Es domingo, familiares y amigos de Mauricio Cruz Solís se congregan en la esquina que vio morir al periodista en Uruapan, la exigencia de justicia se escucha fuerte con el sonar de tambores y trompetas
Patricia Monreal
Guillermina Solís alza el brazo, su silueta se acentúa con el azul del cielo surcado de nubes, abre la mano y deja escapar un globo blanco en memoria de su hijo Mauricio Cruz Solís, periodista asesinado en Uruapan el pasado 29 de octubre.
Otras manos repiten el gesto, una a una se alzan y se abren para liberar más esferas blanquecinas que remontan vuelo, se antojan puntos seguidos de una historia que no ha acabado de escribirse, una a la que la muerte no logró frenar la marcha.
Es domingo, familiares y amigos de Mauricio se congregan en el centro de Uruapan en la esquina que vio morir al periodista, la franja blanca pintada en el pavimento sobre la que el periodista cayó abatido por dos disparos, es flanqueada por un pequeño altar con veladoras, su imagen, un periódico y un par de cajetillas de cigarros, “Respeto a la libertad de expresión”, “Nos falta Mauricio”, puede leerse en un par de pancartas ahí colocadas.
Junto a la Casa de la Cultura en la que hoy día despacha el presidente municipal, Carlos Manzo, una banda de guerra hace vibrar la calle en la que Mauricio realizó su última entrevista, fue justo al alcalde, ese que lo citó por la noche del martes 29 en ese punto para responder sus preguntas, ese que tras despedirse del periodista y oír los disparos no detuvo su marcha ni ordenó a los elementos de seguridad que lo acompañaban ir a verificar qué había ocurrido, ese que luego de rendir protesta al cargo en septiembre pasado ha sostenido un discurso de odio estigmatizando por igual a todos los comunicadores de Uruapan como “chayoteros”.
Y sí, las dudas son muchas y pesan en el ánimo, porque esa noche tras recibir un disparo que le rozó el brazo y otro que lo atravesó por la espalda, Mauricio permaneció aún con vida tirado sin que se le diera asistencia médica inmediata en pleno centro de Uruapan, el área fue acordonada y se impidió el paso a ayuda médica particular.
Uruapan se encuentra entre las 20 ciudades más peligrosas del mundo según el Ranking 2023 del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, y los gobiernos del estado y municipal mantenían disputa por el convenio de coordinación para controlar la seguridad en el municipio. El asesinato de Mauricio vino como anillo al dedo al gobierno de Alfredo Ramírez Bedolla para obligar al ayuntamiento a firmar.
La marcha parte del centro de la ciudad para rodear la plaza principal, de ahí se enfila rumbo al Templo de Cristo Rey, ahí donde se celebró la misa el 30 de octubre para despedir a Mauricio.
El miedo es latente, la ausencia de periodistas de la región así lo evidencia, sólo dos o tres acuden a la movilización de este domingo. En Uruapan los comunicadores tienen bien claro el riesgo de protestar, antaño varios han recibido amenazas por participar en actos similares cuando un periodista es asesinado o desaparecido.
El pasado 31 de octubre un grupo de periodistas salieron a la calle, protestaron ahí donde a Mauricio le arrancaron la vida, colocaron cartulinas exigiendo justicia y la respuesta por su simbolismo fue contundente: las pancartas fueron arrancadas por las autoridades municipales y tiradas a la basura.
Por eso este domingo, el acompañamiento a distancia de los periodistas de la región es certeza entre quienes se manifiestan, aunque ellos no están se sabe de su apoyo, con la consciencia de que la violencia es verdugo vigilante en cada paso que se dé.
Algunos murmullos se desprenden de los labios de las personas que se topan con la marcha, hablan bajito sobre quién era el periodista, sobre su edad y si lo conocían o no, muchos observan en silencio, pocos resultan indiferentes al escuchar el nombre de Mauricio emanar al unísono del centenar de voces que se manifiestan.
Frente al Templo de Cristo Rey el alto es definitivo, el repicar de los tambores y el sonido de trompetas remata nombrando una vez más a Mauricio, luego, las manos son extendidas para pintar el cielo del medio día con globos blancos.