Regla de Tres

Granadazos en Morelia, la justicia muerta


Más de tres lustros que lo único que no desgastan es el ánimo de funcionarios para la foto, pero para las víctimas, ahonda la impunidad y las secuelas en el cuerpo

La humedad de la mañana recorre las ruedas de la silla de Rafael Bucio, como cada año, el 15 de septiembre acude tempranito a la esquina de la calle Quintana Roo y la Avenida Madero para recordar a Gloria, su esposa. Son ya 16 años de ausencia, desde aquél lunes de 2008 en que la explosión de una granada a ella le arrebató la existencia y a él la vida que pensó tendrían juntos.

Rafael no está solo, a unos pasos Margarita Castillo, quien la noche de los granadazos en Morelia, tras estacionar su coche, llegó a esa esquina para toparse con el caos que el terror produce en la gente, y entre el miedo, vio el cuerpo de su esposo Alfredo en el piso, sobre las baldosas enrojecidas por la sangre.

Es domingo y con ellos montan guardia víctimas y familiares de quienes unas cuadras adelante, en la plaza Melchor Ocampo, corrieron similar suerte. Fue la noche en que el sonido de la detonación de las granadas se confundió con el encendido de la pirotecnia luego que el gobernador Leonel Godoy emitió el tradicional grito por la Independencia de México. Después fue el desconcierto, el dolor y el miedo.

Más de tres lustros que lo único que no desgastan es el ánimo de funcionarios para la foto, emitir condolencias y boletinar los apoyos entregados, pero para las víctimas, ahonda la impunidad, la ausencia de justicia y las secuelas en el cuerpo.

Para el 15-S ni comisiones especiales, ni investigaciones con avances; para las víctimas, el silencio del Estado Mexicano sobre el porqué y quiénes fueron los responsables.

En la plaza Melchor Ocampo, junto al memorial lleno de rosas blancas y rojas, las lágrimas se hacen presentes y la voluntad flaquea frente a la certeza de que, aquella noche de lunes, la justicia pereció a la par de las víctimas asesinadas por tres granadas de fragmentación.


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