Atrás de las cifras avasallantes, queda en duda definir si habrá una Presidencia con margen de maniobra para enfrentar las varias crisis que enfrenta el país
Regla de Tres
El retorno al presidencialismo y su soporte, la sobrerrepresentación en el Poder Legislativo, es lo que nos dejan las cifras de la votación del pasado 2 de junio y que otorgan una victoria aplastante al oficialismo de la Cuarta Transformación a través de Morena, Partido del Trabajo y Partido Verde Ecologista de México.
Resta aún analizar los mecanismos que operaron en lo que para algunos es una “elección de Estado”, con el avasallamiento de una oposición que mostró más flaquezas que fortalezas y que lejos de corresponder a los reales intereses del electorado, no fue sino la cancha donde los líderes del PRD, PAN y PRI actuaron igual que siempre, a favor de sus intereses y de sus camarillas, cuando es obvio que México requiere de una oposición real, alejada de personalidades obtusas y con un acompañamiento a las demandas sociales. La baja votación alcanzada por el PRI y el PRD, con la extinción de éste último, reflejan este rechazo ciudadano.
Atrás de la ya previsible victoria de Claudia Sheinbaum a la Presidencia de la República, impulsada por el presidente Andrés Manuel López Obrador en su papel de jefe de campaña, los retos que le dan los 35 millones de votos alcanzados será que los mismos se reflejen efectivamente en la fuerza y decisión para atender las necesidades urgentes del país, léase crisis humanitaria, de inseguridad, de emergencia económica, donde los saldos son cruentos con más de 100 mil desaparecidos y en donde “los abrazos, no balazos” han fortalecido la presencia del crimen organizado en todos los ámbitos, como lo demostró la elección misma en el país con 37 candidatos asesinados y sus particularidades en Michoacán con el caso de Tiquicheo.
Pero hay visos de que podría no ser así gasta el momento, dadas las primeras señales que ya se encendieron apenas casi que cerrados los cómputos del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP). Por un lado, el capital especulativo, que se reflejó de inmediato en la caída del “superpeso” y en la Bolsa Mexicana de Valores, contención de inversiones que prendieron los focos rojos en el equipo de la morenista y le diera entrada para “garantizar” que su gobierno no tendrá cambios en materia económica, aunque los recelos del sector económico y financiero estriban en el empeño por concretar las reformas anunciadas desde el 5 de febrero, el aniversario de la Constitución, por AMLO.
Las reformas que prenden alertas son las del Poder Judicial, la electoral y la que eliminaría o limitaría a los órganos autónomos, y que en su campaña la ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México fue reiterativa en insistir en que se llevarán a cabo. El discurso que refuerza esta voluntad no vino tanto de la candidata ganadora -quien llegó a decir que las elecciones eran “mero trámite”-, una vez consolidadas las tendencias a su favor, sino de AMLO mismo, quien no obstante los discursos de la morenista de que sería una encuesta “al pueblo” la que determinaría las mismas -y que luego cambió en su discurso para decir que sea Morena quien levante la muestra-, ya anticipó que quiere concretarlas en septiembre, en el periodo final de su mandato, dado que Sheinbaum asume el poder el primero de octubre.
Estas apreciaciones con distinto tono entre AMLO y Sheinbaum, también preocupan dado que se ve que más allá de la retórica sobre la continuidad de la 4T, lo que parece imponerse es un poder del que se va atrás de quien llega y que retoma con un poder avasallante -el que le dan los votos más allá de los que logró el propio tabasqueño en el 2018-, tentaciones que se consideraban superadas: en principio el presidencialismo que huele a PRI, una sobrerrepresentación que con la mano en la cintura le permitirá al grupo en el poder actuar como a su antojo y una tentación a ejercer un autoritarismo que ya le ha sido señalado al sexenio de López Obrador y que ejerce cada día desde su “mañanera”, esquema que seguramente también mantendrá su fiel sucesora.
Más allá de las expectativas que deberán confrontarse con su correspondiente realidad y que se verán una vez que asuma la nueva administración, lo deseable para México es una sana distancia y plena autonomía de quien ejerza la Presidencia, que la misma vuelva a descansar en el mandato constitucional, republicano, con un ejercicio de gobierno para todos los sectores sociales y un avance hacia el desarrollo que no descanse en las “bondades” de programas sociales manejados electoralmente -como se vio en los resultados de las urnas, donde 6 de cada 10 electores eran beneficiarios de los mismo-, y alejar la amenaza de un militarismo que parece no preocupar a nadie.