Regla de Tres

No digas nada 

“La leyenda de las hermanas Price (Dolours y Marian) fue creciendo, pues la inteligencia británica no podía ubicarlas…”

La biblioteca John J. Burns del Boston College, conserva la más completa colección de artefactos políticos y culturales irlandeses en todo Estados Unidos. Los objetos más singulares y valiosos se guardan en un recinto conocido como la “Sala del Tesoro”, un lugar hermético y vigilado las 24 hs del día. En el verano de 2013, dos inspectores de la policia de Belfast, de la brigada de delitos graves de Irlanda del Norte, llegaron a la biblioteca y se dirigieron a la Sala del Tesoro. Tenían la encomienda de recoger una serie de documentos secretos guardados durante más de una década en dicha sala: disquetes, grabaciones de audio, transcripciones y documentos varios. Todos estos documentos y grabaciones eran pruebas de un proceso penal; de hecho, una investigación por asesinato. 

En diciembre de 1972, Jean McConville era una viuda de treinta y ocho años de edad y diez hijos producto de catorce embarazos. Se había pasado la mitad de su vida embarazada o criando niños. Las edades de sus hijos iban desde los 20 años de Anne, la mayor, hasta los 6 de los mellizos Billy y Jim. Su vida transcurría agobiada por la pobreza y el enorme trabajo de cuidar a sus diez hijos. Se acababa de mudar a un complejo de protección oficial llamado “Divis Flats “, en la zona católica de Belfast, Irlanda del Norte. Ella provenía de una familia protestante, aunque su marido era católico. Esta situación en la Belfast de aquellos años, no era fácil de sobrellevar debido a la profunda división entre los bandos “unionistas” (protestantes) y los “independentistas” (católicos), enfrentados desde los años veinte en una guerra soterrada que estaba a punto de estallar con mayor fuerza. 

Esa tarde de diciembre era particularmente fría, había enviado a su hija Helen de quince años a comprar fish and chips para la cena, y mientras el resto de sus hijos esperaba, Jean decidió darse un baño caliente —el momento más valioso de su jornada, en el que podía tener un poco de intimidad al margen del demandante cuidado de sus hijos—. A las siete aproximadamente llamaron a la puerta; supuso que era Helen, pero al abrirla entraron varias personas en tropel. Le ordenaron que se pusiera un abrigo, la sacaron a empujones de su casa y se la llevaron frente a sus hijos. Michael McConville, uno de los mayores, alcanzó a reconocer, con sorpresa, que algunos de los que sacaron a su madre no eran desconocidos, sino vecinos suyos. Pudo ver cómo la metían en una furgoneta y se la llevaban. Las últimas palabras que escuchó de ella fueron: “Vigila a los niños hasta que yo vuelva”… Nunca la volvieron a ver, dejando a la pequeña tropa de sus diez hijos totalmente desamparada.

Dolours Price era una joven de veintidós años. Vivía con sus padres, Albert y Christie, y con su hermana menor, Marian, formando una familia muy católica y muy republicana, heredera de una tradición de lucha por la independencia de Irlanda. Las fotos de familia, que adornaban la repisa y la chimenea de su casa, mostraban a parientes posando ufanos en centros penitenciarios, como prueba de la más pura estirpe y compromiso con la causa del republicanismo irlandés. Su padre se sentía orgulloso de pertenecer al IRA (Ejército Republicano Irlandés), y Dolours creció escuchando las historias de él, siendo adolescente, había estado en Inglaterra poniendo bombas. Todos los miembros de la familia, o casi todos, habían estado entre las rejas por la “causa” . Uno de los orgullos familiares era la tía Bridie, quien en 1938, al trasladar un alijo de explosivos, sufrió una detonación accidental. La explosión le arrancó las dos manos, la dejó ciega y le desfiguró el rostro. Solo tenía 27 años y, a pesar de las heridas, sobrevivió y vivió el resto de su vida con una actitud estoica y orgullosa, sin sombra de arrepentimiento por su tragedia ni por su republicanismo irlandés. 

A partir de estos dos personajes, Jean McConville y Dolours Price, Patrick Radden Keefe estructura está magnífica novela, a medio camino entre el true crime y la crónica. Nos presenta una historia que, desde su publicación en 2019, ha cosechado varios premios, ha sido considerada por The New York Times como uno de los mejores cien libros publicados en este siglo, y ha ganado también el National Books Critics Circle Award, el premio Orwell y fue finalista del National Book Award

Dolours Price era una joven muy bella e intrépida. Comenzó a participando en manifestaciones contra la corona británica y no tardo en enrolarse a la fracción del IRA provisional, escisión del IRA oficial que consideraba a este ultimo demasiado blando y cercano al Sinn Féin, el brazo político del Ulster. Dolours comenzó a tener una doble vida: durante el día era estudiante de artes y durante la tarde y noche participaba en todo tipo de operaciones clandestinas bajo las ordenes de Gerry Adams -quien a la postre sería el cerebro estratégico del IRA provisional- y de Brendan Hughes mítico activista y feroz combatiente, uno de los hombres más buscados durante décadas por el ejército británico.

El ascenso de Dolours en la organización se entrelaza con el relato detallado de aquellos años caóticos, conocidos como los Troubles: atentados con bombas, balaceras, secuestros, purgas y ejecuciones de traidores y colaboracionistas. En 1973 hubo casi 500 muertos en enfrentamientos y atentados, de los cuales cuarenta fueron bajas del ejército británico. La leyenda de las hermanas Price (Dolours y Marian) fue creciendo, pues la inteligencia británica no podía ubicarlas y sus acciones eran cada vez más audaces. Al avanzar la narración, se incorporan multitud de personajes secundarios de los bandos en pugna: los unionistas, el IRA oficial, el IRA provisional, la policía del Ulster… Bandos que acabaron enfrentados entre sí en algún momento de esos años del 70 al 90, décadas que dejaron un enorme caudal de muerte y resentimiento; años plagados de traiciones, agentes dobles, ejecuciones y temporadas en prisión. 

Los miembros del IRA al caer presos, eran tal vez más problemáticos dentro que fuera. Cuando Dolours y su hermana estuvieron en la cárcel, protagonizaron una huelga de hambre que doblegó a la misma “Dama de Hierro” Margaret Thatcher, lo cual no hizo más que acrecentar su leyenda. También cayeron los líderes varones, y ellos protagonizaron la gesta más recordada de esos años: la huelga de hambre en la que murieron Bobby Sands y otros nueve miembros del IRA. Hecho que tuvo resonancia mundial y que obligó al gobierno británico a sentarse a negociar. 

Paralelamente, la narración nos lleva hacia el lado íntimo de los protagonistas. Vemos cómo se fueron gestando sus ideales, alimentados por generaciones de agravios y resentimiento; ideales que transmutaron en fanatismo de los bandos en pugna, llevándolos a posiciones irreconciliables, y a decisiones absurdas, como las del IRA cometiendo atentados en Belfast, matando a los suyos, sin causar daño a británicos ni protestantes. La paranoia de los combatientes los llevó a ejecutar personas inocentes y, al mismo tiempo, a caer en las trampas de los agentes dobles. El gobierno inglés desplegó en esos años a sus mejores hombres e inteligencia para doblegar al IRA . 

Con el tiempo, líderes como Gerry Adams renegaron del uso de la violencia y acabaron abrazando al aborrecido Sinn Féin, dejando colgados a cientos de seguidores que perdieron sus vidas y a otros que pasaron largas temporadas en prisión.

Tantos años de lucha y traiciones dejaron mucho dolor, y, al pactarse La Paz en el acuerdo del Viernes Santo de 1998 quedaron muchas heridas abiertas. Una de las más grandes era la nunca resuelta desaparición de Jean McConville, la madre que dejó en la orfandad a diez hijos. Vinieron las comisiones de la verdad y resurgieron los “cadaveres” de los años de lucha. Entonces, se vino otro drama del que ninguno de los líderes históricos saldría intacto.

De esto y mucho más trata este libro oceánico, es un thriller, una novela negra y, a ratos un relato de horror, totalmente basado en hechos reales. El oficio de escritor de Patrick Radden Keefe logra mantenernos en perpetuo asombro y angustia durante las quinientas páginas de la novela, logrando una historia que no nos ofrece respuestas; al contrario, nos deja con muchas preguntas e incertidumbre acerca de la complejidad de la condición humana y sobre cómo, casi siempre, en el seno familiar se incuban y transmiten los peores resentimientos. Resentimientos que, al ser compartidos por una comunidad y condimentados con la religión, dan origen a los peores crímenes producto del fanatismo fratricida. 

Una historia en la que los villanos y héroes son intercambiables y nadie sale impune. Y la Corona Inglesa, menos que nadie.

Un libro imprescindible, se los recomiendo mucho.


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