El legado de este personaje sigue intacto y ensombreciendo el panorama nacional, los cárteles siguen en pie, los muertos y desaparecidos se siguen acumulando
Ivonne Monreal
Han pasado más de tres años desde la condena a cadena perpetua de Joaquín “El Chapo” Guzmán, cuya lamentable leyenda se forjó al abrigo de un poder político que había pasado solo por el rasero analítico del periodismo, pero que ahora -mediante proceso penal- nos muestra uno de sus tantos rostros en la infame figura de Genaro García Luna.
Fuera de la luz de los reflectores que lo deslumbraron como el signo de una época en la que se ha vuelto norma encumbrar como celebridades a despiadados criminales, Joaquín Guzmán Loera se marchita en una celda de la prisión de máxima seguridad ADX en Florence, Colorado.
Como una especie de Al Capone contemporáneo, “El Chapo” se volvió marca no solo del emporio criminal de Sinaloa, sino de la industria del entretenimiento que le ha dado cabida en series, revistas y grupos de todo tipo de redes sociales. Se producen toda clase de souvenirs, se relatan sus crímenes en narcocorridos y en la cúspide del absurdo, se organizan fiestas infantiles temáticas en su honor.
Más allá de ese retorcido enfoque que lo presenta como un simple forajido del oeste con escenas curiosas de escapes de prisión, el legado de este personaje sigue intacto y ensombreciendo el panorama nacional. Los cárteles siguen en pie, los tráficos de todo tipo no se han detenido, los muertos y desaparecidos se siguen acumulando.
Ya lo decía la periodista Anabel Hernández dos días después de la tercera captura de “El Chapo” (en enero de 2016) en una entrevista al diario italiano La República, en la cual sostenía que el gobierno mexicano no tenía, ni tiene, ninguna intención de golpear en serio al Cártel de Sinaloa.
Si la intención fuera combatir el crimen organizado, expuso, habrían cerrado de inmediato todo conducto vinculado al flujo del capital mafioso. En particular, la autora de Los señores del narco nombró las cuentas bancarias vinculadas con el Cártel de Sinaloa y los bancos que reciclan el dinero de la mafia y a la par, puntualizó, tendrían que ser incriminados los hombres de negocios que mueven el dinero sucio, lo mismo que los funcionarios del Estado y los políticos coludidos con el crimen.
A cambio de impunidad y protección, Guzmán Loera se dedicó a repartir “millones de dólares a militares, policías y políticos”, describe por su parte la periodista Olga Wornat en su libro “Felipe, el oscuro” donde destaca una parte de la entrevista que le hizo al sociólogo Luis Astorga en 2011, de la cual destacamos este fragmento:
“El Chapo es un mito creado y engrandecido por Estados Unidos y por los medios. Ni es el más poderoso del planeta, ni el enemigo número uno. Cuando llegue la hora, lo encuentran, le cortan la cabeza y lo eliminan, y automáticamente alimentan el nacimiento de otro, que justifica los presupuestos millonarios de las agencias de inteligencia, pero el negocio continúa funcionando”.
Breve historial
A propósito de la segunda captura de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera que se verificó el 22 de febrero de 2014, traemos a la memoria sus encuentros con una justicia que en México no le llegó, sino hasta su extradición a Estados Unidos, donde fue condenado a cadena perpetua por diez cargos, en una corte de Nueva York.
Su primera experiencia entre rejas se remonta al 9 de junio de 1993, cuando fue detenido en Guatemala en relación con el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, acribillado en el Aeropuerto Internacional de Guadalajara en medio de las disputas entre los hermanos Arellano Félix, líderes del Cartel de Tijuana y “El Chapo” Guzmán, quien comenzaba a escalar en la organización criminal liderada por Amado Carrillo Fuentes, “El Señor de los Cielos”, cabecilla del Cártel de Juárez.
Su condena la purgó por ocho años en México, hasta que se fugó por primera vez el 19 de enero de 2001 de la extinta prisión de máxima seguridad de Puente Grande, en Jalisco. La versión oficial fue que salió oculto en un carrito de lavandería y las versiones posteriores que sobornó autoridades, y salió por la puerta principal.
Durante 13 años estuvo prófugo. Fue detenido de nueva cuenta el 22 de febrero de 2014 en el Hotel Miramar en Mazatlán, Sinaloa y recluido en la prisión de máxima seguridad de “El Altiplano” en Almoloya de Juárez, en el Estado de México.
A solo 17 meses de su segunda detención, escenificó una de las fugas más recordadas por lo insólito del método y por las versiones vertidas por las autoridades, ya que escapó por un sofisticado túnel subterráneo de 1.5 kilómetros que atravesaba cerca de la mitad del penal, pero cuya construcción nadie escuchó.
Debido a las presiones que el escape del 11 de julio de 2015 suscitó, el gobierno entonces a cargo de Enrique Peña Nieto se empeñó en su recaptura que consiguió seis meses más tarde un 8 de enero de 2016 en la ciudad de Los Mochis, Sinaloa, durante un enfrentamiento en el que fueron detenidos seis sicarios del capo mientras que otros fallecieron en la refriega.
Fue extraditado a Estados Unidos el 19 de enero de 2017 y condenado el 12 de febrero de 2019 a cadena perpetua por diez cargos vinculados al tráfico de drogas; también se le ordenó restituir 12,6 millones de dólares equivalentes a sus ganancias por narcotráfico en aquel país.