“¿Puede la educación ser una forma de resistencia a la globalización, o está condenada a consolidar sus tendencias de profesionalización y las paupérrimas condiciones laborales?”
Mario Torres López
Nuestro siglo se ha construido sobre el manto absorbente de la globalización, referente obligado de todo acto reflexivo y de conocimiento. Por eso es aquí también el punto de arranque: la globalización como fase superior del imperialismo capitalista, implica estrategias de apertura y consolidación de mercados cuya dinámica se encuentra sujeta a políticas socioeconómicas impulsadas por los organismos financieros y las corporaciones empresariales, teniendo a los gobiernos como garantes legales de sus acciones.
Así pues, la globalización se hace presente a través del intercambio desigual y competencia entre países y mercados emergentes con sobreproducción de materias básicas, “estimulados” para asociarse con las grandes corporaciones internacionales a cambio de incorporar nuevas tecnologías y sistemas de contratación de mano de obra que no comprometan las ganancias de los empresarios. Lo anterior crea la ilusión de interdependencia cultural, que no es otra cosa que la homogeneización de los mercados de consumo y, en su parte más fina, la mundialización de la educación.
Además, se reconocen ciertos factores coyunturales que pueden modificar las relaciones entre economías nacionales o regionales: “amiguismo internacional” para apoyar algunas políticas públicas en beneficio de las corporaciones empresariales y, con ello, consolidar estrategias de interdependencia entre naciones y centros de producción; fusión de firmas y reconfiguración constante de mercados financieros que de una u otra manera conducen al proteccionismo nacional.
En esta misma dirección va la reorientación de las funciones del Estado y la conformación de nuevas funciones gubernamentales, en el contexto de la globalización, ha impulsado la revisión de los principios constitucionales de gobernanza a las naciones. La consecuencia de esto es que asistimos, como en un espectáculo callejero, al desamparo de la población ante la voracidad empresarial y la desarticulación de los movimientos sindicales, lo cual ha creados las condiciones para la emergencia de nuevas formas de poder enmarcados en eso que se ha dado en llamar la sociedad civil, como gestora de políticas públicas que impulsen el mínimo de bienestar social. Sin embargo, debe quedar claro que posibilitar su incorporación al quehacer político gubernamental, no es garantía de que las ONG sean entidades subsidiarias del Estado.
De manera un tanto inconsciente, hemos pasado de la denominación de países dominantes a la conceptualización de políticas e instituciones administrativas dominantes. Ante esto, la pregunta obligada es: ¿puede la educación ser una forma de resistencia a la globalización, o está condenada a consolidar sus tendencias de profesionalización y las paupérrimas condiciones laborales?
Una de las piedras angulares de los estudios sobre lo social, es la consideración de los contextos socio-culturales en el marco de la globalización de la economía de consumo masivo, y sus efectos en esto que hemos dado en llamar interculturalidad. Desde esta plataforma, cuando nos referimos a políticas educativas, es casi invariable que nos movamos en cuatro espectros de conflicto:
- Visión institucional sobre el deber ser de la educación, como expresión de una ideología dominante;
- La educación indígena como un punto de referencia obligado desde las teorías histórico-antropológicas para entender el sentido de actualidad de las naciones multiculturales o de pluralidad étnica;
- Las tendencias de la formación docente a partir de tres puntos clave:
- El sentido de pertenencia y los modos de interacción entre la escuela, la comunidad, los padres de familia, los docentes y las autoridades educativas.
- Las tradiciones académicas institucionales y su capacidad de innovación pedagógica o su resistencia al cambio.
- La intervención de los gobiernos en las políticas públicas sobre educación, así como su intención ideológica y sus implicaciones en la totalidad de las comunidades escolares.
- Identificación e impulso de campos de conocimiento posibles, desde las plataformas propias de cada institución de educación superior: estudio de tradiciones, usos y costumbres desde la educación familiar y sus aspiraciones de escolaridad; impacto de los estudios de moda en el desarrollo, o no, comunitario; importancia de la educación bilingüe, o trilingüe, en el caso de las comunidades indígenas con fuerte tendencia a la migración laboral; producción simbólica y cultura local.
Ilustración portada: Reco