Un nuevo estudio revela que los envases de plástico de un litro, que solemos comprar en los supermercados contienen entre 110 mil y 370 mil fragmentos de plástico detectables que pueden viajar a través de la sangre.
Leonor Solís
Ecodepresión
Si tienes más de 40 o 50 años y lees esto, recordarás que hace varias décadas bebíamos “agua de la llave”, del fregadero de la cocina o del baño. El agua en nuestro país no estaba tan contaminada y podíamos beberla directamente.
Todavía en algunos lugares de otros países, esto ocurre y pueden beber agua directamente, existen bebederos con agua limpia en las calles, en pueblos. Sin embargo, para el caso de nuestro país eso cambió hace mucho tiempo, particularmente en las ciudades y para nosotros es una práctica común comprar garrafones de agua y consumir agua embotellada, que se envasa en plásticos.
Esos plásticos contaminan, tardan décadas en degradarse y son un problema global. La cuestión con los plásticos es que no se degradan o se transforman, se van rompiendo en pedazos cada vez más y más pequeños. Visibles a nuestra vista en un principio, van generado primero microplásticos que son fragmentos que van desde los cinco milímetros hasta una millonésima de metro, que es más o menos 50 veces más delgado que el grosor de un cabello. Estas fracciones diminutas de plásticos se han encontrado en los últimos años en lugares inimaginables: los círculos polares, mar, frutas, verduras, en la leche materna, etc.
Sin embargo, se sabe que los plásticos se pueden seguir dividiendo prácticamente hasta el infinito, y este es el caso de esta noticia. A diferencia de los microplásticos, los nanoplásticos se refieren a un tamaño de hasta una milmillonésima de metros 1/1000000000. Son tan pequeños que pueden atravesar los tejidos humanos, llegar al cerebro o a las placentas de mujeres embarazadas.
En realidad, no tenemos idea de los efectos que pueden representar para nuestra salud. Los estudios de los nanoplásticos se encuentran apenas en sus fases iniciales y el conocimiento sobre su presencia en nuestro cuerpo aún es limitado.
Hace una semana fue publicado un estudio donde investigadores de la Universidad de Columbia en Nueva York, estudiaron si había nanoplásticos en el agua embotellada y en qué cantidades. Lo relevante de este estudio es que utiliza una nueva técnica de microscopía de distorsión estimulada Raman, no solo para detectar nanoplásticos en el agua embotellada, sino también para determinar de qué tipo son y en qué cantidades se presentan. Uno de los inventores de esta técnica es Naixin Qian, coautor del estudio, quienes encontraron con esta investigación que, de media, en cada litro se podía encontrar alrededor de un cuarto de millón de estos trocitos de plástico.
En un mundo en el que se producen cerca de 400 millones de toneladas de plástico al año y el material se emplea para fabricar casi de todo, hay infinitas oportunidades para que las nanopartículas plásticas se sigan liberando y dispersando por el ambiente o integrándose en los organismos de los seres vivos.
Identificar con mayor precisión las cantidades y la composición de estas partículas es un paso para evaluar la dimensión del problema, sus posibles efectos sobre la salud y empezar a pensar en las formas de reducir las potenciales amenazas.
Hasta ahora la ciencia ha explorado algunos temas referentes con los microplásticos, pero esta nueva tecnología nos permitirá abordar los efectos de los nanoplásticos, para poder identificarlos en primer lugar y conocer algunos de sus efectos, también reconocer sus orígenes, porque puede ser que los nanoplásticos que se encuentran proveengan de la propia botella.
Ahora que los nanoplásticos pueden identificarse y clasificarse, es posible investigar la respuesta a todo tipo de preguntas. Por ejemplo, si los nanoplásticos que flotan en el agua embotellada no procedieran de la propia botella, ¿de dónde proceden? Otra pregunta importante: ¿Cuál tiene menos nanoplásticos y residuos químicos, el agua embotellada o la de la llave? Todas estas son preguntas que nos hacemos desde la ciencia y que buscamos ir respondiendo con el paso del tiempo.
Lo cierto es que mientras la ciencia explora éstas y otras preguntas, hay cosas que las personas pueden hacer para reducir su exposición a los plásticos. Una de ellas es tratar de evitar consumir alimentos y bebidas en envases de plástico, usar ropa hecha con tejidos naturales y comprar la mayoría de productos que podamos hechos con materiales naturales.
Hace décadas no dimensionamos el problema que iba a ocasionar el plástico en el futuro del planeta. Ahora, podemos hacer un balance sobre el consumo de plástico en nuestra vida diaria y encontrar alternativas para empezar a dejar una relación riesgosa.
Ilustración portada: Luna Monreal