“…si he de mencionar que nuestra piel se encuentra habitada por millones de bacterias, hongos y virus, esto puede desconcertar a cualquiera. Y esto se repite para el sistema digestivo y el tracto genital, por ejemplo.”
Horacio Cano Camacho
Reporte Minoritario
Días atrás, mientras comentaba en la oficina -ya pensando en este artículo-, mencioné que somos un vehículo que transporta millones de organismos dentro y fuera del cuerpo. En tono jocoso, comenté que al besar o lamer otra piel, seguramente arrastramos a miles de estos «bichos» hacia nosotros. Este comentario escandalizó a la concurrencia y no lo tomaron nada bien.
Los microorganismos están bastante desacreditados entre la población, y en parte, esta percepción negativa tiene su origen en la manera en que estudiamos biología en la escuela (primaria y secundaria, principalmente), especialmente la microbiología. Siempre se le asocia con enfermedades, y conocemos, si acaso, a las bacterias por su relación con los males que provocan.
No obstante, la inmensa mayoría de las bacterias desempeñan roles positivos e indispensables para nosotros y para la propia naturaleza. Esto es extensible a los hongos, los virus y, por supuesto, al extenso número de insectos, ácaros, moluscos, artrópodos y gusanos de diversos tipos que pueblan el mundo.
Entonces, si he de mencionar que nuestra piel se encuentra habitada por millones de bacterias, hongos y virus, esto puede desconcertar a cualquiera. Y esto se repite para el sistema digestivo y el tracto genital, por ejemplo.
La piel es el órgano más grande del cuerpo humano y no solo nos defiende del ataque de microorganismos potencialmente patogénicos, sino que también está colonizada por «bichos» benéficos, hasta el punto de que cuando esta barrera se altera por daños ambientales (quemaduras, resequedad, heridas, etc.) o el equilibrio entre microorganismos comensales y patógenos se ve alterado, puede resultar en una enfermedad que penetre nuestra defensa primaria, afectando la salud de la piel, modificando nuestro aspecto y hasta alterando la percepción que otros tienen de nosotros.
Cuando se construyeron los primeros microscopios en la década de 1670, Anton van Leeuwenhoek observó bacterias en frotis de piel (y otro tipo de muestras), confirmando la idea de la existencia de organismos microscópicos invisibles que existía desde la antigüedad. La piel tiene diversos recovecos, y sabemos que las bacterias que la colonizan varían según el sitio en que se encuentran. Tradicionalmente, estos estudios se han realizado frotando un hisopo contra la piel y luego trasladándolo a medios de cultivo, lo cual permitió identificar parte de esta microbiota cutánea. Así, sabemos que viajando con nosotros podemos encontrar muchas bacterias de los géneros Staphylococcus spp., Propionibacterium spp. y Corynebacterium spp.
Los métodos de estudio de la microbiota de la piel, basados en el cultivo microbiológico, tienen varias limitaciones para analizar la diversidad completa del microbioma de la piel, ya que no todos los «bichos» se pueden cultivar con la misma facilidad. Es importante muestrear toda la piel, incluyendo los pliegues y cada superficie. Por lo tanto, el advenimiento de técnicas basadas en la secuenciación de ARN ha mostrado la verdadera riqueza de pasajeros, y ahora están surgiendo estudios de cada rincón de la piel, revelándonos grandes sorpresas.
Ahora sabemos que, por ejemplo, la microbiota de las glándulas sebáceas, asociadas a la formación de pelos, varía a la de las glándulas sudoríparas en la composición bacteriana y de otros «bichos»: las glándulas sebáceas presentan, además de las bacterias de los tres géneros mencionados anteriormente, la presencia de hongos del género Malassezia spp y diversos virus. También sabemos que las poblaciones bacterianas son más abundantes que las de los hongos, o de estos tenemos menos referencias, aunque ciertas zonas de la piel, sobre todo las más escondidas, tienen grandes poblaciones de hongos de los géneros Aspergillus spp., Cryptococcus spp., Rhodotorula spp., Epicoccum spp, entre otros.
Estos cambios en la microbiota son muy claros, variando en superficies expuestas, pliegues de los dedos de manos y pies, nalgas, cara, incluso en microzonas de esta. El hongo Malassezia spp. es muy abundante en zonas ricas en sebo, como la frente, espalda, cara y cuero cabelludo. Mientras que la bacteria Staphylococcus epidermidis es muy abundante en piel sana y es sustituida por Staphylococcus aureus en procesos patológicos.
En la cara, al parecer, las bacterias más abundantes son del género Cutibacterium spp. y el género Corynebacterium spp. En estas últimas bacterias, se han identificado especies resistentes al antibiótico clindamicina, muy usado en geles y cremas para tratar el acné y los barros. Un problema de este hallazgo es el hecho de que estas bacterias pueden realizar transferencia horizontal de genes, llevando a la aparición de resistencias en otras bacterias, como las de la especie Cutibacterium acnes, asociada al acné, y de las propias Corynebacterias asociadas a la difteria, úlceras estomacales y pseudotuberculosis.
Es muy importante conocer la diversidad y la dinámica de los «bichos» que nos habitan, ya que la mayoría está asociada a nuestra salud y a la huella personal, contribuyendo a la identificación por olores y a la respuesta a factores ambientales. La próxima vez que bese a alguien, o lo lama, según sus gustos, recuerde que caras vemos, pero microbioma no sabemos, pero ese contacto ha sido la vía para colonizarnos desde el nacimiento, definiendo en muchos sentidos lo que somos…
Ilustración portada: Reco