“Es arduo definir el tipo de relación que hubo entre sor Juana Inés de la Cruz y la virreina María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, condesa de Paredes de Nava…”
Nektli Rojas
Narrando el Género
Me encantaría ver un meme con sor Juana y la virreina encerradas en un clóset. Existe una imagen de Félix d’Eón anidada en Pinterest, en la que Sor Juana y la virreina se besan. ¿Por qué es importante lo que pasó entre ellas? ¿Puro chisme, búsqueda de la verdad histórica, revisionismo queer? ¿Queremos ser fanfics y reescribir la historia de estas dos personajas?
Es arduo definir el tipo de relación que hubo entre sor Juana Inés de la Cruz y la virreina María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, condesa de Paredes de Nava, esposa de Tomás de la Cerda y Aragón, XXVIII virrey de Nueva España. Hay que excavar en la compleja cultura barroca.
Reviso dos posturas, la de Paz en la cuarta parte de su famosa obra, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, así como la de Alatorre en “María Luisa y Sor Juana”, artículo publicado en el Periódico de Poesía. Tengo que decir que este artículo le causó indignación a Alejandro Soriano, buen cristiano, que acusa a Alatorre de tener un sesgo por ser homosexual, así como de difamar a sor Juana atribuyéndole “tratos deshonestos con la Virreina” (Soriano, 2015: 158).
La condesa de Paredes fue mecenas, protectora y amiga de sor Juana. A decir de Alatorre, también fue quien la impulsó a romper con su confesor, el padre Antonio Núñez, jesuita misógino, como corrobora María Águeda Méndez (2001), que deseaba “contener el natural afecto e innata inclinación a las letras de la Madre Juana en los límites de una decente y moderada ocupación, para que del todo se dedicase al estudio de la perfección”, en palabras del padre Juan Antonio Oviedo (Alatorre, 1987: 596).
A más de ello, la virreina impulsó a sor Juana para que escribiera algo más que villancicos, que era lo que hacía “antes de conocerla” (2001: 14). También fue quien la salvó de ser una mera imitadora del barroco español (2001: 26). Regresaré a esto.
Para Paz, “la poesía palaciega de Sor Juana cumplía un doble propósito: era un ritual cortesano impregnado de simbolismo político y era un medio de comunicación privilegiado entre el convento y el palacio.” (1982: 258-9). Él explica muchas razones por las que sor Juana se expresa en términos de vasallaje, esclavitud, todas cuestiones del amor cortés que representaba las relaciones de poder renacentistas y que pervive hasta nuestros días (en las canciones, por ejemplo). Nos habla de las influencias gongorinas, las costumbres retóricas de la época, la tendencia (también renacentista y barroca) de cambiar los nombres de las damas por nombres arcádicos (en nuestro caso, sor Juana usó Lisi, Filis o Fili), así como el recurso neoplatónico. Usos que empleaban los poetas barrocos, grandes y pequeños.
Paz toma postura: la relación se trataba de un “amor-amistad platónico”, en donde los impulsos sexuales fueron sublimados. Sin embargo, no excluye “La existencia de tendencias sáficas entre las dos amigas”. También, apunta, había algo de la “habilidad política” de sor Juana enmarcando lo que este autor llama la “amistad amorosa” entre sor Juana y la condesa de Paredes, expresada en la hiperbólica exaltación de las virtudes de María Luisa.
Alatorre, en “María Luisa y Sor Juana”, al revisar la famosa “Advertencia” del secretario de la virreina en México, Francisco de Las Heras, en el prólogo de Inundación castálida (publicada por la condesa en Madrid, 1689), propone la frase “un amar ardiente” (2001: 15), que luego retomará Sergio Téllez-Pon en su tesis doctoral donde antologa los, de acuerdo con él, casi cincuenta poemas a la virreina. La tesis fue publicada como libro. Se llama Un amar ardiente y fue editada por Flores raras en 2016. Téllez-Pon afirma en entrevista (Arroyo: 2018) que lo que hubo entre sor Juana y la virreina fue “una relación intensa, pero casta”.
Alatorre nos da un recorrido por lo expresado en estos poemas, los regalos que hubo entre ellas, sus encuentros y desencuentros, el retrato que sor Juana llevaba en un anillo en el dedo cordial. Afirma: “Siendo monja, sin la experiencia viva del amor [… sor Juana] corría el peligro de producir, en el mejor de los casos, imitaciones correctas, hermoseamientos, pastiches ingeniosos. De este peligro la salvó el amar a María Luisa con el ‘ardor puro’ atestiguado por Las Heras, y el conocer las peripecias del amor real.” (200: 26) Un amor que Alatorre describe a lo largo de su texto.
También nos recuerda la masculinización mental de sor Juana, que es una estrategia común a muchas escritoras en la historia de la literatura hecha por mujeres. En ella, se trata de una masculinización que a veces es completa –“¡Oh, cuán loco llegué a verme/ en tus dichosos amores […], dice sor Juana refiriéndose a ella misma en masculino (Alatorre, 2001: 29)–, y que otras tantas es una androginia como abstracción religiosa del cuerpo, como lo afirma Paz (1982: 290-2).
Para Alatorre, no hay duda alguna del amor de sor Juana: “Creo haber expuesto bien la enorme, trascendental importancia que tuvo para sor Juana su amor a la condesa de Paredes” (2001:37). En pocas palabras, a Alatorre le parece que la relación entre María Luis y sor Juana es indudable. Es más, salva a sor Juana de ser una imitadora (de Góngora, de Lope, de Quevedo), para convertirla en una verdadera poeta, capaz de expresar la compleja condición del vínculo amoroso. Es decir, la catapulta hacia los cielos literarios en que hoy vive, la hace inmortal: “Sin María Luisa no sería sor Juana la que es” (2001: 15). Entonces, ya no importa si esta relación fue o no carnal, porque fue ardiente.
Para la comunidad LGBT+, este amor tiene “trascendental importancia” porque establece una tradición escritural –en la que se inscriben Villaurrutia, Novo, Bohorquez, Cavafis, Gabriela Mistral, Camila Sosa, Elizabeth Bishop, Sabina Berman, sor Juana, entre otrxs– y permite el apuntalamiento en un panorama literario y político.
A fin de cuentas, la cuestión de la llamada orientación sexual nunca ha podido ser aclarada. No lo ha sido desde el punto de vista psicológico o médico. Hay que recordar la patologización de la “sexualidad alternativa”, en la consideración de la homosexualidad como enfermedad, o la disforia de género, en este mismo sentido. Tampoco el punto de vista político ofrece más. Frente a los integrantes de la irremediablemente diversa comunidad LGBT+, se levanta con toda su potencia la intolerancia tanto moral como política, en el problema de la democracia: sus minorías.
No cabe hablar de porcentajes. Por ejemplo, aunque las mujeres conforman media humanidad (si se cree en la exclusiva existencia de dos sexos biológicos), son tratadas como minoría. Por su parte, la democracia cree en las mayorías, en la voluntad de los más sobre los menos. INEGI, en la Encuesta Nacional sobre diversidad sexual y de género 2021, afirma que “En México, la población LGBTI+ asciende a cinco millones de personas (5.1 % de la población de 15 años y más), lo que significa que una de cada 20 personas se identifica como población LGBTI+.” Abiertamente, una minoría, pero conformada por millones.
Entonces, se hacen absolutamente necesarios los amores de sor Juana y la virreina, porque aportan fuerza para resistir, senderos que recorrer, versos para contestar a las intolerancias. Porque la resistencia es individual, colectiva, literaria, una manera de estar en el mundo, de expresarse, de disentir.
Referencias
Alatorre, A. (1987). La «Carta» de Sor Juana al P. Núñez (1682). Nueva Revista De Filología Hispánica (NRFH), 35(2), 591–673.
Alatorre, A. (2001). “María Luisa y sor Juana”. Periódico de Poesía. Nueva época. Núm. 2. Otoño. UNAM-CONACULTA-INBA, 8-37.
INEGI (2021). Encuesta Nacional sobre diversidad sexual y de género 2021.
Arroyo Pizarro, Yolanda. (2018). Aproximaciones a una nueva imagen de Sor Juana Inés de la Cruz. 80 grados. Prensa sin prisa.
Méndez, Águeda. (2001). Antonio Núñez de Miranda, confesor de Sor Juana, y las mujeres. Caravelle. Núm. 76-77, Toulouse, 411-20.
Paz, Octavio. (1982). Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. México: Seix-Barral.
Soriano, Alejandro (2015). Sor Juana y la Virreina. Senderos de Verdad. Aportaciones a las ciencias, las artes y la fe en México. T. II, 114-61.
Ilustración portada: Pity