverso, cuando se aplican para el control de las sociedades ya sea a través de la crueldad bélica, las emociones de mercado y las conductas de individuos y grupos sociales.
La IA posibilita el diseño y cálculo acertado de operaciones matemáticas que permiten elaborar modelos estelares o de microcosmos genéticos. En contraparte, también a partir de ella se diseñan herramientas de control que van desde procesos electorales, tendencias de consumo e ilusorias sensaciones placenteras y de bienestar.
Y, a pesar de todo esto, cuando es parte de nuestra vida cotidiana, el gran rezago está en los modelos educativos que carecen de tecnología digital, instalaciones escolares apropiadas, docentes capacitados para el manejo de los recursos que ofrece la IA para potencializar aprendizajes y la misma capacitación laboral dentro y fuera de las instituciones escolares. En buena medida, parece que el mundo de las ciencias y el desarrollo tecnológico está fuera de las aulas. Nos hemos quedado con la idea primaria de que la educación es la base de nuestra cultura de la ordenanza y desde ella aprendemos los principios éticos que supuestamente habrán de normar nuestra vida cotidiana y sin los cuales no sería posible la permanencia de la condición humana.
Así vista, la educación es una burbuja de idealismo que no siempre se convierte en buenas acciones frente al mercado laboral y del conocimiento, así como ante la violencia y las disfunciones de la realidad cotidiana. No soy robot, aunque es un hecho que estamos siendo programados para seguir reglas de mercado en sociedades controladas, desde ya, por la IA.
Así es como llegamos a señalar, en nuestra vida ordinaria, que NO SOY ROBOT, es uno de los recursos más socorridos en el manejo de nuestra experiencia financiera; fuera de ahí la mayoría de la población no tiene otro conocimiento de su economía, salvo cuando se trata de padecer los estragos del desempleo y de los recursos de la usura, sea legal o no, para tener un pedazo de pan en la mesa familiar.
Entre esta multitud de hechos y circunstancias, aparecen las distopías sobre el futuro, mostrados casi siempre desde el espectro del arte. Pero esto es parte de otras narrativas.
Ilustración portada: Luna Monreal