Regla de Tres

La simpatía de los desencantados

La insurrección indígena de Chiapas despertó en el país ánimos y solidaridades, con rasgos específicos en Michoacán

Voluntarios a distancia o presentes atrás de siglas o contingentes a la Lacandona, la irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), aquel primero de enero de 1994 con su “¡Ya basta!”, concitó en Michoacán la celebración y la solidaridad hacia un movimiento que renovaba esperanzas y desempolvaba teorías arrasadas por el neoliberalismo, que habían caído previamente junto a las estatuas comunistas de la URSS, del Muro de Berlín y los excesos del Socialismo Real.

Varios colectivos urbanos se formaron desde aquella fecha considerada por Carlos Salinas de Gortari la puerta de entrada de México al primer mundo, con una euforia que reunía a viejos militantes con la vitalidad de los jóvenes, unidos en torno al discurso que hablaba a nombre de los de abajo, de mandar obedeciendo y desde abajo con la irreverencia como bandera en contra de partidos y organizaciones.

De aquellos esfuerzos de apoyo nacientes tras la irrupción rebelde en San Cristóbal de las Casas y otros puntos, se recuerda a los colectivos Ramona y Utopía, dedicados a la difusión de la causa zapatista y que los llevó a establecer incluso un café, “el café Utopía, aunque en realidad ni siquiera era café como tal, era más bien un lugar de reuniones y había encuentros ocasionales”, señala María del Carmen Martínez Genis, quien participara en las actividades de aquella época.

Catedrática de Escultura en la Facultad Popular de Bellas Artes de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), recuerda que en aquellos años iniciales, con mayor presencia mediática del vocero principal del EZLN -el subcomandante Marcos, hoy Galeano-, la simpatía por el movimiento surgido en el sureste michoacano era mayor a la actualidad, donde tanto los ánimos como el número de simpatizantes ha disminuido, cooptados, señala, “por el lopezobradorismo, muchos para allá se fueron”.

María del Carmen Martínez Genis | Fotografía: Raúl López Téllez

Desde Morelia a Nurio

Recuerda las actividades del EZLN seguidas por el entonces creado Frente de Liberación Nacional, en el que a propuesta del zapatismo, se integrarían organizaciones de apoyo en la llamada “sociedad civil”, y que en Michoacán -además de la ya citada función de difusión que realizaban-, se tradujeron en la organización y promoción de la visita del contingente zapatista dentro de “La Otra Campaña”, que recorrió los municipios del país y que en la comunidad de Nurio congregó a representantes de los 63 grupos autóctonos en un encuentro convocado por el Congreso Nacional Indígena.

En su visita a Morelia para iniciar su visita a Michoacán, Marcos y su comitiva se alojaron en la Casa del Estudiante Lenin; “no teníamos una casa grande y segura para alojarlos, esa fue la única alternativa”.

Refiere que de esa visita, los colectivos propiciaron encuentros y festivales para concitar el apoyo a la caravana. Sonríe al recordar el concierto de Oscar Chávez –“no cobró ni un centavo”-, logrado en la Casa de la Cultura en apoyo al zapatismo y donde prácticamente fue imposible dar cabida a tantas personas atraídas por el intérprete de “Macondo”.

Subcomandante Marcos en Nurio

En aquellas jornadas, enlazaron con el zapatismo iniciativas sociales que apenas surgían, como lo que ahora es el Movimiento Ciudadano en Defensa de la Loma y su lucha para preservar la falda de Santa María como Área Natural Protegida, cuenta, y el apoyo que se brindó a colonos que impidieron la instalación de una gasolinera sobre la Avenida Benito Juárez en esta capital. Rememora los apoyos zapatistas al movimiento indígena en Zirahuén, donde se habló de la pretensión de ubicar un Club Mediterráneo; o al de Ostula, demandante de autonomía en la Costa Nahua.

-¿Hay un zapatismo menguado?

“Los jóvenes ya están llenos de falsas noticias”, alude a lo que fue la simpatía nuclear de aquel EZLN fundacional y que en este 2022 organizó una gira por terrenos europeos. López Obrador, dice, habría sido el ganador de aquellas simpatías que han menguado fuerzas hasta llevar a colectivos y adherentes a mantenerse con poca presencia.

“También el recurso despolitiza”, dice en alusión a los programas sociales que alienta la Cuarta Transformación de AMLO, con becas para jóvenes y adultos mayores, principalmente.

En otros casos, movimientos de colonos alentados por los zapatistas locales, se desactivaron ante la presencia de un nuevo actor que llegó para quedarse: el narcotráfico, con amenazas hacia sus dirigentes y riesgos para la participación vecinal.

Las tareas para los adherentes, cual fue la figura que les asignaron los zapatistas, dice la docente entrevistada en un taller de escultura solitario, siguen activas: “Mantener vivo al zapatismo y apoyar al Congreso Nacional Indígena; fortalecer al movimiento indígena”.

Congreso Nacional Indígena en Nurio

Con una formación estudiantil y profesional en el Colegio de Ciencias y Humanidades y la UNAM, cita a Fernanda Navarro, Ofelia Cervantes, Julia Amezcua, Citlali Marino, Leopoldo Chassin Ramírez, como los principales integrantes de los colectivos Ramona y Utopía, “siempre alrededor de 15 personas”.

El surgimiento del zapatismo, dice, fue para ella el renacer de una esperanza que ya creía perdida en el horizonte de los movimientos sociales. Participante en círculos de estudio marxistas, señala que cuando se conoció de la irrupción del EZLN, estaba en la Ciudad de México y “salí a las calles, como mucha gente”, a celebrar el hecho y a encontrarse con espontáneos que iniciaron la movilización para demandar, como en otras ciudades del país, que cesaran los ataques del Ejército Mexicano contra aquella tropa de insurrectos en el sureste mexicano.

Zapatistas por voto de la asamblea

Pavel Ulianov Guzmán, vocero del Consejo Supremo Indígena de Michoacán, señala que la adhesión de la organización al Congreso Nacional Indígena fue “por voto de la asamblea”.

Establece de entrada que la movilización armada de los indígenas chiapanecos obedece a circunstancias específicas que considera están muy lejos de darse en Michoacán.

De las banderas zapatistas, el Consejo Supremo recoge tres que dice resultan a partir del surgimiento del EZLN, “se reconoce la marginación por parte del Estado, el abandono a los pueblos indígenas; pone en la agenda el tema de la autonomía; y es un ejemplo de que la autonomía es posible”.

Incluso antes que Cherán, el municipio que se rige desde el 2011 por un Concejo Mayor de Gobierno Comunal bajo usos y costumbres como un derecho reconocido por autoridades electorales y un resolutivo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, dice Pavel, en Nurio desde el 2004 ya se hablaba de autonomía, por eso ahí la reunión convocada por el CNI dentro de “La Otra Campaña”.

El surgimiento del EZLN, dice, alentó que varios cuadros michoacanos se integraran a la organización zapatista, como Juan Chávez de Nurio y otros dirigentes de Cherán, de Ostula, comunidad de la costa nahua que mereció para la Comandancia del zapatismo varias manifestaciones de apoyo en su defensa territorial y en contra del narcotráfico.

Más recursos para el Zoológico que para los indígenas

“No hay una receta para la autonomía”, dice para entrar al tema de la lucha por el presupuesto directo, del que ya son beneficiarias 30 comunidades en la entidad, principalmente purépechas.

En el caso de las comunidades zapatistas, dice Pavel, se oponen a recibir apoyo alguno de dependencias. “La autonomía purépecha es otro contexto”, refiere el descendiente de la familia Guzmán Cruz de la comunidad de Tarejero, cuyos integrantes fueron hostilizados y desaparecidos por el Ejército Mexicano en la década de los años 70. “No hubo un levantamiento contra el Estado, como en Chiapas, pero sí contra el narcotráfico, por eso la autonomía aquí parte de considerarse municipal, donde 30 concejos de gobierno, reconocidos o no, le están quitando el presupuesto a los municipios”.

El paso siguiente a esta lucha por los recursos, dice, “es la autonomía regional, donde el presupuesto directo es el primer paso”.

En Michoacán, refiere, hay 150 mil habitantes indígenas, que representan un 3.5 por ciento de la población total estatal, por lo que afirma que la asignación presupuestal hacia este sector no debe ser de 24 millones de pesos como lo prevé el Presupuesto de Egresos del gobierno estatal para el 2023, inferior a los recursos que recibirá el Parque Zoológico “Benito Juárez” de Morelia, 40 millones de pesos.

Consejo Supremo Indígena

“¡Qué pinche hermosura!”

Militante del Partido Comunista Mexicano (PCM), hasta que la organización se disolvió al iniciar lo que sería una sucesión de fusiones para tener presencia electoral, Leopoldo Chassin Ramírez señala que “me quedé en la orfandad”. Cuando surgió el EZLN, narra en entrevista, sintió una emoción por tener enfrente un movimiento que reivindicaba a una izquierda viva, ligada a una causa social, en este caso la causa indígena que plantean los zapatistas, lejos del burocratismo y arribismo que también se da en los partidos denominados de izquierda.

El 2 de enero de aquel año, “compré el periódico, el Excélsior, y dije, ¡¡¡cómo, qué onda!!!”, sorprendido por la aparición de un movimiento guerrillero en Chiapas. Ese mismo día, salió con su hijo y otros dos amigos a realizar pintas a favor del EZLN.

Luego de esa acción, “me conecté con Fernanda Navarro, la maestra Ofelia Cervantes y con Irene Barriga; ellas habían iniciado el Movimiento por la Defensa de Chiapas”. Dice que al principio, cuando se discutió el argumento de los zapatistas, de que su intención no era tomar el poder, pensó, “ahí se ven, si no es para tomar el poder, ¿entonces para qué se levantan en armas? Para mí en aquella época, la única opción era tomar el poder, a chingadazos o como sea”.

En agosto de aquel año, dice con emoción, fue a Chiapas, a la Convención de Aguascalientes. “Me dan ganas de llorar. Dices tú, ¡qué pinche hermosura!”, ante la movilización organizada de los zapatistas.

“El capitalismo es cabrón”

Docente en la Facultad de Ingeniería Eléctrica de la UMSNH, Chassin Ramírez considera que el zapatismo sigue vigente, por lo que las tareas para los adherentes locales es apoyarlo desde la difusión y con determinadas campañas. Comenta que como colectivo, “llegamos a ser hasta 18”, donde él era el único integrante masculino.

De los simpatizantes del EZLN en Morelia, dice que “muchos se han chiapanizado, ven todo desde la óptica de Chiapas”. A su parecer, “los zapatistas nos dijeron, ´pueden difundir lo que nosotros hacemos, pero lo que a nosotros nos interesa es que tienen qué hacer ustedes. ¿Cómo? Nosotros no sabemos, ni nos interesa, acá es un rancho diferente una ideología diferente, ustedes tienen que saber cómo gestar´”, señala Chassin sobre el mensaje a los simpatizantes foráneos.

En esa lógica, reitera lo comentado por María del Carmen Martínez Genis, de mantenerse cerca de movimientos de colonos, de ambientalistas, en Cherán, en la misma Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, a través de la Coordinadora de Universitarios en Lucha (CUL) de las Casas del Estudiante, y con la Brigada Callejera que realizaba tareas a nivel nacional con varios enfoques, entre ellos el acercarse a trabajadoras y trabajadores sexuales, aunque la participación, reconoce, ha ido a la baja.

-¿Por qué ahora a los jóvenes no les interesa apoyar al zapatismo?

“Los viejos, pese a que algunos somos maestros, no hemos sabido entender qué es el cambio generacional. La última vez que fui a Chiapas, hace como cuatro años, vi un cambio en las comunidades zapatistas, cuando le hicieron el homenaje a (Luis) Villoro: vi a muchos jóvenes con un celular. Me impactó. Igual, las chavas ya en su mayoría usan pantalón. El capitalismo es cabrón, muy cabrón.”

Leopoldo Chassin

“Estamos atorados”

Inmersos en el laberinto de la burocracia, por una demanda ante el Registro Agrario para que se reconozca bajo el régimen comunal a la colonia La Barra, del municipio de Ario de Rosales, simpatizantes de los rebeldes chiapanecos mantienen en alto la defensa de la propiedad desde la Unión de Comuneros Emiliano Zapata (UCEZ), organización de larga data fundada por Efrén Capiz y Evita Castañeda.

“Tenemos toda la carpeta básica, todo, ante los tribunales agrarios, pero el Tribunal Agrario no le ordenó al Registro Agrario que nos reconozca como comunidad indígena y ahí estamos atorados desde el 2014”, narra Efrén Olivares Valdés.

Comisionado del Congreso Nacional Indígena, uno de varios que representan ante el organismo zapatista las regiones indígenas de la entidad, Olivares dice que hay seguimiento del mismo a su problemática, incluso con la asesoría de un abogado.

Olivares participa junto con María Macario y Francisco Reyes, de Jerécuaro y Nahuatzen y también comisionados del CNI, en un evento en el auditorio de la Facultad de Filosofía de la UMSNH, a propósito de la campaña apoyada por los adherentes para exhibir el documental “La vocera” en los campus del país, sobre la participación en la campaña presidencial del 2018 de María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, como candidata del CNI.

En el caso de La Barra, aduce Efrén en la ronda de participaciones posteriores a la exhibición del documental de Luciana Kaplan, el conflicto empezó cuando terratenientes les quitaron parte de su extensión que defienden como comunal, a cambio de dos hectáreas en otro lugar para que se reubicaran, situación que, dice, los enlazó con el EZLN, “cuando todavía era clandestino”, en 1982, refiere. “Y sigue siendo clandestino”, remacha.

La presencia de los zapatistas en la entidad está en Nurio, Cherán, Nahuatzen, señala Francisco. “Pero hay más, no sólo son cuatro”, dice Francisco en alusión a otro de los concejales que no pudo asistir. Entre sus tareas, describe, estar en comunidades donde se presentan a nuevos integrantes del CNI, “como delegados, para en una asamblea de cada fin de año, puedan tener representante. Cada comunidad es responsable de avalar que estos delegados sean personas confiables, honestas, sencillas.”

Cuestionados respecto a si la lucha por el presupuesto directo, no aleja a las comunidades de la defensa del territorio, María Macario dice que esta demanda es directamente de las comunidades y por tanto el CNI las respeta. “Es solo una parte de la lucha para tener la libertad de gobernarse, tener autoridades donde la comunidad mande, se empiezan a organizar sin depender del gobierno”, refiere, no sin dejar de considerar que las comunidades que ya gestionan directamente su presupuesto, “están bien vigiladas para que entreguen cuentas”.

El EZLN o el CNI, destaca Francisco, “no le puede decir a una comunidad como organizarse, pero tampoco le puede decir ´tú no puedes estar aquí´”. Los referentes zapatistas, dice, “son de acompañamiento, no de organización”.


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