Presenciar el asesinato de su mejor amiga cambió la vida de Kenya, marcada por la violencia, y la llevó a convertirse en defensora de los derechos de las mujeres trans
Beatriz Rojas
Ser testigo del asesinato de su mejor amiga fue un parteaguas en la vida de Kenya Cuevas y la convirtió en activista por los derechos de las mujeres trans. Su vida atravesó por múltiples tipos de discriminación, violencia, encarcelamiento, drogadicción y enfermedad, pero también la llevó a fundar la Casa de las Muñecas de Tiresias, que facilita la reinserción social, y a impulsar la inclusión del delito de transfeminicidio en los códigos penales.
«La violencia estructural por ser una mujer trans es en todos los espacios de la sociedad», señaló la activista.
El de Paola Buenrostro, ocurrido el 30 de septiembre de 2016, fue el primer transfeminicidio registrado en México como tal. En ese entonces, ambas se desempeñaban como trabajadoras sexuales, recuerda Kenya:
«Llegó un sujeto pidiendo servicios, varias lo bateamos porque lo vimos alcoholizado, sin dinero. Paola decidió subir a su carro. A los tres metros se detiene, escuché gritos de auxilio que gritaban mi nombre, corrí y cuando llegué a la ventanilla del copiloto, escuché detonaciones de arma de fuego. No me pude mover, alcancé a ver por la ventanilla cómo mi amiga se desvanecía en los brazos del sujeto».
Pero para llegar a este momento de su vida, Kenya ya había atravesado muchas injusticias. En el Salón de Recepciones del Congreso de Michoacán, a donde acudió en compañía del Consejo Económico y Social de Michoacán (Cesmich), presidido por el exdiputado Eduardo Orihuela y acompañada por los diputados Reyes Galindo, coordinador parlamentario del Partido del Trabajo (PT) y Sandra Arreola, coordinadora parlamentaria del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), Kenya contó su historia de vida.
«Yo vivía en Tepito. No entendía por qué mis hermanos me golpeaban o por qué mis compañeritos se burlaban de mí en la escuela por no querer jugar futbol», comienza.
Desde temprana edad, incluso antes de entender su identidad, Kenya ya conocía la discriminación y la violencia. Para la mayor parte de las mujeres trans, explica, el primer contacto con la violencia es dentro de su propia familia.
Sin la presencia de sus padres en su vida, ella vivía al cuidado de su abuela, pero falleció cuando Kenya tenía nueve años y dado que sus hermanos la golpeaban y se negaban a darle de comer, optó por salir a la calle, en donde conoció por primera vez una mujer trans y se sintió identificada al instante.
«Vi la silueta de una mujer, era una mujer trans, me identifiqué con ella y le dije que me enseñara a vestir como ella . Me dijo que mejor me pusiera a trabajar», relata y describe que era una zona de trabajo sexual y además de mujeres había «niños rata», que vivían en las coladeras, tenían ratas por mascotas y también se prostituían.
Un hombre la llevó a hospedarse en un hotel donde vivían las mujeres trans que se dedicaban a la prostitución y le dio algo de dinero, que fue empleado por otras trabajadoras sexuales trans en «vestirla». Es decir, comprarle maquillaje, una peluca y zapatos, pues les pidió que la arreglaran como ellas.
«Me dijeron: ‘Es la primera y la última vez que te vamos a arreglar’. Cuando me vi por primera vez en ese espejo, por primera vez me reconocí. Me dije: esa sí soy yo».
Después la llevaron a trabajar y le dieron algunos consejos para comenzar. Eran los años 80 y Kenya tenía nueve años, el uso de los condones no estaba extendido y ella no los conocía. Años después en un albergue, le dirían que podía padecer el «cáncer homosexual» y le hicieron estudios. Había contraído VIH.
«Históricamente la sociedad nos arroja al trabajo sexual, que después la misma sociedad criminaliza, entonces dígannos para dónde correr», cuestiona.
A sus nueve años fue también su primer contacto con las drogas y el alcohol, pues los clientes no la contrataban si no aceptaba lo que le ofrecían. Rápidamente se hizo adicta y esto la llevó a vivir en la calle. A los 28 años, tras casi 20 años de adicción, fue rehabilitada en un albergue.
Pasó también por la cárcel, pues fue detenida en un operativo en un lugar en donde se consumía cocaína. Al no saber leer y escribir, no supo cómo defenderse. Debido a que padecen violencia desde el hogar, «ocho de cada 10 mujeres trans no saben leer y escribir», precisó.
Fue recluida en un penal masculino, por lo que sufrió violencia física y tras una pelea, la trasladaron al penal de Santa Martha Acatitla por considerarla de alta peligrosidad. Ahí externó que padecía VIH y recibió tratamiento; sin embargo, algo raro pasaba, pues sus compañeros de celda le recomendaron que no se tomara el medicamento, pues los estaba matando. Ahí fue testigo de cómo personas aparentemente sanas, comenzaban a agonizar al poco tiempo de recibir tratamiento.
«Fuimos utilizados como conejillos de indias para la construccion del medicamento de última generación», denuncia.
No sería la última vez que descubriría que las personas trans en México sirven a la ciencia contra su voluntad. Después se enteraría que en ciertas universidades recibían cadáveres de personas trans para estudiarlos «porque nuestra transición es atractiva para la ciencia».
«Yo dije: esto es atroz, no basta la discriminación y la violencia, sino que también nos destazan y nos meten en frascos», expone al informar que para evitarlo, ha rescatado de las fiscalías más de 70 cuerpos para entregarlos a sus familias o darles sepultura, según sea el grado de sensibilización familiar.
Al salir de prisión, no encontró otra alternativa que volver al trabajo sexual. Fue entonces que presenció el asesinato de su amiga y estuvo a punto de morir también.
«Me encañonó pero el arma se encasquilló. Llegó una patrulla, lo agarraron con el arma en la mano», recuerda.
Pero la historia no acabó ahí, pues tuvo que luchar para que le entregaran el cuerpo por no ser familia directa. Pasó horas en la Fiscalía y refiere que la persona del ministerio público que la atendió le sugirió: «Vete a descansar, es una puta de aquí de la esquina. Le dije eso será para usted, pero es mi compañera, mi hermana».
Durante la primera audiencia, el juez le impidió testificar argumentando que debía salir «para no contaminar la audiencia» y el asesino quedó libre.
«Inicié con una lucha al darme cuenta de que las autoridades me engañaban por no saber leer y escribir», explica.
Se comprometió con su amiga fallecida a luchar por justicia y fue así como inició su vida académica y también como activista y logró presentar una propuesta de ley bautizada con el nombre de su mejor amiga, Paola Buenrostro
Nayarit y la Ciudad de México fueron las primeras entidades en incorporar el transfeminicidio en sus códigos penales este año, Michoacán podría ser la tercera.
Kenya Cuevas ha trabajado también para lograr un convenio con el Registro Civil para que las víctimas obtengan el cambio de identidad postmuerte y para sensibilizar a las familias biológicas, así como para que se reconozca la familia social, y así los cuerpos de las víctimas que fueron rechazadas por sus familias biológicas puedan ser reclamados.
Se ha buscado también que las transiciones sean acompañadas por las áreas de salud pública, porque se legisle en materia de reconocimiento de identidad y con ello las mujeres trans puedan obtener empleo y para que su identidad no sea motivo de expulsión en las escuelas y no se les prohíba usar los baños.
También proporcionó algunos datos: México es el segundo país en el mundo con más transfeminicidios, solo por debajo de Brasil; la esperanza de vida de una mujer trans es casi la mitad que la de una mujer cisgénero, muchas mueren en el encarcelamiento, con VIH o asesinadas. En resumen, un crimen de odio contra una mujer trans es distinto a un feminicidio, porque engloba más tipos de discriminación y violencia y se da en otros espacios y condiciones.
«Ha sido un trabajo robusto, tuve amenazas de muerte, atentados, tuve un balazo en la cabeza, en los brazos, me querían desaparecer y me hicieron una mujer mucho más fuerte. Impulsar esta ley fue un inicio de la justicia y construí también el primer albergue para mujeres trans con una metodología de reinserción social que incluye preparación académica y se retoman hábitos que se pierden en esos contextos de vulnerabilidad», concluye.
A nombre de los grupos parlamentarios de los partidos del Trabajo, Verde Ecologista de México y Morena, Reyes Galindo se comprometió a que votarán a favor de esta reforma, una vez que se turne el dictamen.
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