Griselda Triana considera que en los crímenes contra periodistas en México, como el asesinato de su esposo Javier Valdez, la única certeza es la ausencia de justicia
Patricia Monreal
“Ante la falta de justicia, uno tiene dos opciones: quedarse en casa o salir a luchar. Yo elegí la segunda, porque creo que ni el caso de Javier ni el de ningún otro periodista asesinado o desaparecido deben quedar en la impunidad. Así fue como me convertí en defensora de los derechos humanos”, confiesa Griselda Triana, periodista, integrante y fundadora de “Tejidos Solidarios”, Red Nacional de Familias de Personas Periodistas Asesinadas y Desaparecidas en México, A.C.
El 15 de mayo de 2017 la vida de Griselda y su familia cambió. La pérdida y el asesinato de Javier Valdez Cárdenas –su esposo- los convirtió en víctimas indirectas de un delito contra la libertad de expresión, aunque la conciencia de ello –reconoce- llegó mucho después.
Javier fue asesinado en Culiacán, Sinaloa, tras salir de Ríodoce, semanario del que fue cofundador. El caso se ha vuelto en uno de los icónicos contra periodistas en México, país que acumula 172 comunicadores asesinados y 31 desaparecidos en este siglo según datos de la organización Artículo 19.
De visita por Morelia, Griselda comparte en entrevista con Regla de Tres un balance de estos ocho años tras el asesinato de Javier. Habla de dos caminos recorridos: la lucha por el acceso a la justicia y su proceso de reconstrucción y resignificación personal.
En cuanto al acceso a la justicia, recuerda que el asesinato de Javier, como el de la mayoría de los periodistas en este país, sigue impune. “A pesar de que existen avances, como dos personas sentenciadas cumpliendo sus condenas y la identificación del autor intelectual, las autoridades (la Fiscalía) afirman que el caso de Javier está esclarecido. Sin embargo, el haber identificado al autor intelectual no es sinónimo de justicia.
“Las estadísticas son claras: al menos el 95 por ciento de los homicidios y asesinatos de periodistas en este país permanece impune. Son solo números, pero reflejan una realidad innegable. Desafortunadamente, la mayoría de las familias afectadas tienen garantizada la impunidad en estos casos. En cuanto a los periodistas desaparecidos, el 100 por ciento de los casos quedan sin resolver y ninguno ha regresado a casa. Por lo tanto, las posibilidades de que las familias y sus seres queridos obtengan justicia en este país son prácticamente nulas. Y bueno, yo empecé a documentar”.
La indignación, frustración, coraje, impotencia y rabia, se vuelven parte de la vida para las víctimas indirectas, quienes deben afrontar “la falta de voluntad, más que la incapacidad, por parte de las autoridades para esclarecer este tipo de delitos. A nosotras, las familias, esto nos llena de indignación”.
Justicia, lo mínimo que se espera
La calle se refleja en los lentes de Griselda, en ella gente que transita agobiada por el calor del medio día, un agobio tolerable, distante del todo al que enfrentan día a día quienes sufren la ausencia de aquellos que les arrancó la violencia.
“Si ya nos arrebataron a nuestros compañeros, lo mínimo que esperamos es justicia. Sabemos que tenemos que lidiar con muchas cosas, como la pérdida irreparable, pero también con una pérdida de confianza y de creencia en las instituciones responsables de procurar justicia y de velar por los derechos de las víctimas.
“Claro que esto nos genera coraje, dolor, tristeza, pero sobre todo indignación. ¿Para qué fueron creadas estas instituciones si nos maltratan, nos revictimizan, nos estigmatizan y nos criminalizan? Porque también lo hacen, y lo han hecho en la mayoría de los casos que tenemos documentados”, acusa.
Por tal motivo, señala que muchas familias desisten y renuncian a ejercer los derechos que tienen como víctimas, lo que considera terrible, pues además de lidiar con la pérdida que sufren, deben hacerlo con los malos tratos de las instituciones.

Reconstruirse
Tras el asesinato de Javier Valdez, Griselda se vio orillada a salir desplazada de Culiacán, “eso me dio la oportunidad, o más bien, me vi forzada a crear redes de apoyo. Aprendí a buscar a las personas que necesitaba cuando me sentí terrible.
“Aprendí a no aislarme, a no estar sola, a buscar ayuda, porque todas esas personas que estaban a mi alrededor, estaban esperando que yo dijera ¡auxilio! para venir a acompañarme y arroparme. Para mí, fue un proceso muy difícil dar ese paso porque yo era una mujer acostumbrada a resolver muchas cosas sola. No era dependiente de Javier, siempre he sido trabajadora, y pensé que podía lidiar sola con todo lo vivido. Cuando me di cuenta de que no era así, creo que eso me salvó de muchísimas maneras”.
Después de muchos años de terapia, visitas al psiquiatra, medicamentos y mucho acompañamiento, se empezó a reconstruir. En ese proceso supo que había otro que es por elección: el de resignificar la vida, darle un nuevo sentido después de una pérdida como la vivida. “Esto, tanto a mí como a otras compañeras integrantes de la Red, nos ha convertido en defensoras, algo que nunca buscamos”.
Asumirse como defensora también fue otro proceso, “Yo decía ‘es que yo no soy defensora’. Para mí, una defensora es esa madre que anda buscando a sus hijos, esposos o padres desaparecidos. Cuesta asumirlo porque creo que es una gran responsabilidad decir que ahora te has convertido en defensora.
Reconoce que ser defensora no ha sido fácil porque conlleva una gran responsabilidad, “ahora aquí andamos acompañando y apoyando a otras familias que han vivido lo mismo que yo”.
Tejidos Solidarios
En 2024 Tejidos Solidarios quedó legalmente constituida como Asociación Civil. La red nació a iniciativa de Propuesta Cívica, organización que acompaña a familias de periodistas asesinados y desaparecidos en México.
“Hemos tenido cuatro encuentros anuales, donde familias de Michoacán, Oaxaca, Guerrero, Sinaloa, Chihuahua y Veracruz nos reunimos cada año para conocernos, compartir nuestras experiencias y empezar a sanar. Creo que encontrarnos nos ayuda a sanar; compartir lo que hemos vivido nos identifica y nos impulsa a desear que más familias puedan vivir una experiencia similar, porque las familias tienden a aislarse por miedo, inseguridad o vergüenza, entre otros motivos”.
Griselda explica que estos encuentros les han permitido estar en contacto y saber que pueden identificarse en muchas cosas, porque las afectaciones son mayúsculas. Estar en un espacio seguro y de confianza les ayuda. En la red, buscan acompañar, apoyar y, a mediano y largo plazo, defender a más familias, para que sientan que no están solas, aunque a veces lo parezca.
“Quienes formamos parte de la red, y seguramente aunque no estén en ella, cada vez que asesinan o desaparecen a un periodista, nuestros pensamientos están con ellos, porque sabemos lo que viene y lo que van a vivir. No quisiéramos que ninguna familia tuviera que pasar por lo que nosotras hemos pasado”.
Tejidos Solidarios es la primera asociación civil de un colectivo de familias de periodistas en México. Griselda refiere que hay otros colectivos en proceso de constituirse como asociaciones civiles, uno de ellos en Jalapa, en Veracruz. “En lo personal, me interesa sobre todo que las compañeras, las esposas de esos periodistas, se fortalezcan y se empoderen, porque nuestros proyectos de vida se truncaron y se pausaron. Tenemos que empezar a empoderarnos, a fortalecernos y a cambiar nuestras narrativas.
“Me gustaría que en algún momento mis compañeras iniciaran su proceso de reconstrucción, que creo que algunas ya lo están llevando a cabo. Pero estamos hablando de que en México hay al menos poco más de 170 periodistas asesinados y 30 desaparecidos. Estamos hablando de poco más de 200 familias que están viviendo o han vivido un proceso como el nuestro y que, en su mayoría, no reciben atención”.
Explica que en estos procesos quienes más participan son las mujeres, en particular las esposas. “También están las hijas y los hijos, pero la mayoría somos nosotras, las compañeras de ellos. Esto me preocupa mucho porque creo que la mayoría de los periodistas asesinados eran los principales proveedores. De un momento a otro, ellas se convirtieron en jefas de familia. Y si no tenían un trabajo remunerado, lo tuvieron que conseguir, o dependen económicamente de sus hijas e hijos.
“Creo que hacia ellas tenemos que voltear. Siempre lo digo, en nuestros casos, las vidas de nuestras hijas e hijos también se ven afectadas, pero ellos tienen sus propios proyectos de vida, mientras que los nuestros se vinieron abajo. Nosotras tenemos que seguir adelante, pero para eso necesitamos estar lo mejor posible: fortalecidas y preparadas. Ya no están ellos, y nosotras tenemos que continuar”.
-En un país tan herido como México ¿es posible sanar?
“Una aprende a vivir y a lidiar con ello. Trabajo todos los días para sanar, como en el caso de Alcohólicos Anónimos: un día a la vez. Así comencé a aplicarlo cuando me di cuenta de que ya no quería estar en el hoyo. Me dije: ‘Un día a la vez. Hoy me levanto lo mejor posible, estoy bien y me voy contenta a trabajar’. Es una decisión personal, una elección personal”.
Es difícil sanar cuando no se tiene el acompañamiento debido, apunta Griselda, lo que implica atención psicológica, psiquiátrica, avances en el acceso a la justicia, en la reparación y en la atención. “Cuando no hay nada de eso, es difícil sanar, porque estás con toda la frustración encima, porque no hay respuestas ni verdad. Son procesos largos y complejos, y sola no puedes”.

Violencia exacerbada
Frente al contexto nacional, donde la persecución, la estigmatización, el discurso de odio, los asesinatos, las desapariciones a periodistas van al alza, Griselda observa un panorama de mayor gravedad para el ejercicio periodístico.
“La persistencia de asesinatos y desapariciones de periodistas es alarmante; las cifras durante los periodos de Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador se mantienen similares, con un promedio en ocasiones de un caso por mes, lo cual resulta inaceptable”.
Otro factor es el discurso proveniente del Palacio Nacional que “no ha contribuido a mejorar esta situación; al contrario, ha exacerbado las actitudes de otros servidores públicos, replicándose en diversas entidades y municipios, lo que agrava el problema”.
El gobierno federal mantiene un mecanismo de protección que resulta insuficiente al ser reactivo. La creación de instancias reactivas es de poca utilidad si no se prioriza la prevención de delitos y agresiones contra periodistas, aspecto que no se ha abordado adecuadamente. Esta situación es preocupante porque fomenta la impunidad.
Griselda puntualiza que a pesar de la existencia de un Mecanismo de Protección a personas defensoras de derechos humanos y periodistas, las instituciones responsables de procurar justicia no combaten la impunidad, enviando el mensaje de que los ataques contra periodistas quedarán impunes. “Esto no solo nos arrebata a nuestros compañeros, sino que también cercena el derecho de la sociedad a estar informada, lo cual es sumamente grave”.
Consulta:
A periodistas, sólo atención por exigencia gremial
Depredadores de la libertad de prensa
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