“Afuera del baño, nosotras conseguíamos ropa de su talla y metíamos a una bolsa negra su traje oscuro, como si se tratara de un cuerpo y nosotras fuéramos personal del SEMEFO.”
Nektli Rojas
En el peor día de su vida, se bañaba de madrugada en un departamento desconocido. Elena lo había llevado por alguna razón que todavía no alcanzo a entender, en vez de ofrecerle su propia casa, situada mucho más cerca. Ella tocó a la puerta insistentemente y se quedó hablando con Marina unos momentos. Juan, joven, alto, guapo y moreno, entró tambaleándose detrás de ellas. Marina le ofreció ron en un vaso. —Después. Primero déjenme bañarme, por favor, dijo con su voz grave y desecha, antes de encerrarse en el baño durante una hora. Vómito, llanto, agua del retrete, regadera al fin.
-¿Por qué lo trajiste aquí?, dijo la más responsable de entre nosotras.
-Ps, no supe qué hacer. Ni modo de hacerme mensa…
-¿Le van a dar más alcohol?, intervine al ver el vaso generosamente servido.
-Qué tenía. Hasta se le bajó la peda. Estuvo horrible el camino. Me vine con todas las ventanas abiertas, dijo en voz bajita Elena, alta también y sin gota de maquillaje.
En el centro de la Ciudad, atrás del Teatro Hidalgo, había un bar gay que abría sus puertas también a las liváis[2]. Juan y Helena estaban ahí por el mismo motivo: los estragos del desamor. Hay un derecho no escrito de las criaturas humanas a beber hasta el delirio para curarse el mal de amores. Pero no, me equivoco: el derecho es de los humanos. Las humanas son un cliché, como “La Tequilera”, o más bien un oximorum etimológico.
Horas antes, nunca se supo cuántas, Juan estaba tirado en la banqueta sobre su propio vómito. Un par de adultos machos de la especie, también borrachos, lo encontraron y empezaron a echarle carrilla mientras lo levantaban, en esa burla condimentada con solidaridad de género a causa del grupo común de pertenencia: varones despechados.
-No chingues, mano. Ya párate y vete, dijo uno. Híjole, no se puede ni levantar…
-Pues para qué se empeda tanto. Sácale la cartera y ahí déjalo, aconsejó el otro.
En el intento de ponerlo en pie, en la búsqueda del dinero en las bolsas de la camisa, el saco y el pantalón, Juan fue sobado por todos lados.
-¡No manches, mano, es vieja!, gritó el uno.
-Ah, pinche-vieja-pendeja-hija-de-la-chingada! ¡Pinche lencha que te andas creyendo que te puedes hacer pasar por hombre así como así!, grito el otro.
-Seguro viene del barecito ése para putos.
-¡A ver, cabrona, ahorita mismo te vamos a enseñar! Y ni llores, ¿no que muy machita?
Lo golpearon, lo violaron, se mearon y cagaron encima de él. Y se fueron con su billetera.
Juan se restregaba los pechos con el zacate. Se tallaba la vagina y el ano con los dedos, aunque sangraran. Su cabeza era un estallido de horrores. La amenaza de infección, de embarazo, la del día que estaba a punto de estallar con esa indiferencia impía que le permite continuar caminando por encima de los cadáveres. El horror de enfrentar familiares y amigos con cara de aquí no pasó nada.
Afuera del baño, nosotras conseguíamos ropa de su talla y metíamos a una bolsa negra su traje oscuro, como si se tratara de un cuerpo y nosotras fuéramos personal del SEMEFO. Sus zapatos bajos, de piel y agujetas, se quedaron afuera del baño. No volvió a calzarlos. Únicos testigos, anduvieron rondando por el departamento de un rincón a otro, hasta que alguien hizo el favor de tirarlos.
Recuerdo a Juan envuelto en una manta, bebiendo su vaso de ron con la cara hinchada. Después, Elena se lo llevó en su coche a algún lado, a vivir, como pudiera, el resto de su vida. Ahora debe tener setenta y tantos años. If, porque, de acuerdo con la COPRED, el promedio de vida de lxs trans en México es de 35 años, lo mismo que en la Europa del s. XVI.
Pero no hubo crimen. Afirma Rita Segato con su mandato de violación que ésta se usa como un corrector a los malos comportamientos de las mujeres, quienes tienen que cumplir con todas las reglas patriarcales. También opina que la guerra se lleva a cabo en el cuerpo de las mujeres, y es una manera de comunicar violencia. No hubo denuncia que registrara nada. La transfobia y la misoginia son tan violentas que enmudecen a lxs víctimxs sin siquiera tocar sus cuerdas vocales.
[1] Female to man, de mujer a hombre. [https://codigopublico.com/rompiendo-codigos/que-significan-las-siglas-ftm-y-mtf/]
[2] En la redacción de este texto, he consultado con gente de la comunidad qué palabra era mejor usar. Tortilla o tortillera y lencha, más generalizadas, son despectivas; lesbis, más contemporánea, o levis, parecían más adecuadas. Me he decantado por esta última, españolizándola, con sus tintes oldies.
Ilustración portada: Pity