Regla de Tres

Edad, barrera para el proceso de identificación

Cualquier dato postmortem incorrecto va a repercutir en la localización de la persona y en su restitución, y, por ende, en la crisis forense

La antropología forense tiene como propósito contribuir en el proceso de identificación humana, para evitar que se den casos como el de Marcela Balderas cuya búsqueda se prolongó por un incorrecto estudio de la estimación de la edad. Por tanto, el objetivo de la antropología forense es establecer el perfil biológico de los restos humanos analizados. Dicho perfil busca reconocer el sexo, edad y estatura de la persona esqueletizada, datos que representan una hoja de ruta sobre la que apoyarse en los procesos de búsqueda en los Servicios Médicos Forenses (SEMEFOs,) por ejemplo.

Esta información básica permite crear una base de datos postmortem (PM) que sirve de consulta en las búsquedas. Esto significa que, al preguntar en un Servicio Médico Forense por una persona específica con unas características concretas (sexo, edad, estatura, rasgos particulares), el registro permite determinar si entre las no identificadas hay alguna que presente coincidencias.

De modo que, cualquier dato PM incorrecto va a repercutir en la localización de la persona y en su restitución, y, por ende, en la crisis forense. Así, los errores en el diagnóstico antropológico del perfil biológico tienen como consecuencia bases de datos deficientes y panteones con personas que pudieron ser identificadas con mayor premura.

Bajo este contexto, la estimación de la edad representa un problema no percibido, con amplias consecuencias negativas en el proceso de búsqueda. Los métodos antropológicos para establecer la edad de una persona se sustentan en la variabilidad que implica el proceso de envejecimiento; tomando en cuenta que el envejecimiento no es lineal en las personas, sino que está condicionado tanto por factores biológicos (genética) como ambientales (estilo de vida).

Desde la antropología, los métodos establecidos analizan la metamorfosis que se produce en huesos como la cuarta costilla o la sínfisis del pubis (Ilustración 1) debido a la pérdida progresiva de masa ósea con la edad[i]; estos huesos son los que se utilizan habitualmente para calcular la edad, y hay varios métodos antropológicos que permiten analizar los cambios que se producen en estos huesos como consecuencia del envejecimiento.

Estos cambios, asociados a la existencia de modificaciones en el funcionamiento de la estructura ósea, están relacionados con factores hormonales, genéticos o nutricionales que repercuten en la salud del hueso. Por eso, un adecuado estudio antropológico para establecer la edad de una osamenta siempre va a dar como resultado un rango de edad y nunca una edad específica. Sin embargo, es frecuente encontrar en los informes de identificación un número concreto como respuesta a la edad correspondiente al cuerpo no identificado.

Otro problema habitual, además del uso incorrecto de estos métodos, es la ausencia de su utilización. El hecho de que el cuerpo presente tejido blando y se encuentre en un estado de conservación óptimo no implica que no sea necesario utilizar la antropología para estimar la edad. Con frecuencia, en estos casos la edad se basa en una primera observación externa del cuerpo indicando, por tanto, únicamente la edad que aparenta, que no necesariamente corresponderá con la edad que tiene realmente la persona.

Con  base en esta situación es que encontramos casos como el de Marcela Balderas, cuyo hijo de 16 años desaparecido es registrado en el SEMEFO como un adulto de 25 años, imposibilitando su localización durante varios años[ii]; como este podemos encontrar más casos a lo largo del país. El problema radica, no solo en la falta de profesionales cualificados para responder a las preguntas del perfil biológico (incluso en casos donde el cuerpo presenta tejido blando), sino también en la falta de recursos materiales que faciliten estos estudios y en la consolidación de equipos multidisciplinares en el área de identificación. De manera que, médico forense, odontólogo, antropólogo, etc., trabajen de manera conjunta.

Estimar la edad debe asimilarse en los procesos de identificación como una herramienta que busca la no exclusión, dado que son muchos los factores, como se comentaba anteriormente, los que van a incidir en el proceso de envejecimiento de los huesos; por eso es obligatorio hablar siempre de rangos de edad fundamentados en un método antropológico estandarizado. Asimismo, el recurso de herramientas como los Rayos X son fundamentales para evitar situaciones como la de Marcela Balderas. Las radiografías permiten observar, cuando todavía está presente el tejido blando, el desarrollo de los huesos indicando si se trata de un infante, adolescente o persona adulta[iii] [iv].

En síntesis, la estimación de la edad representa un arma de doble filo puesto que si es utilizada correctamente bajo las indicaciones establecidas por la metodología antropológica contribuirá eficientemente en la pronta identificación. Sin embargo, su uso incorrecto alimentará la crisis forense porque participará en el incremento del número de cuerpos no identificados que se suman lentamente a la lista de larga data. Cabe preguntarse cuántas personas inhumadas en los panteones siguen invisibilizadas en el proceso de búsqueda por una estimación de la edad deficiente.

Es necesario evitar la lógica simplista que sostiene que un estudio incorrecto de la edad no tendrá consecuencias en la identificación de la víctima porque el estudio genético es la solución a la crisis forense; esta posición sólo alimenta y justifica las irregularidades que contribuyen a fomentar la problemática existente.

Todas las personas no identificadas tienen derecho a ser identificadas y esto genera la obligación de implementar todos los métodos y disciplinas que puedan contribuir a resolver este enigma, tomando en cuenta que no siempre será posible dar una respuesta desde el uso de la genética. De ahí que no se menosprecie la utilidad que puede tener la antropología para el proceso de identificación, especialmente si se emplean correctamente sus métodos para construir el perfil biológico.


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Isabel Beltrán Gil es doctora en antropología sociocultural, maestra y especialista en antropología física forense, además de cursar actualmente un segundo doctorado en antropología física. Orientó su perfil profesional hacia la recuperación e identificación de restos humanos, el análisis crítico de la muerte violenta en contexto de Derechos Humanos, la dimensión epistemológica de la antropología forense y la identificación con perspectiva de género. Es integrante de la Asamblea de Coordinación y el Comité Investigador del GIASF.

El Grupo de Investigaciones en Antropología Social y Forense (GIASF) es un equipo interdisciplinario comprometido con la producción de conocimiento social y políticamente relevante en torno a la desaparición forzada de personas en México. En esta columna, Con-ciencia, participan miembros del Comité Investigador y estudiantes asociados a los proyectos del Grupo, así como persona columnistas invitadas por el mismo (Ver más: www.giasf.org). La opinión vertida en esta columna es responsabilidad de quien la escribe. No necesariamente refleja la posición de adondevanlosdesaparecidos.org o de las personas que integran el GIASF.



[i] Udo Krenzer. (2006). Compendio de métodos antropológicos forenses para la reconstrucción del perfil osteo-biológico. Centro de Análisis Forenses y ciencias Aplicadas (CAFCA).

[ii] Desaparecer dos veces: la burocracia que pierde cuerpos

[iii] Pedro Manuel Garamendi González, María Irene Landa Tabuyo,(2010). Determinación de la edad mediante la radiología, Revista Española de Medicina Legal, Volume 36, Issue 1, Pages 3-13.

[iv] Tineo, Francisco, Espina de Fereira, Angela Irene, Barrios, Fernando, Ortega, Ana, & Fereira, Jose. (2006). Estimación de la edad cronológica con fines forenses, empleando la edad dental y la edad osea en niños escolares en maracaibo, estado zulia. Acta Odontológica Venezolana, 44(2), 184-191.

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