“La premisa central es que Cassandra es ´demasiado´ humana y algo no está bien. Al inicio, desconocemos el motivo, pero pronto lo descubriremos.”
Horacio Cano Camacho
Zoan Oscura
Vamos a hablar sobre una nueva miniserie presentada hace unas semanas por Netflix: Cassandra, una producción alemana escrita y dirigida por Benjamin Gutsche (Netflix, 2025), que se ha convertido en el éxito de la temporada para la plataforma de streaming.
La historia nos presenta a Samira, una escultora, y su familia, quienes, tras una tragedia en su hogar, deciden abandonar la ciudad e irse al campo para tratar de reconstruir sus vidas. Para ello, adquieren una casa abandonada que fue el primer proyecto de “casa inteligente” desarrollado en Alemania a principios de los años 70, pero que ahora está totalmente en desuso.
Al llegar a su nuevo hogar, descubren que toda la casa está equipada con monitores, incluso en las habitaciones y baños, y controlada desde una computadora central ubicada en el sótano. Esta máquina constituye el “alma” de la casa inteligente y operaba a través de un asistente en forma de robot humanoide equipado con inteligencia artificial (IA), llamado Cassandra. Todo está apagado, cubierto de polvo y aparentemente inoperante, hasta que Fynn, el hijo adolescente de la familia, decide reactivar el robot por simple diversión.

No saben cómo, pero el robot se enciende, generando incertidumbre en la familia. Al principio, todo parece ir bien: contar con un asistente que se encargue de las tareas domésticas, la cocina y hasta la educación de la hija menor parece una bendición. Sin embargo, pronto comienzan los problemas.
La historia se narra en tres líneas temporales que terminan por converger. La época actual, con la familia de Samira Prill, se alterna con viñetas de los años 60 que siguen la vida de Horst Schmitt, un científico que trabaja en un proyecto de salud, y su familia. Otras escenas nos transportan a los años 70, cuando se crea Cassandra.
La miniserie alemana, que puede verse de corrido en un maratón, combina ciencia ficción con elementos de techno-thriller y misterio. Está disponible en Netflix desde este año y consta de seis episodios de aproximadamente 50 minutos cada uno. Su estética retrofuturista está muy bien lograda: la computadora es un mastodonte que ocupa todo el sótano de la casa, a semejanza de las máquinas de la época, basadas en transistores. El robot de Cassandra también es fascinante: tiene una construcción humanoide, metálica, y una interfaz de comunicación en forma de monitor donde se proyecta la “cara” de Cassandra. La arquitectura de la residencia es un ejemplo del modernismo y funcionalismo dominante después de la guerra, con papel tapiz, muebles plásticos y accesorios coloridos. En general, la producción resulta sensacional y muy nostálgica.

La premisa central es que Cassandra es “demasiado” humana y algo no está bien. Al inicio, desconocemos el motivo, pero pronto lo descubriremos. La IA de Cassandra fue creada mediante la transferencia de la conciencia y los conocimientos de un humano (en este caso, una mujer) a la computadora. Mientras tanto, la familia de Samira, aún afectada por una crisis terrible, busca reiniciar su vida en un entorno más tranquilo. La pareja, Samira (una artista) y David (un exitoso escritor de novela negra), junto con sus hijos, ven la presencia de Cassandra como un juego, pero poco a poco la IA empieza a dar señales de que algo no va bien. Solo Samira parece intuirlo desde el principio. No quiero adelantar demasiado, pero, como podrán imaginar, algo sale mal.
La miniserie es altamente recomendable. Refleja los miedos generalizados hacia la IA, especialmente aquella directamente vinculada a la conciencia humana. Cassandra ofrece una perspectiva interesante sobre la inteligencia artificial y sus posibles consecuencias, con una estética retrofuturista muy atractiva. Es una propuesta entretenida para los aficionados a la ciencia ficción y al terror tecnológico. Mientras llegan las vacaciones, véanla.
Ilustración portada: Luna Monreal
