De cara al caracol, y ¡Lotería, cuarto creciente! a presentarse este viernes, son dos publicaciones de la poesía reunida de la escritora michoacana
Patricia Monreal
Margarita Vázquez es poeta michoacana, no porque haya nacido en Michoacán, sino porque fue en este estado en el que a lo largo de cuatro décadas forjó y consolidó su obra. Pero su historia con las letras se cuenta de tiempo atrás, de cuando muy chica en el Distrito Federal –su ciudad de origen- entre las rejas de refrescos, las latas de chiles y los cajones de fruta en las tiendas de sus abuelos, se topó con el encanto de los libros, aún sin saber leer.
En el marco del Día Mundial de la Poesía, este viernes estará presentando a las 18:00 horas en el Museo del Estado de Morelia, dos publicaciones con su poesía reunida: De cara al caracol, y ¡Lotería, cuarto creciente!, que habrán de comentar los escritores Nektli Rojas –colaboradora de Regla de Tres– y Sergio J. Monreal.
La ocasión es propicia para hablar de Margarita, mujer, escritora, investigadora, promotora cultural, y en el caso de quien esto escribe, mi madre. Por eso entrevistar a quien a uno lo parió inevitablemente es tocar la propia historia, y con ello, cruzar en el periodismo lo que en el teatro sería la cuarta pared, pero bien vale motivo y personaje la licencia.
Es caprichoso el azar…
Para Margarita, su encuentro con las letras fue muy fortuito, la primera infancia la vivió en casa de sus abuelos paternos, con su hermano un año mayor que ella y su padre, quien murió cuando era aún una niña.
Ella lo recuerda a él dándose bola y leyendo el periódico, atendiendo las tiendas de abarrotes que tenían sus abuelos en la colonia Condesa del entonces Distrito Federal. Aunque su abuelo era reconocido como la cabeza de familia, su abuela era la matriarca, la que movía, supervisaba los negocios, determinaba y estaba al pendiente de ella, de su hermano y de sus propios hijos.
“Mis abuelos eran contadores de cosas, eran del estado de Hidalgo y narraban cosas cotidianas, de familia, había mucho este asunto de la oralidad, eso rescato de la parte de ellos, los usos y costumbres que llevaron a la Ciudad de México y esto de la narrativa. Para mis pocos años eso encendía en mí el asunto de la imaginación”.
Las zonas arboladas de la Condesa eran para ella el bosque, la inmensidad, la fantasía y el lugar cómplice de juegos con su hermano. Cuando entró a la escuela, aún sin saber leer y escribir descubrió los libros, el de lecturas se convirtió en su favorito aunque no entendiera las letras, “yo pasaba las hojas para arrobarme en las figuras y las imágenes que aparecían ahí.
“Cuando empecé a escribir, de ahí en adelante yo cargué siempre un cuaderno que le llamaba ‘Para mis cosas’, ahí anotaba lo que yo quería, lo que para mí era importante, lo que me impactaba, mis hallazgos.
“En el camino de los años se me perdieron cuadernos, los dejé por ahí, pero siempre recobraba otros para seguir anotando, y sí, ya había una atracción hacia la poesía, hacia el ritmo que tenía que ver con el que yo encontraba en la narrativa de mis abuelos, o en las pláticas de familia, me gustaba ese tono, la manera que adquiría la voz de ellos a la hora de contar”.
Margarita transitó en su infancia entre la casa de sus abuelos y la de su madre, con ella ubica su fascinación por la parte popular urbana, “eso viene de mi mamá, nos llevaba con mis hermanos al cine para niños de Cinelandia y a ver películas del cine mudo, de Chaplin, Harold Lloyd. En el cine Odeón nos chutábamos el cine norteamericano de los cuarentas, las grandes producciones, también íbamos a la lucha libre, a los cafés de chinos”.

A los 14 años conoció a Sergio, en la secundaria, para conquistarla él copiaba canciones que le regalaba como si fueran poemas propios, a pesar de que ella era muy cortejada por sus compañeros de escuela no pasó mucho tiempo para que fueran novios y a los 16 años ambos, se escaparon de sus casas para casarse. Al año siguiente, el primer hijo, y en los cinco siguientes tres hijas más.
Ella siempre hurgó entre las cosas de su hermano, incluso cuando él se independizó y empezó a comprar libros y armar su biblioteca. Los discos de Ricardo eran un tesoro para ella, en ellos descubrió a The Beatles, The Doors, Janis Joplin y el mundo del rock. También se topó con Serrat y con él, la poesía de Antonio Machado, además de la música de Oscar Chávez, Mercedes Sosa y otros tantos más.
“Tu tío me lleva un año nada más, yo a mis 16 años y él a sus 17 salía a la Zona Rosa, se compraba ropa de época, iba a las tiendas de discos, pero también a comprar libros, fue formando su propia biblioteca de escritores mexicanos fundamentales”.
-También empezó a coquetear, si no es que a militar -no tengo muy claro- con la Liga 23 de septiembre…
“No solo coqueteó, sí estuvo inmiscuido. Como parte de todo este mundo que yo quería descubrir de repente, cuando él ya tenía un lugar en donde vivir de manera independiente a mí me gustaba ir a hurgar, conocer el mundo de mi hermano, desde que vivíamos con mis abuelos, ahí me enteré de sus revistas de Playboy que escondía bajo su camita. Ya después era hurgar y ver sus libros, su música y encontrarme incluso con alguna carta en donde estaban hablando del gobernador Rubén Figueroa (de Guerrero), de una acción ahí. Él se retira de la Liga cuando tiene una pareja y un hijo, ahí decide cortar porque no quiere ningún peligro para ellos”.

Opciones, opciones
Entre las obsesiones de Margarita como madre, estuvo siempre el “buscar opciones” para sus hijos: talleres de arte, natación, gimnasia, eventos culturales, comprar enciclopedias, historietas, revistas, buscar, explorar, inventar.
“Había necesidades sobre todo a la hora de formar una familia, quería que pudieran acceder a otras cuestiones, pero en ese acceder yo también quería conocer, que ustedes conocieran y tuvieran otras posibilidades de aprendizaje, pero no solamente el escolar, sino también el asunto del arte que estuviera cercano a ustedes”.
–Un periodo de influencia significativa en tu ruta de vida, es nuestra llegada a la colonia Independencia, al edificio de Serafín Olarte en el DF, en donde vivían muchos exiliados argentinos; la relación con esos entones jóvenes universitarios familiarmente determinaron muchas cosas…
“Sí, fue realmente muy fundamental también lo que aportaron ellos, pero además eran muy generosos y por su misma situación estaban ávidos de sentir ese apapacho familiar, pero también en el terreno de descubrimientos fue muy importante. Ya era un trato como de familia, de saber de los pormenores de su salida violenta, de sangre allá en Argentina, al verlos decías, estos jóvenes revolucionarios enfrentándose al gobierno y ver dónde ponías eso, como lo metías en el corazón y en la mente, como lo dilucidabas”.
Las charlas, el mate y la tertulia, abrirían paso a conocer más música y autores, amar su poesía y su historia, pero también a Margarita, le hizo mirar de manera distinta a las mujeres y su forma de plantarse en el mundo.
“Cuando empiezo a concientizar, a ver y a fascinarme por la actividad de las mujeres es con los argentinos: Alicia estaba estudiando arquitectura en UNAM, su compañero Marcos ya era filósofo y daba clases, tenían dos hijos pequeños, vivían en un departamentito y tenían una carcachita en la que Alicia se iba a estudiar, a dejar a los niños en la guardería, se organizaban entre ellos para lavar la ropa, atender a los hijos y a mí eso me maravillaba. Cecilia estaba estudiando psicología y se iba a Querétaro los fines de semana, siempre estudiando y tomando mate, todo eso a mí me alucinaba”.
Margarita recuerda también su espina política izquierdosa con el Partido Socialista Unificado de México (PSUM): “yo amaba a la gente del PSUM y buscaba sus actos políticos, acuérdate que cuando estaban chicos, nos íbamos al Parque Hundido, a los eventos que había artísticos, y bueno, a tu papá no le quedaba más que seguirme, aunque obviamente no teníamos contacto directo con gente del PSUM. Yo seguía a Tomás Mojarro en la radio, me gustaban sus comentarios, a Jorge Saldaña, a Manuel Buendía, todo eso que encontraba en la Ciudad de México lo buscaba en la radio, también ustedes lo escuchaban, Radio Educación…”.
-Y por esos tiempos también apareció en tu camino la madre de Omar, amigo de la primaria de Sergio, que era poeta y blusera: Rosina Conde…
“Me maravillé de conocerla, ver los tamaños de Rosina, ir a su departamento y tratarla, ver que era una mujer que estaba escribiendo, pero además era modista y le gustaba el blues, y tenía otra manera de organizarse, ella es de Tijuana, sin tanta atadura, con relaciones más libres, no tormentosas, eso era lo que yo vislumbraba con ella. Sí me fascinó y por ahí me llegó a regalar un librito de la editorial La Máquina de Escribir en la publicó después la que fue también mi maestra narrativa, María Luisa Puga. Ese fue el acercamiento que tuve con Rosina, incluso años después, aquí en Morelia la invité a presentarme un cuadernillo y sí, tuvo la amabilidad de venir”.

Morelia y la literatura
Un año antes del temblor de 1985 en el Distrito Federal, el arribo familiar a Morelia determinaría para Margarita ruta de vida, permitiéndole con los años echar en todo lo ancho su raíz poética.
“Se abrieron otras atmósferas, porque al emigrar de la Ciudad de México y llegar a vivir a Morelia cambió el ritmo que llevábamos, se hizo más lento y entonces alcanzaba el tiempo para hacer una y mil cosas”.
La Casa de la Cultura se volvió pronto un referente en su vida, primero acudiendo a encuentros de poetas y lecturas, luego ya para tomar talleres, inicialmente solfeo no para aprender algún instrumento, sino para sentir la musicalidad, ya luego entraría al taller de literatura del maestro Tomás Rico Cano.
“Yo no me animaba directamente a entrar a alguno y más bien aventé por adelante a tu papá para que entrara al taller del maestro, y ya entonces yo veía qué pasaba ahí. A la par de todos estos relatos yo iba escribiendo, cuando nos venimos a Morelia traía cosas escritas que llamaba mis poemas, que tú papá me los deshizo cuando se los mostré y me dijo que eran así como una cochinada, pero yo seguí creyendo en mí y seguí escribiendo.
“Lotería Cuarto Creciente se empezó a hacer desde que de chiquita iba cargando con algo para escribir mis cosas, tiene la fuerza que tiene porque se fue desarrollando y fue encontrando la manera de que quedara como quedó, como en capitulitos, porque no estaba escrito de otra manera, todavía no encontraba la forma, pero la esencia ya se venía concibiendo al paso del tiempo y en el taller es cuando pudo afinarse”.
Tomás Rico Cano fue un gran impulso para ella, no sólo alentándola sino también situándola en la realidad: “era decirnos, no se sientan dioses ni diosas que no lo son, aprendan; nos llevó obviamente a las formas clásicas y a los autores michoacanos y universales. Aparte, estaban los encuentros literarios ahí en la Casa de la Cultura en donde venían escritores de todo el país, eso fue complementado también lo que estábamos haciendo, se hizo algo muy rico y se empezaron a ampliar los horizontes”.
-Y también vino el hacer colectivo, porque a partir de ahí surge Uandáricha…
“El tema fue por el maestro Rico Cano, él era parte de un trío con Oscar Tapia y con su esposa, armaban recitales de la revolución en donde se leían poemas, algunos eran musicalizados y acompañados por gente que tocaba algún instrumento, después fuimos invitados para ser parte de estos recitales. Luego se formó el grupo literario, donde teníamos mucha cercanía con Los Guitarreros que luego se convirtieron en la Bola Suriana, se hacían las tertulias, tanto literarias como musicales en casa del cuñadito, Roberto Maldonado, y entonces ahí se formó el grupo Uandáricha con tu papá Sergio Monreal, con Roberto, con Alberto Portillo y con Aron Palmerín”.
Ya inmersa en el mundo cultural y literario de Morelia, Margarita descubre que la poeta María Luisa Puga tenía un taller de narrativa por parte de la Universidad Michoacana y decide entrar a él.
“En ese taller estaban los alumnos digamos mayores, estaba Martha Parada, que venía del norte y era de las alumnas aventajadas, muy buena narradora hasta la fecha. A la hora de las críticas, María Luisa Puga te hacía sus apuntes, te dejaba ejercicios, daba algunas indicaciones y hasta ahí, pero la crítica de Martha Parada era ¡agáchense que ahí viene el cuchillo!, ¡tremenda!, así como de ¿qué están haciendo aquí?, vinieron a escribir ¡pues escriban!, utilicen el lenguaje, era ruda, y también era importante tener este tipo de críticas”.

El divorcio implicó en 1987 para Margarita la responsabilidad de mantener y sacar adelante a cuatro hijos, y con ello adentrarse a la vida laboral. Lo primero que hizo fue solicitar trabajo en El Sol de Morelia como reportera, pero ahí le advirtieron que a aquellos que iban iniciando no se les pagaba, aun así aceptó y estuvo por algún tiempo reporteando.
Ya rondándole en la cabeza el querer dar talleres literarios y frente a la necesidad de contar con un salario, logró entrar a ISSSTE-Cultura a trabajar en la Casa del Maestro Jubilado y Pensionado en donde, a partir de los testimonios de los profesores, se editó el libro Por los caminos de Michoacán.
Luego empezarían los talleres de literatura infantil en las catras que dependían del ISSSTE y funcionaban como pequeños centros culturales.
“En este transitar vas conociendo gente y Margarita Cruz en la Casa de la Cultura tenía un programa en el que interactuaban varios talleres para niños, ella estaba a cargo y después se desafana, entonces entra Elba Rodríguez y me invita a sumarme, yo propongo el taller de literatura para niños chiquitos y medianos”.

-Das talleres infantiles en otros lados, incluso en la costa michoacana, también en los encuentros de Hombres Nuevos que organiza Gaspar Aguilera…
“Si, eso fue después. A Gaspar lo conocí en este transitar de los talleres literarios, en alguna reunión que hubo estaba él y pudimos platicar, a raíz de eso me acerqué más a conocer su poesía, a conocerlo a él mismo, empecé a leerlo y me fascinó mucho con sus poemas sobre el tema del erotismo”.
En la obra de Margarita, el erotismo de la mujer ha jugado un papel relevante: “hay como un momento en donde ya el tema se vuelve el centro, porque tiene que ver con las experiencias que uno vive, tuve experiencias amorosas, entrañabilísimas y extraordinarias, y también rompimientos, también llantata y también una serie de cuestiones de ubicarme como mujer con toda esta situación erótica, cómo la acomodas si hay una serie de estereotipos de cómo ser mujer, y decir pues es esto también”.
-Pero además en el proceso, buscabas y abrías ventanas para que se leyeran ese tipo de textos…
“Sí, en ese buscar camino me acerqué por ejemplo a Raúl (López Téllez) que trabajaba creo que en Buendía, le propuse tener una sección sobre erotismo y recuerdo que me dijo que no creía que el director estuviera muy de acuerdo, pero el vínculo quedó y ya que él estaba en Cambio de Michoacán hubo la posibilidad de colaborar; también estuve participando en su revista Aquí. Pero fue con Don Pepe (José Mendoza) en Jitanjáfora donde salió ‘El erotismo y sus maneras’ para abordar temas más abiertamente sobre este tópico”.
Culturas Populares se atravesó en la vida de Margarita y llegó para quedarse en ella durante tres décadas. Ya en la Ciudad de México ella sentía una fascinación especial por esa institución, al visitar las exposiciones de su museo percibía que ahí pulsaba vida.
En Morelia entra a la Unidad de Culturas Populares cuando el director era Gaspar Aguilera, aunque con su antecesor en el cargo ella había empezado a dialogar sobre la posibilidad de laborar ahí con un proyecto para niñas y niños.
En Culturas Populares desarrollaría un trabajo como investigadora de temas relacionados con la cultura suburbana, con publicaciones como Graffiteros de Morelia, y Nuevas identidades en la ciudad de Morelia: Las jóvenes en la contracultura.

En su andar literario, ha publicado los poemarios Asómate a mi ventana, La dimensión de los cuerpos, Entrega para hombres de sal, La imagen en el agua y De cara caracol.
La lucha por seguridad laboral en la Casa de la Cultura, le permitió a Margarita no sólo conquistar certeza en la materia, sino también al correr de los años derivó en que impartiera -durante casi una década- el taller de literatura en el que se inició con Tomás Rico Cano.
“Yo siempre le tuve un cariño muy especial a la Casa de la Cultura y obviamente a su cúpula que tiene una placa dedicada a mi maestro Rico Cano, era emblemático, cada tanto iba y casi, casi ahí me hincaba, y ya cuando se me da ese espacio para que yo trabaje, que sea ahí donde dé el taller, fue verdaderamente magnífico y muy significativo. Pero ahí ya habían pasado a dar también taller para adultos, el maestro Francisco Javier Larios, Marco Regalado, Ramón Lara, después yo ya me integro ahí a darlo”.
Margarita recién se jubiló de dar su taller de literatura en la Casa de la Cultura, pero antes de hacerlo se planteó un reto que por momentos resultó titánico: devolver a la Cúpula la mesa redonda en la que Rico Cano impartía su taller y que estaba embodegada en uno de los tantos rincones del inmueble.
Los cambios de administración y el movimiento de oficinas de la Secretaría de Cultura afectaron por años el lugar en el que ella impartía el taller, moviéndolo de un lugar a otro dentro de la Casa de la Cultura, hasta que finalmente logró que retornara a su sitio de origen: la Cúpula. Pero aún faltaba el detalle de la mesa, para el cual Margarita determinada puso manos a la obra, tocó las puertas que hubo que tocar, hartó a quien tuvo que hartar, y logró financiando con su propio bolsillo -para contratar a cargadores- que el pesado tablón volviera a su lugar de origen. Fue entonces que pudo retirarse satisfecha.

Reprimenda para cerrar
La entrevista cierra con reprimenda, una que era previsible conociendo de toda la vida a la poeta y su opinión al respecto, pero el desliz está hecho y las preguntas soltadas al hilo: ¿Por qué todavía la poesía? ¿Qué sentido tiene en una realidad como la que vivimos? ¿Para qué? ¿Sirve de algo? ¿Cambia algo?
“No, y jamás va a servir para nada porque no es servidumbre de nadie, el arte no es servidumbre de nadie, el arte que sirve a alguien ya no es arte, se corrompe, y eso es enseñanza de maestros a través del tiempo. La poesía no es servidumbre de nadie.
“La poesía y el arte son fundamentales para la existencia, se abren paso y brotan en las chicas que están haciendo slam, en los jóvenes que están rimando en el hip-hop, son caminos para encontrarse con la poesía, o los chavos que están grafiteando y descubren figuras, formas, imágenes, esos son caminos del arte. Tiene sentido que unos poetas se reúnan en un estado para hacer resonar su poesía y ver hasta dónde llegan esos ecos, mientras en otros lugares las personas se movilizan para visibilizar el hartazgo por las muertes, por los desaparecidos, con veladoras, zapatos y llanto, ¡claro que tiene su razón de ser!, y si, hasta en esos movimientos hay un acto poético”.

