En contra de un discurso oficial que auguraba una participación mayoritaria, la elección del Poder Judicial no pasó la prueba de la democracia
Regla de Tres
Este primero de junio la denominada elección judicial cerró en definitiva la división de poderes en México, en un proceso derivado de una reforma judicial impuesta por los criterios cuatroteístas establecidos por Manuel López Obrador.
El hecho de que una inmensa mayoría de electores haya ignorado un proceso que ha transcurrido bajo los criterios del poder y su partido, Morena, es una prueba irrefutable del fracaso del discurso del régimen, ese que habla de la voluntad de un pueblo bueno y sabio como el que alumbra y guía las voluntades supremas del país, incluido ese triunfalismo con el que pretende curarse de sus fracasos, tal y como lo expresó Claudia Sheinbaum Pardo la noche del día primero: “¡Fue un éxito!”, discurso que ya replican sus huestes al pretender sostener lo insostenible.
El fracaso de uno de los ejes de la 4T y lo que se auguró como una elección de Estado, finalmente fue derrotada por los números que se reflejaron en votos, un 13 por ciento de un padrón integrado por 99 millones de mexicanos.
Lo que tramaban los gobiernos y partidos aliados al reclamar su presunto derecho a participar en difundir la elección judicial, se concretó con los “acordeones” que guiaron desde la esfera del poder el llenado de boletas, no obstante los costos económicos y de cohesión social que se advertían con riesgos de afectar la estructura de un poder con intereses políticos y hasta del crimen organizado.
Lamentable episodio el que se vivió y que logró el que fuera “histórica” e “inédita” esta jornada electoral, aunque no bajo los criterios de las fanfarrias desde Palacio Nacional y replicadas por los gobernadores -como Alfredo Ramírez Bedolla, que se asumieron como autoridad electoral al salir a decir antes que el INE o el IEM que las elecciones habían sido un éxito-, sino por los resultados concretos que dejó: una participación minoritaria, lejos del pronóstico oficial de un 30 por ciento, la elección con menos votos en la historia del México contemporáneo y de los que aún resta saber cuántos fueron nulos, además de destacar que en el estado apenas se registró un 10 por ciento de participación. ¿Cuál éxito?
Desde la integración de candidaturas por los comités de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, era obvio que se dejaba fuera la visión de especialistas sin pensar siquiera en el interés ciudadano, situación que se confirma con el avance en Michoacán de los candidatos planteados en los acordeones y designados desde los tres poderes, como también ya ocurre en los aspirantes a encabezar la Suprema Corte de Justicia de la Nación y como ocurrirá seguramente en los demás cargos.
Algo queda de los números de la elección-designación que debe dejarnos una reflexión: si esa minoría de participantes, tendrá un reflejo en el comportamiento electoral del 2027, entonces podría decirse que se está fraguando una conciencia ciudadana o cívica de rechazo al discurso autócrata que se nos pretende imponer.
Y la otra, el pueblo bueno y sabio no votó, sólo marcó las boletas con los números que les dieron en los “acordeones”, así que no decidió como no decidió un amplio sector que aunque interesado en el tema de la renovación del Poder Judicial, se entrampó con las dificultades que implicaba desentrañar entre tantas candidaturas y su reflejo en las boletas.
Debe preocupar sin embargo la pretendida imposición con un discurso que desde el poder busca hacer creer que se está en lo correcto, que quienes critican son conservadores o prianistas y no están en “el lado correcto de la historia”, ese que normaliza la presencia militar en todos los ámbitos, incluidas las sesiones del INE.
La terca realidad es la que persiste ante la avalancha que se viene: un país dividido, violento, sumido en la desigualdad y en el atraso político, ese país tendrá que enfrentar el nuevo orden jurídico que se supone resurgirá en México a partir del 15 de septiembre.
Ahí se comprobará que tan sólidos serán los argumentos de quienes invocaron a los nuevos ungidos y donde se hizo a un lado la preparación, la experiencia y la probidad como elementos para presuponer ese otro Poder Judicial que sigue y seguirá siendo necesario hasta en tanto no recupere su independencia total, como criterio y condición democrática.