Regla de Tres

Indígenas: de la comunidad a los EU

Además de las carencias económicas, la inseguridad orilla a acogerse a la nueva modalidad para entrar al vecino país, solicitar asilo político

La migración de indígenas a los Estados Unidos conlleva varios elementos: se asume como decisión comunitaria, busca mayor estabilidad laboral a través de contrataciones, se trasladan costumbres y culturas y en los últimos años, el éxodo es una ventana para huir de la inseguridad y las amenazas de los carteles del narcotráfico hacia sus comunidades.

En números, son alrededor de 150 mil indígenas de Michoacán -mayoritariamente purépechas-, los que han migrado al vecino país del norte, señala Casimiro Leco, catedrático e investigador del Centro Nicolaita de Estudios Migratorios de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Un flujo que no es nuevo, inició mientras en México ocurría la Revolución y a la fecha no ha cesado. Su dinámica depende de la intensidad de las políticas migratorias que impongan los gobiernos estadounidenses, que en el caso del recién iniciado de Donald Trump, el especialista confía en que haya una flexibilización, “al padecer efectos ya de la falta de mano de obra” y donde como primeras consecuencias ubica entre 25 y 40 los primeros migrantes indígenas deportados.

“No vamos a tener datos tan pronto, porque son hechos que están transcurriendo al día y los vamos a tener en el primer semestre o a fin de año”, estima respecto a estos flujos de deportación en los pueblos originarios.

En términos generales, reitera lo que se ha señalado sobre la falta de certeza estadística en el fenómeno migrante, aunque alude a que en los Estados Unidos de Norteamérica radican 16 millones de mexicanos, de los que cuatro millones son michoacanos y dentro de estos, hasta un 40 por ciento son población indígena, incluidas no sólo la raza purépecha sino de las otras etnias que habitan la entidad: otomíes, mazahuas y nahuas.

“La migración es impredecible. A pesar de lo que está pasando en Estados Unidos, la gente sigue ilusionada”, indica, al destacar que EU optará por flexibilizar sus medidas: “Lo que esperamos es que vuelva a haber una negociación y que en vez de que sean 250 mil contratados para visa H2A para el sector agrícola o la H2B para el de servicios, haya una migración controlada, de manera temporal, que se garantice la seguridad”.

Migraciones han ido y venido desde las comunidades hacia el sueño americano. | Fotografía: Logga Wiggler | Pixabay

Migrar, decisión comunitaria

Destaca el caso de Comachuén como una de las comunidades que se distinguen por tener una migración contratada con visas H2A para trabajadores agrícolas. “Por ejemplo, ahí hay un patronato que se ha formado en esta década, y que va teniendo cada vez más contactos con las empresas y hoy estamos hablando de 450 a 500 personas que se van cada año de manera temporal a trabajar en los campos agrícolas a Elba, Nueva York. Eso habla en el caso de una comunidad específica, cómo va avanzando la migración contratada, pero lo mismo está sucediendo en otras comunidades, no tan organizada como ahí”.

El proceso de contratación en Comachuén, refiere, “pasa incluso por el Consejo de Bienes Comunales, tiene que haber un aval, cartas de referencia por los familiares para poderlo recomendar, que no se queden a vivir en unión libre (en los EU), porque ese es el otro asunto de la migración, la desintegración familiar, todas las consecuencias que hay de la migración”. Son estas asambleas comunales las que deciden “quiénes van y quiénes no van, es decir, están cumpliendo con responsabilidades con la comunidad y están cumpliendo con la familia.”

El esquema, señala, permite las reconfiguraciones familiares ante fenómenos de la migración como el abandono familiar y sus consecuencias en los jóvenes como pueden ser el alcoholismo y la drogadicción.

En Sevina y Cherán, también en la Meseta Purépecha, dice, hay un flujo migrante también contratado. “En términos numéricos, son más la gente de Cherán contratada, alrededor de 800 personas”.

Otro rasgo que destaca es que “cuando vuelven los migrantes, ellos tienen que aportar para obras de la comunidad. En Comachuén, que están organizados internamente, están por inaugurar una biblioteca municipal que les exigió la propia comunidad, pero también un aula. En el caso de los de Cherán, emigran, regresan y participan de manera diferente en los asuntos de la comunidad”.

En la Cañada de los Once Pueblos, indica, “hay evidencia de migración contratada, con alrededor de 50 personas por cada comunidad cada año y tienen ya sus propios contactos, sus propios ´enganchadores´”, una dinámica que reconoce, no está exenta de fraudes. “Empiezan a surgir compañías donde ven que hay necesidad de trabajo, empresas fantasmas que los han estafado, gente que ha pagado hasta 40 mil pesos y desaparece. Aún con todos estos problemas, la gente no deja la forma y la manera de irse a los EU de manera contratada”.

Refiere como móvil principal de esta tendencia a dejar el suelo propio, “la cultura de la migración, la vida cotidiana de la migración, las redes sociales de la migración, la realidad binacional está muy presente en las comunidades y eso hace que la gente quiera ir, aunque sea a conocer, pero quiere ir a Estados Unidos. La migración no va a parar, no va a frenar, pese a los aranceles, pese a las restricciones”. Plantea que aunque el gobierno diseñe programas específicos en las comunidades para no migrar -los que no existen en la actualidad y los que había desaparecieron enmarca-, “la gente va a migrar, está muy arraigado en su cultura”.

El asilo contra el asedio criminal

Cuestionado respecto a si el flujo migratorio desde las comunidades disminuye o aumenta, Leco señala que “unos van y otros vienen. En este año se dio un ligero incremento porque muchos indígenas purépechas pidieron asilo a Estados Unidos y por las facilidades que se estaban dando, decidieron irse”, destaca. Alrededor de mil 500 personas se habrían ido en el 2024 bajo ese proceso, donde refiere cómo 200 familias completas lograron el cruce e iniciar los trámites para su estadía.

El investigador destaca que el año pasado se incrementó el flujo de indígenas que huyeron de sus comunidades ante el asedio criminal, “de manera emergente hacia la frontera, en Tijuana concretamente, con 400 michoacanos parados, para huir de la violencia, de la inseguridad, de las amenazas, de las extorsiones, pero con la idea de ir a los EU y de pedir asilo, seguramente hubo casos de que sí lo pidieron, pero el resto de la población ve otra posibilidad y también ahí va, que no vive en zonas de alto riesgo, de vulnerabilidad”, indica al referirse a quienes no huyeron de ninguna situación específica o personal de inseguridad pero sí pagaron a mediadores que surgieron de inmediato para cobrar por sus servicios, lo que también le abre la puerta a fraudes.

“Hay quienes vieron como después de pagar a la siguiente semana les dieron la cita para el trámite, eso alentó a que muchos vieran que si al vecino le funcionó, yo también me meto, con facilidad buscaran esa opción que se convirtió en un negocio, aunque hubo otros que vendieron todo lo que tenían para pagar hasta 80 mil pesos y fueron defraudados, se quedaron sin nada, allá en la frontera, en un refugio de Tijuana”, plantea, situación que finalmente no los exenta del riesgo de la deportación.  

Familias enteras se han trasladado a los EU ante la inseguridad en sus comunidades. | Fotografía: Jrylee | Pixabay

La historia

La migración indígena tiene una larga data, señala el especialista.

A la migración hay que verla por etapas históricas, por cuestiones de género, de escolaridad. En el caso de los primeros flujos migratorios, dice, “la necesidad estaba en el medio rural, en las comunidades indígenas. Ahora las zonas urbanas también ya figuran, es posterior; en sus inicios la migración se vio como una vergüenza, fue cuestionada, los migrantes estaban etiquetados”, señala como contexto general.

La migración de los purépechas, establece, inició en el siglo pasado, desde la época de la Revolución Mexicana. El porfiriato dio entrada a muchas empresas extranjeras, sobre todo estadounidenses, que saqueaban el recurso forestal en las comunidades y se contrataban trabajadores para los EU. “Con eso se iba no solo la mano de obra, se iban también los conocimientos indígenas y conocieron la vida de otro país”.

Para 1929, agrega, se dio “la gran deportación”; después de 1940 vienen “las grandes contrataciones” y con el programa Bracero, posteriormente, se nutrió de indígenas la mano de obra mexicana contratada en los Estados Unidos, donde muchos tuvieron la posibilidad de legalizar su estancia y quienes se llevaron a más, sobre todo con la amnistía de la ley Simpson-Rodino, en 1986.

En los años 90 se viene “un boom de la migración”, donde de manera consecutiva desde el 2008, con las crisis económica y de seguridad en los EU -incluido el atentado a las Torres Gemelas en Nueva York-, se suceden las restricciones migratorias. Y en este siglo y en los últimos años, “quién iba a pensar en los años 2018, 2019, iba a venir una serie de caravanas migrantes y quién iba a pensar que se iba a militarizar por nuestro gobierno, la frontera sur.”

Masculinización de la migración

En contra de lo que podría suponerse o que refieren otras investigaciones, por los rígidos marcos patriarcales en la estructura social de las comunidades que le dan un papel específico a las mujeres al cuidado del hogar, Leco señala que ha avanzado la participación de las mujeres en el fenómeno migratorio. “Ya hay hombres que se quedan a cuidar a los hijos mientras ellas van y vienen, contratadas”, aunque también acepta que esta dinámica no siempre es bien vista por los varones y genera conflictos en el hogar.

Señala que los hombres eran mayoría en esa tendencia cuando el mercado laboral se circunscribía  a las actividades agrícolas. “Ya podemos identificar a la migración por géneros. Sobre todo, con estos trabajadores de la visa H2A, primero iban exclusivamente hombres, pero han llegado ya programas en los últimos cinco años específicamente para mujeres, a las despulpadoras, a la industria pesquera y de arreglos manuales”.

De acuerdo con encuestas dirigidas a estudiantes de secundaria y bachillerato en las comunidades, respecto a quien migra de su hogar, “hemos encontrado muchas evidencias de mujeres, de madres. Anteriormente era solo la mujer que estaba sola, divorciada, la que se iba, actualmente se estima que son hasta un 40 por ciento” las que forman parte de la estadística migrante.  

Migrantes, botín político

Finalmente, evalúa el especialista, “El gobierno habla muy bien de los migrantes, de las remesas, pero el apoyo ha sido muy poco, a la Secretaría del Migrante la han utilizado como una estrategia política y con tanto cambio de titular. En vez de incrementarle el presupuesto se lo han reducido, a tal grado de que han querido desaparecer la Secretaría, entonces hablar de la situación migrante, sus impactos, como que no es muy congruente para el gobierno estatal y hace falta trabajar en iniciativas, en políticas públicas, se requeriría hacer un trabajo más puntual, datos, tener un centro de información. Lo cierto es que no lo hay y entre tantos cambios también es difícil que cuaje cualquier iniciativa”.

Refiere que los programas que en su momento se instauraron desde los gobiernos federal y estatal, como el 3×1 y otros, ya desaparecieron. “No hay un registro de todos los proyectos que existan a favor de las comunidades y los migrantes y si hay, son muy específicos, no abarcan a todas las migraciones. Yo creo que el gran pendiente es que se tienen que retomar los apoyos al migrante”.


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