“Stephen King demuestra su maestría y habilidades narrativas, a medida que construye una historia que salta a través del tiempo, abarcando un periodo de diez años en que ocurren las desapariciones.”
Gerardo Pérez Escutia
Stephen King es mucho más que un escritor: es una marca y una figura cultural que ha influido y moldeado la cultura popular de Occidente durante varias décadas. Con sus novelas y cuentos ha creado personajes icónicos y ha poblado de pesadillas los sueños de millones de lectores, consolidando un estilo propio e inimitable.
Muchas de sus historias han llegado a la pantalla y se han convertido en películas clásicas, parte del patrimonio de la cultura popular del siglo XX. La mayor parte de su obra podría clasificarse en el género de terror, con una fuerte dosis de fantasía. Lo distintivo de sus historias es que, en su mayoría, están ancladas en la vida cotidiana de la clase media estadounidense. Esto añade un toque costumbrista a su obra y hace muy cercanos sus planteamientos a una sociedad ávida de relatos que la saquen de su rutina.
Sin embargo, en sus últimas obras hemos observado un cambio significativo en los temas de sus historias. Poco a poco está abandonando el “terror” y la “fantasía”, para sumergirse de lleno en la novela negra. Esto se hace evidente desde La sangre manda (ya reseñada en esta columna) pasando por Billy Summers, hasta llegar a la novela que reseñamos el día de hoy: Holly (Penguin Random House, 2023).
Holly Gibney es una detective privada y socia de la agencia “Finders Keepers”, donde trabaja junto a Pete Huntley, un ex policía y mentor de Holly.
Holly atraviesa un periodo muy complicado. Su madre Charlotte acaba de fallecer a causa del coronavirus, enfermedad que negó hasta el último momento, y, por lo tanto, nunca se vacunó. Siempre mantuvo una relación complicada con su madre debido a su carácter autoritario y manipulador.
En su fuero interno, Holly culpa a su madre de su personalidad obsesiva compulsiva, y su marcada timidez. Como triste colofón a su relación y gracias al covid, el funeral de su madre se tuvo que realizar mediante Zoom, al finalizar este, Holly se siente vacía y sola. El aislamiento impuesto por el covid la deprime aún más, ya que no tiene a quién recurrir, incluso su socio, Pete, está en cuarentena a por el virus.
En medio de sus cavilaciones, de manera automática comprueba sus llamadas del contestador y ve que tiene cuatro del mismo número. Decide escuchar los mensajes, que resultan ser de una tal Penelope Dahl, la madre de una chica desaparecida unas semanas atrás. La policía no ha logrado encontrar a su hija y por recomendación de la teniente Isabelle Jaynes, decidió llamarla para pedirle que le ayude a encontrar a su hija.
Holly decide iniciar la investigación por su cuenta, ya que Pete no podrá incorporarse durante al menos tres semanas, además, es evidente que a él no le interesa un caso ya desechado por la policía, y ella, por su parte, lo toma por la insistencia de la madre, quien le recuerda vagamente a Charlotte.
A medida que comienza a investigar, se da cuenta de que se encuentra en un callejón sin salida. No hay testigos, huellas, ni indicios que expliquen cómo o por qué desapareció Bonnie, la hija de Penelope. Lo único que tiene es la bicicleta que ella usaba y que apareció abandonada en una zona particularmente aislada de la ciudad.
El carácter obsesivo de Holly y ciertas características de savant que tiene, hacen que vaya hilando muy fino en la investigación y pronto se descubren otros casos de personas desaparecidas en la misma zona. Sin embargo, no hay relación aparente entre ellos ni rasgos comunes que sugieran algún perfil criminal.
La ciudad donde se desarrolla la investigación es típica del Mid West, y alberga una prestigiosa y antigua universidad, por lo que este tipo de desapariciones no son tan frecuentes.
Stephen King demuestra su maestría y habilidades narrativas, a medida que construye una historia que salta a través del tiempo, abarcando un periodo de diez años en que ocurren las desapariciones. Va revelando una historia que es mucho más siniestra de lo que se supone en un principio, e involucra a la comunidad de catedráticos de la universidad, en particular a sus miembros más longevos, destacando la pareja de Emily y Rodney Harris, octogenarios profesores ya jubilados, que viven en una antigua y elegante casona victoriana en la zona más exclusiva de la ciudad.
La narración avanza lentamente y somos testigos de cómo va construyendo su caso la investigadora (así le gusta que le llamen, no detective). Pronto se da cuenta de que se enfrenta a un perpetrador en serie, son más de tres casos con algunas características similares, aunque no hay cuerpos, no hay llamadas, no hay indicios de violencia, solo hay desaparecidos.
La investigación se desarrolla en el año 2021, durante el periodo álgido de la pandemia de covid-19. El autor refleja de manera cruda los miedos y obsesiones que todos vivimos en ese momento, incluyendo el conflicto entre los antivacunas y el resto de la sociedad. Esta situación tiene un peso particular en la historia, el autor reproduce brutalmente el dolor y los dramas personales y colectivos que se vivieron, todo en el marco de la cotidianidad de sus personajes.
Asimismo, la historia refleja el momento político de ese periodo en EU, la toma del Capitolio por los seguidores de Donald Trump, y la fractura social que esto provocó en el seno de la sociedad estadunidense, y lo muestra en el interior del círculo familiar de Holly, pues su madre era feroz seguidora del republicano.
El tono del relato se torna más oscuro y asfixiante. El misterio se va abriendo a una situación siniestra, que va más allá de lo imaginable, especialmente en una comunidad tan tranquila y educada como la de esta típica ciudad universitaria.
El autor deslumbra con sus habilidades narrativas, y al tiempo que nos entrega un retrato sin filtros de la sociedad estadounidense contemporánea, nos lleva hacia su lado más oscuro, al que se encuentra literalmente oculto en los sótanos de las buenas conciencias americanas.
Una novela que tiene todo: misterio, ambigüedad y crimen. Nos recuerda, al muy peculiar estilo de Stephen King, que el mal siempre acecha a nuestro lado. En resumen, Holly es altamente recomendable.
Ilustración portada: Luna Monreal