El 30 de enero de 2020, la OMS declaró como una emergencia de salud pública internacional el brote del SARS-CoV-2 y hasta el 11 de marzo asumió que era una pandemia
Ivonne Monreal
Una pulmonía anómala detectada en una ciudad desconocida hasta entonces ubicada en el centro de China dio origen a un suceso de proporciones planetarias, nunca antes visto fuera de las pantallas de cine y de sus películas de catástrofes biológicas. La covid arrasó en tres años con más de 20 millones de vidas por todo el mundo.
El brote surgió a finales de 2019 en Wuhan, capital de Hubei, en China, cuyas autoridades intentaban ocultar la progresiva expansión del virus. Personal médico y ciudadanos, alertaban de la gravedad del problema transmitiendo en las redes sociales imágenes de hospitales en colapso, gente pidiendo ayuda desde los balcones, caos.
El 31 de diciembre de 2019, las autoridades sanitarias de China notifican a la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la aparición de varios casos de una misteriosa neumonía que en pocos días se había transmitido a 41 personas de una ciudad de 11 millones de habitantes.
Los primeros infectados de aquel extraño virus, laboraban en un mercado de mariscos de Wuhan, razón por la cual se planteó la hipótesis de la participación de animales vivos en la cadena de transmisión; sin embargo, las investigaciones realizadas durante y tras el ápice de la pandemia, no han confirmado ese supuesto ni arrojado un resultado preciso sobre el origen de la enfermedad.
El 9 de enero de 2020, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de China (CDC) identificó un nuevo coronavirus, que de modo provisorio se denominó 2019-nCoV. A cinco días del anuncio, aparece el primer caso fuera de China, en Tailandia; se trataba de una mujer que había viajado desde Wuhan. Los contagios se incrementan y arriban a Corea del Sur y Japón.
Vecinos los festejos del nuevo año que China realiza en febrero, millones de pobladores de Wuhan abandonan la ciudad para celebrarlo dentro o fuera de su país. Llega el 20 de enero, las autoridades sanitarias chinas afirman que el virus se transmite de persona a persona, pero tanto ellos como la OMS siguen subestimando las señales de alerta.
Inicia el confinamiento en Wuhan y otras regiones de China el 23 de enero, la población debe permanecer en casa y endosar la mascarilla. Los contagios crecen y uno de los primeros países a los que golpea con fuerza es Italia, donde el 30 de enero se anunció la cancelación de todos los vuelos provenientes del país de origen del brote. Un día después detectan los dos primeros casos, una pareja de turistas chinos.
Aquel 30 de enero de 2020, la OMS declaró como una emergencia de salud pública internacional el brote del SARS-CoV-2 (bautizado como COVID-19 el 11 de febrero de ese año) y no sería sino hasta el 11 de marzo que, tras haber evaluado los niveles de gravedad y la difusión mundial de la infección, que asumen que se trata de una verdadera pandemia.
Los extremos en la emergencia
Poco a poco el contagio se esparce por el mundo, las reacciones se polarizan de país en país, de ciudad en ciudad, de hogar en hogar, del macro al micro. Unos no creen, otros están convencidos, muchos más no aciertan a tomar posición.
Y mientras hay quienes se apresuran a contener sus efectos implementando zonas rojas o suspendiendo las actividades de masa, culturales o escolares, los líderes de las principales potencias mundiales toman posiciones, analizan sus estrategias de cara a los efectos económicos que tal fenómeno arrastrará consigo.
En la cúspide de los extremos, el entonces presidente norteamericano Donald Trump sostiene que la pandemia es una broma del Partido Demócrata y que un día como otro desaparecerá como por milagro; incluso no descarta que una opción para tratar a los pacientes sea inyectarles desinfectante. Su homólogo inglés, el exprimer ministro Boris Johnson, anuncia que su plan será alcanzar la llamada “inmunidad de rebaño” y sugiere a sus ciudadanos resignarse a la idea de ver morir a sus seres queridos.
Estados Unidos se pone a la cabeza de la lista por número de víctimas de contagio y sus muertes superan a las víctimas de la Guerra de Vietnam. En aquel escenario el gobierno norteamericano acusa a China de haber fabricado el virus en un laboratorio, sin pruebas que lo sustenten. Se percibe en ese contexto que la pandemia traerá además consigo profundas consecuencias internacionales a nivel geopolítico.
La carrera por encontrar el antídoto inicia. El presidente ruso Vladimir Putin anunció en agosto de 2020 el registro de la primera vacuna a la que nombró Sputnik V; farmacéuticas como Pfizer y Moderna apuran la confección del biológico que arribará para noviembre con la primera suministración el 8 de diciembre de 2020. Ambas vacunas serán las más difundidas; también tendrán un papel protagónico las de AstraZeneca y Johnson & Johnson, la primera puesta a prueba por su vinculación con casos de trombosis.
La vacunación se extiende a lo largo de 2021, no sin resistencias por la obligatoriedad de la medida. Los contagios bajan. Surgen nuevas variantes. La emergencia concluye después de tres años. La OMS declara el 3 de mayo de 2023 que la covid no se califica más como una emergencia global, que los siete millones de muertos que le fueron reportados son solo una parte de una estimación total de 20 millones de pérdidas en vidas humanas