Regla de Tres

Los pecados de nuestros padres

“Pasa la mayoría de sus días en los bares de Manhattan y Brooklyn, duerme en un modesto hotel, y aunque no tiene licencia de detective, no le falta trabajo debido a su reputación en el mundo policiaco y delincuencial que lo precede.”

Lawrence Block (Búfalo, New York, 1938), es uno de los escritores de novela negra más prestigiados y con mayor trayectoria en la actualidad. Aunque su obra se centra principalmente en el género noir, no se limita a él, también es un prolífico escritor de thriller y hasta de novela erótica, siempre utilizando seudónimos para distinguirse de sus libros del género negro.

Block ha sido galardonado con innumerables premios, entre los que destacan el premio Edgar Allan Poe, del que ha sido ganador en cuatro ocasiones, y en 1994 fue nombrado “Gran maestro” por la asociación Mistery Writers of America. Entre sus obras más destacadas se encuentran las novelas “duras” de misterio protagonizadas por el investigador privado Matthew Scudder, el cual protagoniza la novela que recomendamos en esta ocasión en esta Zona Oscura de Regla de 3, Los pecados de nuestros padres (RBA Libros, 2014).

Matthew Scudder es cuarentón y es alcohólico, recientemente abandonó su puesto como detective en el departamento de policia de Nueva York, y se separó de su esposa, dejando con ella a sus dos pequeños hijos. Pasa la mayoría de sus días en los bares de Manhattan y Brooklyn, duerme en un modesto hotel, y aunque no tiene licencia de detective, no le falta trabajo debido a su reputación en el mundo policiaco y delincuencial que lo precede. 

Cuando fue detective se distinguió como un gran investigador, leal, eficiente, y muy duro, por ello, ahora sobrevive de pequeños “favores”, así les llama él, resolviendo casos que ni la policia ni agencias bien establecidas de detectives quieren tomar.

En el Nueva York de los años setenta, el crimen está al alza; robo, tráfico de drogas, trata de blancas, asesinatos y extorsiones son moneda corriente. Scudder se mueve con soltura en ese mundo, siendo sus servicios muy solicitados tanto por ciudadanos comunes como por antiguos colegas de la policia que desean resolver casos evitando trámites y protocolos.

Cale Hanniford es un hombre grande, macizo, en la cincuentena, se citó con Matt Scudder en uno de los bares que el ex policía frecuenta, la cita la propició el teniente Koehler de la policia de Manhattan. Hanniford acaba de perder a su hija veinteañera, brutalmente asesinada por su ex pareja (al menos todas las evidencias apuntan a ello). El mismo día del crimen se detuvo a Richard Vanderpoel, quien deambulaba por la calle ensangrentado y en estado de shock, se le identificó como quien compartía vivienda con Wendy Hanniford y se le detuvo como presunto asesino.

A los pocos días de su detención, y antes de que comenzara el análisis de las pruebas, Vanderpoel fue encontrado ahorcado en su celda, en un aparente acto de suicidio. Todo esto se lo expone Scudder al Sr. Hanniford, indicándole que es un caso cerrado y que ya no hay nada que investigar. Sin embargo, el padre de Wendy quiere indagar acerca de la vida de su hija, quiere tratar de comprender las circunstancias que propiciaron el crimen, necesita conocer los “porqués” más que los “cómos”; Scudder intuye que detrás de este afán del Sr. Hanniford hay una gran dosis de culpa y deseo de expiación. Después de tomar tres “cafés corregidos con Bourbon”, Scudder acepta encargase del asunto y acuerda una tarifa para comenzar a escudriñar el pasado y las circunstancias que rodearon el asesinato de Wendy Hanniford.

Scudder es un hombre meticuloso, traza una hoja de ruta y comienza a interrogar a todos aquellos que fueron cercanos tanto a Wendy como a Richard, incluyendo a los familiares. Poco a poco, se va revelando un escenario con demasiados vacíos y preguntas sin respuesta en la vida de ambos jóvenes, ambos estaban distanciados de sus familias y su contacto era muy esporádico. Scudder descubre que Richard era hijo de un pastor protestante famoso por sus sermones intimidantes y su ortodoxia, su madre se suicidó cuando era un niño pequeño y todo indica que era homosexual. Matt también descubre que Wendy no era hija natural del Sr. Hanniford y que tenía una vida licenciosa, todo esto lo hace buscar con mayor detalle para entender cómo era la relación entre ambos jovenes fallecidos.

La trama transcurre entre pequeños restaurantes y bares en donde Scudder pasa los días. La descripción minuciosa de los personajes, y los diálogos son una delicia, el autor nos sumerge en un submundo triste y solitario, habitado por personajes desencantados y marginales, pero que conservan un peculiar sentido de la dignidad y de la solidaridad, conocemos a prostitutas entrañables, a soplones de la policia, y a insignes personajes del ambiente gay neoyorquino de los setenta. Scudder utiliza todas sus habilidades lícitas e ilícitas, para obtener información, cobra viejos favores y retribuye otros, y en medio de esto, se da tiempo para visitar iglesias, costumbre que adquirió al dejar a su familia, las visita no por un afán religioso o místico, sino por la soledad y tranquilidad que le brindan, la cual le es propicia para ordenar sus pensamientos y dialogar con sus demonios; los responsables de su salida de la policia y del abandono a su familia.

Scudder es un hombre muy solitario, su principal compañía es el alcohol y alguna prostituta conocida de manera esporádica, pero aún mantiene intactas sus habilidades de investigador y una intuición formidable, que a pesar de no tener conocimientos formales de psicología, le brinda herramientas para ver más allá de lo evidente, y leer entre líneas a sus entrevistados: años de interrogatorios a todo tipo de criminales le permiten hacerlo.

Lo que va descubriendo de la vida de Wendy y Richard es muy inquietante, descubre que el terrible asesinato de Wendy y el posterior suicidio de Richard, son solo la punta de un iceberg que hunde su cuerpo en el pasado de ambas familias, sus indagaciones van dando sentido a una historia muy sórdida y oscura, la cual no se puede permitir ignorar, y, por lo tanto… Decide actuar.

Los pecados de nuestros padres ofrece un formidable retrato de los bajos fondos neoyorquinos de los años setenta, nos hace recordar imágenes de las icónicas películas policiacas de esa época: “Contacto en Francia”, “Serpico”, “Fort Apache”, y al amalgamar esta memoria visual con una historia estupendamente bien contada, tenemos una formidable novela que cumple con creces su cometido.

No duden en leer esta novela; no se arrepentirán.


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