Para el fotógrafo que busca reflejar situaciones de subversión en el espacio público, hay que estar “en el otro polo”
Raúl López Téllez
“El beso”, de Robert Doisneau, fue el jalón -“la intuición”-, que enlazó el interés de Gerardo Morales (Monterrey, 1984) o Juan de la Cosa hacia la fotografía. Tenía siete años de edad cuando descubrió esa imagen de dos amantes adheridos con pasión a sus bocas en una calle de París.
“Esa foto famosa tenía mucho de los elementos que me siguen llamando visualmente la atención, el carácter intempestivo primero, muy espontáneo, el blanco y negro, el barrido, contexto en la ciudad, el carácter furtivo que tiene esa foto, el beso visualmente robado”.
Egresado de la Facultad de Filosofía de la Universidad Michoacana, afirma que al concluir los estudios estaba en la búsqueda de “un lenguaje con nuevas posibilidades, acercarme al objeto, a lo otro desde otras maneras… Me parece que la imagen tenía esa capacidad de provocarme y al mismo tiempo generar un tipo de lenguaje que me llamaba la atención”.
Así llegó a las imágenes y concretamente al acto fotográfico concentrado en la calle, donde descubrió “cosas que los slogans no me dejaban ver”: la cantera rota, sucia, basura, y donde también busca un equilibrio entre la imagen y una postura filosófica, “no sé si mis fotos lo logren del todo”.

-¿Y por qué la calle?
“La calle me ha fascinado… En las ciudades donde he vivido me encanta caminar, trotar la calle, me resultan muy interesantes las aglomeraciones, el ruido, los colores, fui dejando las ciudades grandes para venir a una pequeña, como Morelia, porque el ruido me pareció excesivamente ruidoso (ríe), pero ahora la empecé a gozar de otra forma, más pausada y eso fue lo que terminó atrapándome de Morelia. En la calle encuentro todo lo que visualmente me llama más la atención, no necesito meterme a crear algo distinto a lo que la calle me puede otorgar”.
-La calle tiene elementos de subversión que considero capta tu trabajo y que implica visibilizar a los personajes que la habitan fuera de lo convencional…
“Hace un par de años, el slogan de ´Morelia Brilla´ (del alcalde de la capital estatal), me llamaba mucho la atención, porque mis ojos observaban algo que los sloganes no me decían, que no me permitían ver. Por más que el alcalde me dijera que Morelia brillaba yo veía una cantera rota, negra, azul, sucia, descuidada, violenta, sangrada, salpicada de basura, yo veía algo que no era, era solo una parte de lo que podía estar delante y muchas veces las obviamos, las hacemos a un lado o no nos interesa verlas, les damos la espalda, entonces empecé a crear todo un cuerpo de trabajo alrededor de esta idea de meterme en espacios donde la cantera no era rosa, estaba rota, negra y no brillaba, había violencias, sangre, desesperación, etcétera… Fue el primer atisbo, la primera grieta que empezó a dirigir mi trabajo hacia otros escenarios de la ciudad”.

-Los personajes nocturnos…
“La noche me llama poderosamente la atención. En la noche ocurren realidades que queremos seguir ocultando, la mayoría de las cosas que ocurren fuera de la luz y me interesa ponerle ojo para hacer ver que existen esas otras situaciones. La oscuridad es un elemento simbólico muy interesante, oculta, tiene la capacidad de revelar partes que están presentes pero que no siempre tenemos el deseo de verlas… La fotografía es un acto político, que apunta hacia lo que debe ser vIsto”.
-Esta tendencia de fotografía de calle, ¿tiene solidez en México?
“Creo que sí. Siempre lo ha habido, pienso en Héctor García Cobo, un poco (Enrique) Metinides. No somos completamente innovadores, siempre hay tradiciones. Últimamente por el auge de dispositivos electrónicos que traemos para hacer foto, también por el abaratamiento de las cámaras que le permiten a cualquier persona tener una herramienta que haga imagen, si se ha puesto de moda, en el sentido de que hay mucha repetición de muchas cosas parecidas, por moda, de cosas ya hechas, pero también dentro de todo eso, siempre hay un destilado, fotógrafos que destacan, que su ojo es innovador, perspicaz, receptivo y terminan dándole cierta dirección a la fotografía. En México, los fotógrafos de calle se están conjuntando en colectivos, la gran mayoría en la Ciudad de México, pero hay muy honrosas excepciones en Querétaro con el segundo festival de fotografía callejera.”


Ante el retrato en medios de gente que vive de la caridad y se explote con visión de reflejar presuntamente la calle, el fotógrafo opina que “es abusivo y visualmente pobre hacerle foto a gente en situación de calle, porque el trato que se le debe otorgar a cada persona ocupa desafortunadamente el escalafón más bajo de una sociedad que no debería nunca pisotearlo, me parece que la lectura debería ser otra. No respetaría a un fotógrafo que haga eso, tiene una lectura muy pobre, muy deshumanizada…”
Lo que hace interesante a la foto de calle, explica, “está en el vértice de dos maneras de acercarse a los motivos visuales y que queda en medio. Por un lado está la foto documental de largo o corto aliento, hay un esfuerzo sostenido de contar una realidad visualmente a través de fotografías, como a través de un texto. La otra sería el reportaje o el fotorreportero, un esfuerzo donde aunque también se hace foto de calle, su motivación es otra, mostrar determinada noticia, evento, cierta circunstancia concreta. Para mí la fotografía de calle está en el punto de en medio porque no debe intentar bajo ninguna circunstancia, retratar, copiar la realidad tal cual es, me parece que el fotógrafo de calle tiene que construirse y construir un lenguaje autónomo, dependiente, que permita comunicar sus propios intereses y motivaciones, sus deseos sus odios y sus anhelos, visualmente. Para mí el fotógrafo de calle, es cuando vemos una foto que a mi me dice más sobre la persona que sobre el objeto mismo que está fotografiando, interpreto más sobre la biografía del autor, que de la fotografía, del objeto mismo. La fotografía de calle es siempre estar levantando tu voz, como se dice en filosofía, es afinar tu ojo en este caso, para plasmar ´esto es lo que yo digo´, cosa que el reportero no hace y en ciertas circunstancias el documentalista tampoco. El fotógrafo de calle está en el otro polo”.





