Regla de Tres

Caso Janet, horror multiplicado

La suya es una de las historias de terror que se escriben en Michoacán, estado azotado por la inseguridad y la operación delincuencial, en donde el lucro sobre la desgracia, es común entre la clase política


Patricia Monreal

En vísperas del Día del Padre este 2023, Janet decidió acudir –como cada año- a su pueblo en la región de Cuitzeo para festejar con los suyos. Tal decisión cambiaría para siempre su existencia y la de su familia, rompiendo de manera brutal con la vida que habían construido.

La de Janet, es una de las historias de terror que se escriben día a día en Michoacán, estado azotado por la inseguridad y la operación de grupos criminales, en el que la vida y la integridad de las mujeres transitan en riesgo permanente, y en donde el lucro sobre la desgracia, es común entre la clase política.

Janet es madre soltera, su trabajo en el Congreso del Estado como asesora o secretaria técnica en comisiones, le permitía sacar adelante los gastos para su manutención y la de su hija.

Hoy Janet y su familia son parte de los miles de desplazados de Michoacán a causa de la violencia y la inseguridad, de esos sobre los que no existe estadística oficial y de los que el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla asegura migran a causa del machismo, no del crimen.

Pero ellos huyen para salvaguardar su vida.

La pesadilla

Janet había tenido una semana intensa de trabajo, por lo que el sábado 17 de junio arribó ya de noche a su pueblo. Llegó a la casa de sus padres en donde se duchó para desestresarse y salió con su hija y una amiga para cenar unos tacos.

Sin la formalidad de la ropa de trabajo, se puso cómoda y decidió distraerse, por lo que luego de cenar y dejar a su hija dormida, fue con su amiga a un sitio que se ha hecho popular en su pueblo, un lugar donde la gente –sobre todo jóvenes- se reúnen por las noches a platicar, tomar una copa y convivir un rato, se trata de una tiendita que está junto a un mirador.

Ahí las alcanzó un amigo de Janet, gente hasta entonces de su confianza y al que conocía desde tres lustros. Más tarde fueron a dejar a su amiga y retornaron al lugar para seguir conviviendo.

El tiempo transcurría sin mayor novedad, la gente platicando, cada quien con sus conocidos sin sobresaltos.

Janet fue abordada por unos hombres que se encontraban en el lugar, “yo no los veía ni buenos ni malos, porque ahí había muchos chavos”, refiere.

Fue entonces que notó que la gente empezó a correr y sintió que la estaban separando de su amigo. Unos sujetos armados se abalanzaron sobre él y es cuando Janet se sintió expuesta y en peligro.

Detectó en el lugar a una mujer madura conocida en su pueblo por presuntas relaciones con grupos delictivos, se le acercó y le pidió intercediera por ella, que les dijera que no era mala y que no se dedicaba a nada malo, le suplicó que hiciera algo, pero fue inútil.

Ahí Janet perdió el conocimiento, un golpe seco en la cabeza la hizo desvanecerse y caer. No supo que fue de su amigo, ni cómo la trasladaron de ese lugar al sitio en el que en las horas siguientes la violaron y torturaron.

“A mí lo que me devuelve la conciencia fue sentir sus tocamientos en la vagina, ellos metían sus dedos, no puedo asegurar que hayan introducido su pene o algún otro objeto por el estado en que me encontraba, yo sentía alguien encima, pero no sé, fueron muchas cosas, estaba muy golpeada”.

Janet despertó con las manos esposadas por la espalda en un cuarto claro con baldosas, ahí un grupo de hombres y una joven mujer de entre 17 y 19 años procedieron a golpearla e interrogarla.

“Me golpearon por todos lados, golpes contusos, patadas, y hablo de que traían botas tipo táctico, duras, incluso en mi cara se quedó marcada una suela, me desviaron la nariz, me cerraron un ojo, lo traía policontundido, con derrame, no podía abrirlo y el otro ojo también traía golpes, pero no estaba en su totalidad cerrado”.

Por momentos ella volvía a perder el conocimiento para recobrarlo nuevamente por el dolor de los golpes y los cortes que le hacían en el cuerpo con una navaja.

Sus captores se identificaron como integrantes de un cártel delincuencial y le advirtieron que le iban a cortar los senos, preguntándole cómo se les verían de aretes, en el izquierdo le hicieron una herida profunda cundo intentaban cortárselo.

“Me apretaban los pechos horrible, los pezones me los lastimaron también. Amenazaron con cortarme el dedo gordo de mi pie izquierdo y mandarlo a mi familia, entonces, cuando estaban haciendo eso, me regresaba el conocimiento, era el dolor de sentir los golpes, las cortadas”.

El piso del cuarto estaba atestado de la sangre de Janet, el corte que le hicieron en el dedo del pie la hizo comenzar a desangrarse por lo que sus captores le pusieron un torniquete y le rellenaron la herida con tabaco.

“Hacían mucho énfasis diciendo, tan bonita que te veías ayer y ve ahora como estás, jugaban con mis credenciales y mis identificaciones, se las aventaban de un lado a otro, decían, es que si está bien bonita güey, pero pues es que vela, haber acabado así”.

Los hombres amarraron el cabello de su víctima con el asa de una bolsa ecológica, en tanto que la joven mujer le dio a tomar unas pastillas que Janet no supo de qué eran, intentó esconderlas bajo la lengua, pero a punta de golpes la obligaron a tragarlas.

Janet ubica tres etapas de su tormento -en todas ellas le exigían contraseñas y NIP de sus tarjetas-, en la primera, la cuestionaron sobre la relación que tenía con su amigo y si ella contaba con algún padrino, la segunda, en la que sus captores sostenían que ella trabajaba en la Fiscalía General del Estado e indagaban en qué laboraba “dentro del gobierno”, y la tercera, ya que ella les dijo que trabajaba en el Congreso local, acusándola que era era “rata de cuello blanco” como los diputados.

“Me amenazaron con cortarme la lengua y empezaron a hacerme un corte que va del pliegue de los labios de mi lado derecho con dirección al cachete, todo para que les diera las claves de las tarjetas.

Ella no sabía que sus captores estaban utilizando su automóvil para moverse por el pueblo, en el cajero cerca de la presidencia municipal, sacando el dinero de sus cuentas, “yo no sé si se equivocaban a la hora de ingresar contraseñas, porque me insistían y me golpeaban, yo se las daba bien, revisaban mis teléfonos,  mis tarjetas de crédito y mi cuenta.

“Yo les decía, ustedes tienen todo de mí, yo veía cómo agarraban mis papeles, mis pertenencias, mis tarjetas, identificaciones, la cartera, todo lo que yo traía, no hubo una parte que ellos no reventaran en el carro y no trajeran en su dominio, entonces yo les decía, ustedes traen todo, ustedes pueden revisar que yo no trabajo en Fiscalía”.

Cuando empezó a clarear la mañana los hombres sacaron a Janet del cuarto en que se encontraba en un segundo piso, querían que les entregara la factura de su auto pues minutos antes, por teléfono, alguien les había confirmado que no tenía reporte de robo.

“Previo a que me sacaran por la factura, uno le dice a la chavita que ella iba a ser la encargada de matarme a mí y a mi hija, fue horrible, porque pensé, yo llevé a mi hija a la casa ¿entonces qué pasó?, así que les pedí que lo que tuvieran que hacer me lo hicieran sólo a mí, que ya me tenían ahí”.

Janet está segura que una vez entregada la factura de su auto la habrían matado, pero logró salvar su vida, y fue gracias a su familia.

El rescate

Al filo de las 4:20 de la mañana, la hermana de Janet recibió la llamada del amigo de ésta, informándole que se la habían llevado unos hombres. Como ella no la había visto aún, llamó a casa de sus padres para verificar si se encontraba o no ahí.

La madre de Janet estaba preocupada porque no llegaba y no era su costumbre ausentarse a esas horas, le había marcado al celular y no contestaba, luego las llamadas simplemente dejaron de entrar. Uno de sus hijos recibió el telefonazo de su hermana alertándolo sobre lo que había comentado el amigo de Janet y al verificar que ella no estaba ni tampoco su carro, salió a buscarla en su bicicleta.

La familia de Janet dio aviso a la Dirección de Seguridad Pública del municipio, en donde según el titular se montó un dispositivo de búsqueda, hecho que de acuerdo a la víctima es falso.

Los captores de Janet recorrieron el pueblo en su auto, acudieron al cajero que está cerca de la presidencia municipal a retirar dinero, e incluso acosaron a una muchacha que iba rumbo a su trabajo en una tortillería.

En uno de esos recorridos el padre y la hermana de Janet vieron el auto y detectaron una patrulla que casualmente pasaba por el lugar, de inicio los uniformados no accionaron, pero se vieron obligados al ser increpados por los familiares de la víctima.

“Por eso es que la patrulla se da la vuelta y va detrás del carro en el que, efectivamente, me llevaban porque querían que les entregara la factura de mi carro”.

En el auto Janet escuchó a sus captores referir que los seguía la Guardia Civil, uno dio la indicación de que “le hablaran a ese güey” para que ordenara se retirara la patrulla, pero no corrieron con suerte, porque del otro lado de la línea nunca contestaron.

Janet venía agachada en el auto, escuchó a los policías ordenar que se orillaran y que bajaran la velocidad porque iban a hacer una revisión. Finalmente el auto se detuvo.

“Al menos llevaban un teléfono, pero mágicamente nunca lo pusieron los policías a disposición, ¿a quién le hablaron para que quitara esa patrulla de atrás?”, cuestiona Janet, aunque sabe que la respuesta se perdió junto con el celular.

Sus familiares tardaron alrededor de siete minutos en llegar al lugar en el que la patrulla y el auto se encontraban detenidos. En ese intermedio Janet, al sentir que sus captores bajaron a dialogar con los uniformados se impulsó y salió del carro.

“Choqué con uno de los policías que todavía me empujó, no feo, y fue cuando le dije, me secuestraron ellos, me pegaron, me hicieron esto y lo otro, yo estaba desesperada pero ellos nunca me prestaron atención. Estábamos en el borde de la carretera, yo sentía que ahí podía pasar cualquier cosa, en mi desesperación me voy para la patrulla que era una camioneta, me encuentro con otro policía y le digo, sáquenme de aquí, yo estoy en peligro, por lo menos permíteme meterme a la patrulla, y ya por mis propios medios me subí y me puse detrás del asiento del conductor”.

Desde ese lugar y pese al shock, Janet observó la escena que se desarrollaba entre los policías y sus captores. Vio una camioneta que llegó rápidamente al lugar, y observó a uno de los uniformados nervioso dando instrucciones para que se fueran, los de seguridad dejaron ir a uno de ellos pues sólo detuvieron a tres, los más jóvenes. El resto se había quedado en el lugar en el que la torturaron.

Minutos después vio llegar otra camioneta, reconoció el rostro de sus familiares, ella bajó de la patrulla y con dificultad -debido a su estado físico- corrió para abrazar a su padre.

“Obviamente de la Dirección de Seguridad se adjudican que montaron un operativo y que hicieron todo para rescatarme, pero ¡a la chingada! fue mi familia la que me encontró”.

El tránsito en la ambulancia rumbo a una clínica de su pueblo fue tormentoso para Janet, se sentía expuesta y con el riesgo de que los detuvieran para asesinarla. Un médico conocido de su familia les aconsejó que la trasladaran a Morelia, y así fue.

En el hospital Janet era custodiada por los elementos de la Dirección de Seguridad Municipal, “me sentía vigilada, cuando llegué al Seguro Social los policías daban santo y seña de todo, yo sentía que en cualquier momento iba a llegar alguien y me iba a matar, además, es información que trascendió y que difundieron medios de comunicación señalando en donde estaba yo hospitalizada”.

Finalmente los elementos municipales serían relevados por personal de seguridad de Morelia para custodiar a Janet.

Lucro político

Al día siguiente que arribó al hospital en Morelia, Janet recibió la visita del diputado panista César Enrique Palafox Quintero, presidente de la Comisión Jurisdiccional del Congreso del Estado en donde ella se venía desempeñando como secretaria técnica.

En la disputa por el control de la Auditoría Superior de Michoacán, el Congreso dio entrada a un juicio político en contra de quien se desempeñaba como su titular, Miguel Ángel Aguirre Abellaneda, por lo que como secretaria técnica de la Comisión Jurisdiccional a Janet le tocaba realizar las notificaciones relacionadas con el caso.

Este tema ha evidenciado un profundo desaseo en los procesos legislativos, en donde Morena y los partidos afines a la Cuarta Transformación han sido protagonistas con la suma de legisladores de otros partidos, uno de ellos César Palafox.

Incluso la diputada del Partido Verde, Margarita López Pérez, habría echado mano de los elementos de seguridad que le provee el Mecanismo de Protección a Defensores de Derechos Humanos y Periodistas –en su calidad de activista por ser madre buscadora de desaparecidos- para distraerlos y que acompañaran a Janet a realizar las notificaciones relacionadas con su trabajo.

En ese contexto se daría la visita que César Palafox le hizo Janet al hospital, en donde le aseguró tendría todo su apoyo y el del Congreso.

“En realidad ¿por qué estaba preocupado él?, ¡por los pinches papeles que yo traía y que tenía que notificar al auditor!, su preocupación era esa, yo apenas si podía hablar.

“Además, el Señor fue a decir estupideces al hospital”, señala indignada Janet al recordar cómo frente a ella el legislador empezó a insinuar que lo que le había ocurrido era su propia responsabilidad.

“Ahí en el cuarto había otra persona de toda mi confianza, y él empezó a decirle que yo era muy guapa, que me iba arregladita y que más de alguno por ahí me podía haber echado un ojo porque resultaba muy atractiva. Yo no me podía ni enderezar y él diciéndome que quería que le hablara con la verdad, que me iba a hacer unas preguntas que podían resultar incómodas, que si yo tenía por ahí alguna foto con alguien con quien me pudieran como incriminar”.

La revictimización a Janet de parte de los legisladores continuaría, incluso exponiendo públicamente su caso en una sesión de Pleno. La finalidad no era inocente ni solidaria, en el lucro político se buscaba vincular al exauditor Miguel Ángel Aguirre como responsable de su agresión.

El 21 de junio en sesión legislativa, la diputada Margarita López abordó el tema con nombre y apellido de Janet sin su autorización, señalando que había sido violada y vejada, y exigió que las personas detenidas no salieran libres, “porque lo que hicieron no fue poco, mientras ella sólo lo que hacía era su trabajo”.

La presidenta de la Mesa Directiva, Julieta García Zepeda, a su vez aseguró que a Janet se le estaba dando “todo el apoyo como se debe de hacer”.

Lo manifestado por los legisladores a ojos de Janet no sólo fue revictimizarla sino exponerla, además de lucrar políticamente con su caso.

“Buscaron hacer del mío un tema político, yo jamás le autoricé a Palafox nada, no tenía por qué ir y contar cosas que no son ciertas, yo no di autorización para que usaran mi nombre y que me expusieran. Ellos quisieron incriminar al auditor, que tengan sus problemas políticos es su problema, pero es una trabajadora a la que le pasó una cosa grave y deberías ver cómo apoyar, no cómo sacar raja política de una desgracia”.

De parte de algunos legisladores Janet sí recibió apoyo, por su conducto ella solicitó se le diera una liquidación suficiente para poder buscar otro lugar dónde vivir ya que tras lo ocurrido, ella y su familia tuvieron que huir de su pueblo.

“La presidenta del Congreso dijo que se me estaba dando todo el apoyo, ¿en qué consistió ese apoyo?, en ofrecerme tres meses de salario para mi liquidación, yo gano 12 mil pesos al mes, ¿eso es ayudar?”.

Janet apunta: “yo les dije que mi baja era la manera de apoyarme, una buena liquidación por los años que trabajé en el Congreso, y con eso poderme ir de Michoacán y de México con toda mi familia, pero al final lo que acordaron fue una burla”.

Tras lo ocurrido Janet y su familia han debido sufrir las dificultades que enfrentan los desplazados y refugiados en busca de un sitio seguro para vivir, sin nada más que lo puesto cambiaron de lugar de residencia y deben empezar una nueva vida.

Ella aún no se recupera de las heridas sufridas, aún no tiene movilidad en partes de su cuerpo y padece pérdida de memoria y episodios de ansiedad, además carga con las deudas que sus captores le generaron en el banco con el retiro de dinero de sus tarjetas.

“Todavía escucho como el ruido del mar por uno de los golpes que me dieron en el oído, tengo la herida del pie sin suturar porque requiere expulsar todo lo que la contaminaron con el tabaco que le echaron, sí me cuesta trabajo entender, me dijeron que podía tomar seis meses para recuperarme y que se volviera a regenerar la membrana de mi oído, y los moretones ya casi se me desvanecen en su totalidad.

“Me quitaron todo, yo quiero volverme a encontrar conmigo misma, porque ahorita no soy yo, no me reconozco”, remata.


1 comentarios

Isela, de la ilusión al infierno – Regla de Tres 23/01/2024 at 14:34

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