“…desgraciadamente cada vez son menos visibles los intelectuales y críticos de las organizaciones políticas y el modo en que sobreviven con los recursos del erario público en los cambios de la visión y los modos de gobernar.”
Mario Torres López
La democracia es un terreno pantanoso en donde se pierden los deseos más vitales en aras del poder, del control territorial y de sus pobladores, como si ese fuera el destino manifiesto de aquellos que han hecho de la política su única forma de vida posible.
Con esta tesis asumida como principio analítico, emerge una pregunta cargada de inocencia: ¿por qué los cambios en las formas de gobernar, sin que ello signifique una transformación del Estado, genera tantas reacciones, alérgicamente negativas o ilusionadamente positivas?
Al parecer una es la razón principal; la afectación a algunos grupos de poder, incluidos sus sectores de coordinación política, de comunicación y de clientelismo electoral.
Otro es el argumento sobre los riesgos de la democracia. Esto es más confuso y dogmático que certero dado que, de hecho, la democracia se caracteriza por su dinamismo en las relaciones institucionales y en las constantes modificaciones a sus marcos legales, buscando siempre que los principios constitucionales fundacionales de una nación sean, en su aparente formalidad, prácticamente intocables.
Los riesgos, aberraciones, ilusiones y aprobación del cambio de estilos de gobernar estarán condicionados, como todos los juicios de valor, por sus beneficiarios y presuntos o reales perjudicados, con relación a gobiernos pasados. Así, los juicios y prejuicios acerca del devenir de las sociedades se convierten en el referente obligado, cuando no es el primer motor del mismo devenir histórico.
Si la política se guía por principios dogmáticos del poder sus acciones y reacciones serán igualmente dogmáticas, desgraciadamente cada vez son menos visibles los intelectuales y críticos de las organizaciones políticas y el modo en que sobreviven con los recursos del erario público en los cambios de la visión y los modos de gobernar.
“Solamente los débiles de conciencia no pueden vislumbrar la fuerza del devenir, seamos actores pasivos o no…” eso dijo un emisario de la centenaria institución política que gobernó a este país hasta años recientes. No se puede asegurar si estaba sentenciando su pasado o si se había resignado al presente y a lo que podría depararle el futuro. Lo que se puede derivar de este enunciado es que sin tolerancia no hay democracia y la tolerancia es el producto de una educación en donde se fomente el respeto al prójimo sin distingos de género, de preferencias sexuales -públicas o privadas- se aprecien los esfuerzos por mejorar las condiciones de vida, sin que esto signifique dañar a los demás.
Junto a esto, nos encontramos con otros puntos igual de escabrosos en el contexto de las democracias: la justicia y la legalidad
Sobre este tema es pertinente comprender que la legalidad se sustenta en las formas que emplean los gobiernos para estructurar sus instituciones administrativas para garantizarse estabilidad y diferenciar las narrativas sobre la originalidad histórica. En estas estructuras de poder fundamentan su deber ser para trascender al simple hecho administrativo hasta asumir que las acciones de gobierno son actos justos en tanto actos que se revisten de interés público.
Esto ha derivado en una narrativa nacionalista que trasciende a los gobiernos y sus actuaciones desastrosas frente a la deseante voluntad popular de tener mejores ingresos, más seguridad social, así como reales garantías educativas y un trabajo digno.
Desgraciadamente vivimos rodeados de fantasmas electrónicos que nos vigilan, manipulan nuestras emociones y nos inducen a consumir chatarra de cualquier tipo, siendo la de mayor peligro la ideológica, sustentada en prácticas políticas de odio, desde cualquier plataforma partidista y algunas organizaciones civiles acríticas, aunque altamente politizadas. Pareciera que existe un fructífero mercado del odio, ligadas todo tipo de concepciones de democracia, todas ellas tan distantes y tan cercanas a la industrial electoral que se perfila hoy como dominante desde los recientes triunfos de los gobiernos de derecha y ultraconservadores en Europa, poniendo en lo alto de las astas-banderas sus propios principios democráticos.
PD
¿Volverán las oscuras golondrinas y con sus alas de prianismo renacerán las más viejas artimañas para gobernar y entregar los bienes de la nación a esos empresarios sin escrúpulos que se muestran como tocados por dios y su santo espíritu dinerero?
Ilustración portada: Reco