En la catedral de Morelia, familiares y amigos rinden memoria al exlíder de autodefensas a un año de su asesinato, sabedores que la impunidad ha sido la gran compañera de su caso
Patricia Monreal
Un pequeño cortejo es recibido por el solemne silencio que suelen albergar los templos. Es de tarde y las imponentes campanas de la Catedral de Morelia han dado el último aviso para la misa sabatina que ha de celebrarse a las 17:00 horas.
Los hermanos de Hipólito Mora acuden con otros familiares y amigos a recordar a quien hace un año –el 29 de junio de 2023- fue asesinado de manera brutal en su tierra, La Ruana, allá en el municipio de Buenavista no bien cumplida una década que se levantó con pobladores del lugar para crear grupos de autodefensa y así, hacer frente a la delincuencia organizada que asola la región.
Guadalupe camina al lado de otro de sus hermanos, el cual, se percibe más chico que él por su fisonomía y también por ésta, al verlo pareciera observarse al propio Hipólito encabezando el cortejo que lo rememora.
Una fotografía con el rostro de Hipólito es colocada en las escaleras ubicadas al quicio del altar principal, en el retrato su mirada fija pareciera observar a distancia la escena, atestiguando los rostros, la homilía, la comunión y el rocío de las gotas del agua con el que su imagen es bendecida por el sacerdote oficiante.
“Para cristianos como Hipólito la muerte no existe”, asegura el clérigo con quien el exlíder autodefensa se confesó por última vez, luego de muchos años de no hacerlo. Agrega: “Hipólito fue un hombre sabio, su gran secreto fue el amor, siempre como paladín de la justicia supo caminar en la vida, al servicio de su familia y su comunidad”.
Algunos hombres permanecen de pie, a cierta distancia, se intuye son quienes cuidan a Guadalupe para que pueda transitar protegido pues sobre él pesan también amenazas de muerte que recibió tras el asesinato de su hermano.
“Hay que morir para vivir” cantan los feligreses tras la invitación del sacerdote para recordar con amor y agradecimiento a Hipólito “porque supo dar la vida”. Después los convoca a orar por la paz y para acabar “con todos estos males como la corrupción la impunidad, el secuestro y la violencia”.
Con los brazos en alto los hermanos de Hipólito recuerdan su memoria entre oraciones, mientras algunos devotos ajenos al cortejo observan con curiosidad la escena, sumando sus rezos a los de la familia.
Tras la misa, Guadalupe emite algunas declaraciones recordando la falta de justicia en el caso de su hermano con la detención sólo de dos personas, sin tocar aún a quienes considera de mayor peso y responsabilidad.
Refiere cómo la inseguridad sigue azotando la región por la que luchó Hipólito, la cual, ahora es asolada con ataques vía drones cargados de explosivos, así como con detonaciones de dinamita para destruir los puentes de acceso de los pobladores de La Ruana a sus huertas de limón y a las tierras en las que alimentan a su ganado.
Guadalupe Mora reitera en señalar al gobernador Alfredo Ramírez Bedolla de estar vinculado en los hechos por los que su hermano perdió la vida, incluso sostiene que el Senado de la República debería mandarlo llamar para que rinda cuentas.
Entre declaración y declaración se da tiempo de recordar cómo era su hermano mayor, “algo regañón”, asegura.
A unos pasos del café que Hipólito solía frecuentar en los portales del centro moreliano, Guadalupe acepta ser fotografiado con transeúntes que le piden una imagen con él, tal como ocurría con su hermano.
Familiares y amigos de Hipólito buscan se instale en Morelia un monumento en su memoria, una posibilidad es la Plaza de la Paz, esa que alberga ya un memorial a periodistas desaparecidos y un mural para recordar a las mujeres víctimas de feminicidios, pero aún no está definido.
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