Regla de Tres

Muerte en tres texturas

“En las últimas semanas, han aparecido en Londres tres cadáveres con una peculiaridad gastronómica: sus cuerpos han sido colocados en una mesa, tal como si se tratara de comensales…”

A Manuel Vázquez Montalbán, el gran renovador de la novela negra contemporánea, se le debe sin duda el haber acercado la cocina a las historias de crímenes y misterio. Pero Vázquez Montalbán y otros que lo siguieron (Andrea Camilleri, Petros Márkaris, entre otros) cubrían sus historias de pasión culinaria. Sin embargo, esta, si bien jugaba un papel importante, describía al personaje, pero no formaba parte del crimen. De cualquier forma, Vázquez Montalbán definió un estilo de contar y enamorar a los lectores, quienes nos regocijamos con sus platos y su forma de comer y beber.

El crimen y la cocina nunca han sido ajenos, pero hasta más recientemente podemos hablar de “asesinatos entre fogones”, todo un subgénero de la novela negra llamado ahora gastro-thriller, historias trepidantes en donde los crímenes se cometen en torno a la cocina y la gastronomía, se sofríen entre sus protagonistas, y se resuelven en torno a las propias estufas, todo aderezado con los cánones del thriller y la novela de suspenso. En esta Zona Oscura me gustaría presentarles algunos de sus textos más destacados y comenzaré hoy por uno de los títulos más recientes y exitosos: Muerte en tres texturas, de Cristian Schleu (NdeNovela, 2024), primera novela de este autor, quien además es cocinero.

Philippe Bouvier es un chef del prestigioso restaurante londinense White Spoon, poseedor de una estrella Michelin. Entre su personal de gran profesionalismo, se decanta por trabajar con su inseparable ayudante japonés, Tsu, en la elaboración del menú degustación de la temporada de invierno, carta que le puede aportar la segunda estrella. Philippe ha entrado en los 50 y ello le trae una crisis de edad, que además se ve radicalizada con la muerte de su esposa en un accidente de tránsito y la necesidad de encargarse de su hija adolescente, Charlotte. Su respuesta es refugiarse en la cocina y desentenderse del entorno familiar, lo que le provoca muchas dificultades.

Un mal día, entran en su cocina el capitán de Scotland Yard, Hadrien Gibbs, acompañado de la sargento Harrington, quienes piden su colaboración para analizar una serie de crímenes que parecen tener como elemento central la cocina molecular. Philippe, quien ha desarrollado una fobia a la sangre a raíz del accidente en que perdió la vida su mujer, exige la participación de Tsu, quien además tiene una enorme cultura culinaria. Gibbs es cuñado de Philippe y, debido a esto, la directiva de Scotland Yard supone que el chef puede ser de mucha utilidad.

En las últimas semanas, han aparecido en Londres tres cadáveres con una peculiaridad gastronómica: sus cuerpos han sido colocados en una mesa, tal como si se tratara de comensales, y sus abdómenes abiertos y eviscerados contienen un plato digno de un chef, con el bolo alimenticio como deconstrucción de lo que se supone comieron minutos antes de ser asesinados.

Esta puesta en escena sin duda indica la presencia de uno o varios asesinos de una gran frialdad, habilidad con los cuchillos para el corte de la carne, un gusto enorme por emplatar y, por supuesto, amplios conocimientos gastronómicos, puesto que los análisis muestran que los jugos de la comida son efectivamente alimentos consumidos y pasados por el esófago antes de caer en el plato que se encuentra decorado con flores y otros elementos de diseño. La policía supone que un chef pueda estar detrás de los asesinatos y solo un chef puede orientarlos para descubrir lo que se perfila ya como un asesino serial.

Philippe entra en una espiral de angustia: las presiones por la segunda estrella Michelin, las dificultades de comunicación con Charlotte, su propia crisis interna y ahora la angustia de un criminal suelto que atrae las sospechas hacia todos los chefs y el mundo circundante a la alta cocina, incluidos ellos mismos. Philippe ignora que, por su desinteresada colaboración, puede estar a punto de pagar un precio mucho más alto que una preciada estrella.

Estamos sin duda ante un libro considerado el paradigma del gastro-thriller. No solo recorre los caminos turbios de un asesino y sus pistas y trampas, sino que recorre de una manera muy sofisticada e interesante los entretelones de la alta cocina, llena de sabores, colores, ingredientes e historias, además de competencia brutal entre el gremio y la presión terrible para sostener y acrecentar el “prestigio” que significa una estrella Michelin. Este libro nos presenta la cocina de una manera tan apasionante como la investigación criminal misma, además de permitirnos introducirnos en sus dinámicas, lenguaje y obsesiones, lejos, muy lejos de la cocina de los simples…

El éxito de esta novela tiene el mérito de presentar el subgénero al amplio público. Si tiene pasión por la cocina, así sea por el gusto de encantar y regalar a la familia y amigos, pero además le interesa el negro-criminal, es una excelente manera de lograrlo. Anímese, por lo menos le sacará las ganas de probar la comida y de experimentar estas vacaciones.

Yo, por lo pronto, me dispongo a preparar un carpaccio de Portobello con un aliño de cítricos, alcaparras e hinojo…


Deja tu comentario