Regla de Tres

Bravura


“No puede tolerar que aquella joven, una jovencísima Mary, fuese capaz de concebir una obra cumbre de la literatura…”

Corre el año 1819 y John se sumerge cada día más en la depresión, la adicción al opio y un profundo resentimiento que lo destruye. No ha sido capaz de concretar su suicidio; vaya, ni siquiera fue competente para robar el revólver con el que consumaría su destino final. De hecho, tuvo que pagar con sus últimos recursos la pistola que días después le fue hurtada en el refugio para indigentes donde habitaba. Ahora, lejos ya de cualquier nuevo despertar, cohabita con Teresa, una prostituta ocasional que lo ha recogido del abandono, en una casa en ruinas que ocupan de manera ilegal. Ni siquiera es capaz de hacerle el amor, pues los estragos de la droga lo han dejado imposibilitado.

John solo es capaz de trasladar sus odios de persona en persona, hasta hacer de Mary el centro de todo su pensamiento. Allí, en aquella habitación desolada, solo tiene un objetivo: asesinar a Mary y consumar así su última gran obra.

Este John, consumido por el rencor y la miseria, no es cualquier John; se trata nada menos que de John William Polidori, autor de El vampiro, la novela fundacional de las historias de uno de los monstruos favoritos de la literatura y la cultura popular de todos los tiempos, que creó el mito del vampiro y fue un antecedente directo de Drácula de Bram Stoker (1897) y de algunas otras novelas de la época victoriana que no trascendieron tanto. Polidori se adelantó a Stoker por 81 años. Este John Polidori fue incapaz de escribir otro texto, y por un error editorial (muy seguramente cometido a propósito), la obra le fue atribuida a Lord Byron, uno de los más grandes poetas del Romanticismo inglés. A pesar de que Byron aclaró de inmediato que tal obra no le pertenecía, el daño ya estaba hecho. Polidori, que había sido secretario y médico de Byron, no lo superó y entró en una carrera de autodestrucción, consumido por el rencor contra todo el mundo, en especial, contra los asistentes a aquellas famosas «noches de los monstruos».

Emmanuel Carrère acometió la tarea de contarnos el destino de los protagonistas de estas noches de manera novelada en Bravura (2016, Anagrama). Carrère es conocido por su estilo literario híbrido, que combina elementos de novela, biografía, crónica periodística y ensayo personal. Bravura es una novela negra, sin duda, pero también es un recuento entre la ficción y la historia sobre la génesis de dos grandes obras: Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley (1816), y El vampiro, de John William Polidori, publicado en 1819 pero realmente escrito en paralelo al de Shelley en 1816.

Emmanuel Carrère

El núcleo de la novela gira en torno a la estancia en Villa Diodati, frente al lago Lemán, en Ginebra, Suiza, durante aquel «año sin verano» de 1816, y al famoso reto que Lord Byron propuso a sus compañeros: que cada uno escribiera una historia de terror para entretenerse durante las largas noches lluviosas. Mientras Byron y Percy Shelley luchaban por cumplir con el desafío, fue Mary quien, inspirada por una combinación de las discusiones científicas del grupo, sus propias pesadillas y los dilemas filosóficos de su tiempo, comenzó a esbozar la historia de Frankenstein, que exploraría temas universales como la creación, el poder, el sufrimiento y la responsabilidad ética.

En paralelo, Carrère nos cuenta la historia de John Polidori, un hombre joven y brillante pero torturado por la personalidad arrolladora, la fama y el carisma de Byron. Polidori escribió El vampiro, una obra que marcó el inicio del mito del vampiro en la literatura moderna y que realmente fue Byron quien lo inició, pero pronto se desinteresó y tiró sus pocas hojas. Polidori las rescató y les dio forma de un pequeño relato. A través de Polidori, Carrère reflexiona sobre la relación entre maestro y discípulo, la frustración de la creación artística y la sombra que puede proyectar un genio sobre quienes lo rodean.

El centro del odio de Polidori inicia con Byron por el “error” de atribuirle la obra, tal vez por editores deshonestos que querían aprovechar la fama del poeta, pero poco a poco se extiende a cada uno de los asistentes a la Villa Diodati: Percy Shelley, un poeta muy solvente y erudito interesado en la ciencia; su novia Mary, de tan solo 18 años de edad; y él mismo. Mary, en particular, es el blanco de su deseo de venganza: ansía destruirla, desprestigiarla o exhibirla como una oportunista. No puede tolerar que aquella joven, una jovencísima Mary, fuese capaz de concebir una obra cumbre de la literatura, que además es fundadora de la ciencia ficción y pieza clave de la literatura gótica. No, él, y no Mary Shelley, merece el crédito de la creación. Estos pensamientos devoran a Polidori, quien concibe el asesinato de la escritora.

La novela describe los oscuros pasadizos de todos en la villa, pero también hace un homenaje a la tremenda capacidad creativa e imaginativa de Mary, quien transformó las charlas sobre ciencia, el optimismo en torno a la nueva energía emergente —la electricidad— y el poder creador de la ciencia, pero también sus límites y contradicciones éticas, en un libro potente: un clásico de la literatura.

Aquellas noches frías, lluviosas y solitarias se convirtieron en un modelo de creación y reto intelectual. ¡Qué daría yo por haber asistido como testigo de esos momentos! Lea Bravura; seguro la disfrutará y querrá regresar (o iniciarse) en Frankenstein y El vampiro. Así de potente es.


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