Regla de Tres

Gerardo Ochoa, fotógrafo de la naturaleza

Insectos, réptiles, anfibios, aves, mamíferos, son el centro del interés de este biólogo de profesión y fotógrafo de corazón

Con una licenciatura en Biología, la pasión de Gerardo Ochoa es la “fotografía de naturaleza”.

Con 41 años de edad, nacido en Morelia, Michoacán, señala en entrevista para Regla de Tres que desde su infancia le llamó la atención tomar fotografías. “Jugábamos con mis hermanos a hacer películas. Yo siempre era el que dirigía, pero no teníamos una cámara”, refiere.

El fotógrafo de naturaleza, define, “debe tener paciencia, la disposición de caminar largos trechos y esperar; requiere quitarnos paradigmas, porque si bien es como que sales a un bosque y crees que vas a ver búhos, un puma, como si fuera un safari, la verdad no es así, requieres de mucha paciencia para estar sentado y esperar, tener cierto conocimiento de la especie que vas a fotografiar, conocer los hábitos, en qué época del año está en reproducción o en crianza, dónde es más posible poder observarla.”

Ochoa se desempeña en el Departamento de Comunicación de la Ciencia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), donde aporta imágenes para la publicación Saber más y a varios institutos de investigación de la máxima casa de estudios, además de haber logrado en su trayectoria vincularse con investigadores de otros países y colaborar en algunos libros y plataformas.

Fue en el año 2000, al iniciar la licenciatura, que empezó a tomar imágenes con una cámara digital -“apenas empezaban, eran de 3 megapixeles”-, al no tener en ese periodo la posibilidad de acceder a una cámara análoga. “Me llamaba mucho la atención el color, la forma de los animales, las plantas, toda esta combinación, pero todavía era para relajarme, como experimentar.”

En el 2008, adquirió una cámara Reflex, lo que fue un detonante en su interés por hacerse fotógrafo y que se concretó en una estancia en la selva de Panamá, en el 2014, donde estando convaleciente por una enfermedad que le generó un parásito, “fue cuando vino el cambio, realmente empecé a estudiar la cámara, siempre he sido autodidacta, con la maravilla del Internet puedes aprender muchas cosas, y por mi carrera fue un paso natural empezar a tomar fotografías de naturaleza.”  

Gerardo Ochoa por Gerardo Ochoa

Hasta el 2016 considera que esta intención se concreta de manera “más profesional, a nivel macro”, con una serie inicial sobre insectos, luego retrató anfibios y reptiles, “y ahora este año compré un telefoto y ya pasé a aves y mamíferos.”

Autodidacta, sin un instructor presencial, recurre al lema de que “la práctica hace al mejor maestro” para indicar que “mediante prueba y error he ido aprendiendo; cuando tienes una pasión no importa si te metiste a estudiar, si tienes título o no”, aspecto en el que señala que por lo que observa de fotógrafos en el país dedicados a la captar naturaleza, muchos son autodidactas. “Hay abogados, administradores, uno que otro biólogo, dentistas, aficionados pero ve la calidad de sus fotos”, sin demeritar en su calidad y profesionalismo, lo que dice ha permitido que la fotografía de naturaleza en México esté considerada en el panorama internacional.

Aunque como profesionista su interés no derivó en estudiar una especialidad como la entomología o la herpetología, señala, la fotografía “me ha permitido conocer especialistas, y el ir aprendiendo a qué le estoy tomando fotos e ir aprendiendo de esas especies, eso te lleva quizá por la formación que he tenido y el trabajo que desempeño aquí en el Departamento de Comunicación de la Ciencia, llevarlo a la divulgación de estas especies que tenemos en Morelia y sus alrededores, que la gente las conozca, se pueda enamorar de ellas y saber por qué es importante realizar labores de conservación, de áreas que más allá de los servicios ambientales que prestan, hacen posible la maravilla de poder observarlas, es un gran aliciente.”

Ochoa ha expuesto en el Tianguis de la Ciencia y en la Facultad de Arquitectura de la UMSNH, en este año.

Sus imágenes han sido publicadas en el libro La riqueza natural de México, en la plataforma Naturalista, y lo han contactado investigadores de Colombia, Canadá e Inglaterra para trabajos especiales, en este último sobre un “zoológico de insectos, donde me pidieron fotos para un cartel grande”.

De estas experiencias, destaca que con los investigadores “se pueden crear inercias donde el fotógrafo de naturaleza juega un papel fundamental para dar a conocer una especie, más allá de su descripción por escrito, donde puedes ver textura, colores, como los insectos, que pueden escapar de nuestra vista pero al momento de verlos en imagen grande, la gente se maravilla y los científicos también.”

De las impresiones del público sobre sus imágenes, destaca las relativas a “la rana cristal, donde todo su abdomen es transparente, se le ven los órganos; recuerdo a muchas personas maravillarse al poder ver el corazón, el estómago, y ya cuando les decía que era de tres milímetros el tamaño de la ranita, se maravillaban más.”

Sin considerarse “un purista”, Ochoa señala que prefiere captar a los ejemplares que retrata en su hábitat, en su entorno natural, no posados. Reconoce que en algunos casos “hay fotógrafos de naturaleza que se quieren llevar la portada y llegan a manipular las especies”, punto en el que sugiere el apoyo de un experto para que estas sean colocadas en determinados lugares y posiciones, de manera que pueda lograr “un manejo mínimo de la especie, sin llegar a estresarla” y con un mejor acercamiento que, muchas veces, requiere de muchas horas y de paciencia para hacer el mejor disparo.

Técnicamente, observa sobre el número de disparos para tener una imagen, “tomas cien fotos pero la especie que buscas se mueve, de aquí para allá, así que sólo diez son buenas, con la pose que buscabas, la iluminación correcta”. De la imagen que prefiere, señala sin dudar a la rana cristal mencionada, “porque es una especie endémica de México y hacia El Salvador; apenas en el 2021 a esa especie de rana se  consideraba parte de Centroamérica como una especie propia, pero después de estudios de biología molecular y bioacústica, descubrieron que era otra especie y se le dio su nombre propio, como una nueva especie descrita para México.”

Sobre el turista que visita lugares como los santuarios de la mariposa Monarca, se le cuestiona si es válido que se empecine en captar imágenes del lepidóptero. Ochoa señala que es conveniente siempre y cuando se consideren ciertos principios éticos recomendados por una asociación española para estos casos, como “no manipular insectos, no estarlos tocando, no forzarlos a posar, el respeto al hábitat; entiendo que está el turista común y corriente, lo que quiere es llevarse la foto, pero esto implica otro tema, el de la cultura del turismo.”

Luciérnaga


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