“Dada la fama de la víctima y el impacto que este crimen tendrá en la localidad, de inmediato asignan el caso al comisario Vivacqua y a su equipo.”
Gerardo Pérez Escutia
Zona Oscura
La “ficción criminal” (prefiero llamarla así, ya que es un concepto más amplio que el de novela negra) tiene una tradición prestigiosa en Italia. Además de sus clásicos y afamados exponentes como Andrea Camilleri, Antonio Manzini o Sandrone Dazieri, de vez en cuando nos sorprende con autores nuevos o poco conocidos en nuestra lengua. Este es el caso del autor del libro que reseñamos hoy en esta Zona Oscura.
Hablaremos de Carlo F. De Filippis, escritor que alterna su oficio con la consultoría de marketing. De Filippis está creando una serie que ha irrumpido con gran fuerza en el panorama literario italiano del género. Esta serie tiene como protagonista principal al comisario Salvatore Vivacqua, quien en esta segunda entrega habrá de resolver El caso Paternostro (Penguin Random House, 2017). Su debut fue con La molliche del commissario, que desafortunadamente no se ha publicado en español.
Salvatore Vivacqua, Totò, es el Jefe de la Brigada de Investigación de la policía de Turín. Tiene casi 30 años de experiencia y es un tipo de lo más normal, padre de familia con dos hijos adolescentes, Grazia y Fabrizio, casado con Assunta, mujer intuitiva e inteligente como pocas. Ella siempre lo aterriza y le sirve como bálsamo mágico para su estresante trabajo; Salvatore no tiene vicios, y disfruta mucho su vida familiar, siempre buscando conservar el optimismo necesario e indispensable para atrapar a los delincuentes, lo que lo convierte en rara avis en el ambiente policial, no obstante, en su día a día, hace gala de un carácter fuerte, una voluntad inquebrantable, y una lengua filosa repleta de ironía y acidez.
Giò Paternostro es un famoso pintor que vive en las afueras de Turín, semi exiliado en un castillo medieval remodelado, castillo que años atrás, en la juventud del pintor, era la meca de artistas, hippies y “espíritus libres” que iban y venían en los dominios de Giò y que le dieron un prestigio y aire de “malditismo” que, aunque vio mejores días, aún conserva y explota. Es considerado hijo predilecto de la localidad, en donde también es conocido como “el loco” o “el maestro”.
Paternostro, en el ocaso de su carrera y para escándalo de la ciudad, es asesinado; una mujer que hace el aseo encuentra su cuerpo brutalmente mutilado. Dada la fama de la víctima y el impacto que este crimen tendrá en la localidad, de inmediato asignan el caso al comisario Vivacqua y a su equipo. Al llegar a la escena del crimen, se percatan de que se enfrentan a un asesino fuera de serie: los despojos que dejó del pintor, y el caos que encontraron en su casa indican los actos de un individuo sádico que se toma su tiempo, se regodea causando el mayor sufrimiento posible y no deja huellas. Además, hay muchos indicios de que el asesino buscó algo y no se sabe si lo encontró.
Vivacqua y su equipo se dan a la tarea de entrevistar a los conocidos y allegados del pintor, a trazar líneas temporales, comprobar coartadas, y buscar en los archivos casos similares. Simultáneamente, sus superiores le exigen depurar viejos expedientes de casos “fríos”, ya que los niveles de eficacia de la policía de Turín en la resolución de casos, los sitúan como una de las peores de la comunidad europea.
La investigación que comenzó frenéticamente, pronto cae en un punto muerto. Lo único que han descubierto es un posible fraude en la venta de las pinturas de Paternostro por parte de un allegado a él, amigo de toda la vida, compañero de locuras de juventud y representante del pintor, quien se convierte en un posible sospechoso del crimen.
Vivacqua cuenta con dos colaboradores de su total confianza: Sergio Santandrea “El Jirafón”, subcomisario jefe, y Roberto Migliorino, una mole de un metro noventa y 110 kilos de peso. Al Jirafón le encarga los casos fríos mientras que él se dedica al trabajo de campo acompañado de Roberto, con quien se siente más seguro.
El caso da un giro, cuando se descubre un segundo asesinato cometido con mayor saña aún, la víctima es una mujer rusa, también conocida del pintor. Paralelamente, al revisar casos fríos, encuentran uno de un robo con violencia cometido diez años atrás y comienzan a perfilarse líneas de aproximación entre el caso actual y el antiguo.
El caso del pintor absorbe todo el tiempo de Vivacqua, descuida a su familia y esta reciente su ausencia. Como las desgracias no vienen solas, Assunta le habla para decirle que Tommy, su perro, se extravío. Ni esto le permite alejarse del caso, generándole culpas y cuestionamientos sobre su valía como policía y como padre de familia.
La tensión aumenta y la historia adquiere un ritmo a ratos vertiginoso, y a ratos, lento e introspectivo. El comisario reflexiona sobre su trabajo, se siente viejo y cree haber perdido su habilidad como investigador. La presión mediática y de sus superiores se hace insoportable. Para complicar aún más las cosas, se suman más cadáveres, y su perro sigue extraviado .
El autor construye una trama impecable en su estructura. Los personajes son totalmente creíbles, tan cercanos como cualquier hijo de vecino. Aquí no hay personajes torturados o sumidos en el vicio, solo personas comunes, alcanzadas por sus pecados del pasado y que se ven envueltas en un torbellino de venganza.
Vivacqua y su equipo van atando cabos, el inspector desempolva todas sus capacidades como investigador. Poco a poco van tendiendo un cerco sobre el escurridizo y letal asesino. Cuando parece que el caso está a punto de resolverse, la trama se complica. Entran actores inesperados en escena, todas las conjeturas previas se desmoronan. El caso adquiere un nuevo matiz mucho más siniestro, poniendo en peligro a todo el equipo de investigación, convirtiéndolos en posibles víctimas del “monstruo” que persiguen.
Una novela fresca que en su sencillez esconde una gran complejidad estructural, donde las piezas se van acomodando poco a poco de tal manera que no nos permiten despegarnos de sus páginas, para, hasta al final, descubrir la magnífica e inesperada resolución del caso Paternostro. Una muy buena novela de ficción criminal, que recomiendo ampliamente para este fin de año.
Ilustración portada: Pity